32 - Otra conversación

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—Sí, ya entendí, no hace falta que termines —la enfermera se levantó de su asiento sin mirar a Ariel, caminó hacia la puerta y se fijó en que no hubiera nadie cerca —. ¿Alguien más estaba contigo?

—Sí, mis amigas, pero...

—Y por qué estarían interesadas ustedes en...

—Escúchame —interrumpió Ariel, notando de inmediato que su tono de voz estaba más alto de lo habitual, por lo que lo siguiente lo dijo más bajo —. No me importa tu vida social, es decir, que no me importa con quien salgas mientras estés bien pero también sé cómo funciona la escuela y lo que me preocupa es que puedas tener problemas, en caso de que alguien mal intencionada vaya hablando idioteces. No te lo voy a negar, a mis amigas les mueve la curiosidad más morbosa por enterarse del chisme, pero ya te dije que también te veo como una amiga. No vine solo para chismear, vine para hacerte saber esto y decirte que puedes confiar en mí si necesitas algo con respecto a esto.

—Ariel —la enfermera se detuvo para beber más —. Escucha, al principio creo que te malentendí y por eso me disculpo. Te agradezco que vengas a hablar conmigo de esto pero no es lo que piensas.

—¿Entonces no estabas con Cecilia Adler?

—¿Cómo?

Ambas se quedaron en silencio, mirándose unos cuantos segundos. Ariel no supo si lo que acababa de preguntar era bueno o no, pero la mirada de la enfermera era de sorpresa.

—Creo que voy a esperar a que me cuentes mejor lo que, tú y tus amigas, vieron —Dijo con una sonrisa.

Ariel no tuvo más remedio que contarle lo que vieron, como Erin fue la primera en darse cuenta y reconocerla para luego avisar a Aisha y a ella, aunque omitió la parte en la que las tres chicas salieron de la cafetería a perseguirlas.

—Bueno, eso cambia las cosas— Dijo, cruzando los brazos, la enfermera —. Ustedes, solo me vieron a mí con una amiga y no tiene nada que ver con mi trabajo. La mujer no era Cecilia Adler.

Ariel la miró con sorpresa. Por el tono de sus palabras y la forma en la que Úrsula la miraba mientras hablaba, podía deducir lo que en verdad quería decir.

—Bueno, pero —Ariel bajó la voz y se inclinó, ligeramente hacia adelante —, me contarás más acerca de eso, ¿no?

Úrsula Neyra movió la cabeza, de tal manera que, al mirarla parecía estar haciéndolo de reojo. Una sonrisa pícara se dibujó en sus labios y con un guiño terminó de enviar su mensaje.

—Bueno, bueno. Creo que ya va siendo hora de irme, además tú has almorzado y yo aún no —Dijo Ariel, levantándose y luego alisándose la falda.

El camino a casa fue tranquilo, el tren no estaba vacío pero al menos no estaba incómoda, apretada entre otras mujeres sino, que había espacio para estar de pie sin sentir tu su espacio vital estuviera siendo invadido. Al llegar a casa, almorzó en silencio. Su madre estaba por terminar la actualización a una web.

—Lo siento, yo almorcé un poco antes porque no me falta mucho para terminar con una cosita del trabajo. Por cierto, en la nevera hay helado, después de comer puedes servirte un poco, si quieres.

Ariel se sintió tentada pero aún no cambiaba el clima como para ponerse a comer helado. Así que se limitó a comer y luego subió a su habitación.

Encendió la computadora y sacó los cuadernos de las asignaturas en las cuales tenía tareas que hacer. Afortunadamente no había mucho por hacer, debido a que apenas terminaron los exámenes, los temas de estudios eran nuevos y, por lo tanto, no era necesario mandar tareas o trabajos.

Aun así, Ariel tenía que hacer unos ejercicios de matemáticas y había que investigar algo pequeño para la clase de historia. Esto último era lo más fácil pero quizá su madre podría ayudarle más tarde, pensó Ariel.

No le llevó más de treinta minutos encontrar la información que necesitaba. Copió los textos y los guardó en un documento para leerlo más tarde y luego hacer un resumen, ya que la maestra de historia era muy estricta con respecto a las tareas y trabajos que dejaba.

Después de todo, Ariel bajó para ver si su madre ya se había desocupado, con la excusa de ir a buscar algo de helado bajó y vio a su madre, aún con la mirada clavada en su computadora, con su larga melena negra atada en una cola de caballo. Pasó de largo a la cocina y se sirvió un poco de helado, no le apetecía demasiado, por el frío, pero al ver el pequeño recipiente de vidrio, con el cremoso helado de vainilla y chocolate, algo le hizo clic en el interior y ya no veía con tan malos ojos el postre.

Al volver a su habitación, la pequeña luz LED de su teléfono celular parpadeaba. Era un mensaje de Erin, el cual solo decía:

«¿Y? ¿qué pasó?»

Ariel le dio una probada al helado y, con la cucharita en la boca, se conectó al servidor de chat con el que conversaba con sus amigas. Ahí ya se encontraban Erin y Aisha.

—Si no fuera porque les dije que preguntaría... —se dijo a sí misma, aunque sonó más a unos gruñidos, ya que seguía con la cuchara en la boca.

Apenas vieron que Ariel se había conectado, Erin le escribió.

—¿Te llegó mi mensaje?

—Sí. Y no pasó nada. La enfermera estaba caminando con otra persona.

—Pero estará diciendo la verdad? —fue Aisha quien cuestionó la versión que tenía Ariel para contar.

—Tampoco puedo estar interrogándolas como si fuera policía o tuviese pruebas.

—Pero hay testigos —Escribió Erin.

—Eso no es nada, no sacamos fotos y además, tú misma no estabas segura de quienes eran.

Erin dejó de escribir. Ariel aprovechó ese momento para empezar a leer lo que había guardado, para la tarea de historia.

—Aisha, ¿has encontrado ya lo que dejaron en historia?

—No, todavía. Como es para el jueves lo estoy dejando, pero con las mates voy más o menos.

Siguieron conversando un rato más. Erin no insistió más en el caso de la enfermera y la psicóloga, aunque a Ariel tenía muchas ganas de preguntarle qué tanto le importaba; de todas maneras ella no ganaba absolutamente nada.

Ella podría entender si se tratara de una profesora, de una asignatura en la que le fuera particularmente mal, para conseguir subir notas. De todas maneras le parecería mal pero al menos, su interés, tendría algún sentido.

Ariel envió los diferentes enlaces, en los que había entrado para hacer la tarea, a sus amigas, diciéndoles que ella había encontrado la información ahí. Luego de un rato, se despidió y se desconectó.

Crónicas de una AfroditeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora