Los días pasaron, todo parecía tranquilo aunque las clases ya empezaban a complicarse y las maestras empezaban a dejar más y más tareas y trabajos. Era obvio que ocurriría ya que era la última etapa del año escolar, sin embargo, eso no evitaba el estrés de las estudiantes ni las bromas que se hacían, varias de ellas contra Ariel y su condición como afrodite.
Ariel evitaba ir al baño del colegio. Si tenía que hacerlo, pedía permiso entre clases pues era menos probable que encontrara compañeras de aula u otras alumnas en esos momentos. A veces había mala suerte, y la profesora de turno no daba permisos, pero cuando le tocaba clase a la profesora Saavedra o Martí, era más probable que no hubiera pegas.
Aun así, lo peor había pasado, quizá por la forma en que la profesora de matemáticas afrontó el problema, o, tal vez, porque medio colegio hablaba sobre la «visita» de su madre y su abuela.
Eso no evitaban las burlas de ciertas chicas que se creían más listas que Romina Rondón, como para que no las pillaran molestando a Ariel, solo que no contaban con que Erin sería lo suficientemente atrevida como para levantar faldas y bajar bragas con una facilidad que dejó sonrojadas a las abusonas, las cuales no sabían si cubrirse, o arremeter contra Erin y Ariel.
Fue una tarde de miércoles, luego de correr un par de cuadras, que las jóvenes amigas se permitieron descansar y reír a mandíbula batiente. Ariel, incluso, se sentó en el piso, con las manos sobre el estómago y el rostro rojo, tanto por el cansancio, la risa y, también, por verle la ropa interior a Martha Alzama, una chica conocida por su altura, fuerza y bajas notas, le llamaban la gorila Alzama, siempre a sus espaldas, claro.
—No pensé que a Alzama le gustara "El escuadrón miau miau" —se burló Erin, provocando un nuevo ataque de carcajadas en ambas adolescentes.
El escuadrón miau miau era un programa infantil, dirigido a niñas de entre 3 a 7 años, en donde cinco gatitas desempeñaban trabajos de rescate y seguridad, como bomberas, policías, entre otras profesiones.
—Ay, no está bien reírnos así —Dijo Ariel, aun riéndose sonoramente —. Tampoco es que nosotras seamos muy maduras que digamos.
Ariel sentía la quijada algo entumecida de tanto reír.
—Hey, al menos la osa Gertrudiz no es para niñas de pre escolar —se rió Erin.
—Espera, ¿tú usas ropa interior de la osa Gertrudiz?
—Claro, que no —Respondió Erin, cortando la risa de raíz, y con cierto tono de indignación en la voz —. A lo máximo que he llegado son las braguitas de The Spider —esto último, lo dijo bajando la voz, para evitar que alguien más la oyera.
—¿Unas que son como violetas? —para ese momento Ariel dejó de reír, su pregunta cargaba con interés real.
—Ajap...
—Es que esas son oficiales.
—Ya, como si fuera a comprar piratería de The Spider.
—¿Y son cómodas?
—¿Quieres verlas? — Preguntó Erin, bajando más la voz y acercándose a Ariel.
La aludida se sonrojó y se apartó, poniendo sus manos entre ella y su amiga.
—Siempre te tienes que poner así.
—Ya, no te molestes, sabes que es broma —Dijo Erin con una sonrisa enorme —. Aunque si quieres ver.
—Basta, ya.
Las amigas se incorporaron y sacudieron, y alisaron, sus ropas. Las calles se mantenían limpias por la disciplina de las mujeres y el trabajo responsable de las barrenderas, aun así, es imposible que el viento no mueva polvo y tierras por ciertos lugares, sin contar que, por muy cuidadosas que sean, las suelas de los zapatos también terminan moviendo suciedad.
—De todas formas, gracias nuevamente. Aisha y tú siempre me están ayudando.
—Para eso estamos —Por primera vez, Erin había evitado mirar a Ariel y su sonrisa ya no era la de una niña traviesa, era algo nerviosa —. Digo, nos conocemos de toda la vida, casi.
—Aunque me preocupa que vayan a molestarlas a ustedes por mi culpa.
—Nah —restó importancia Erin con un gesto bastante exagerado —, todo el mundo le teme a la gorila pero solo porque es alta e intimida por eso. Créeme, si no fuera el caso, no me hubiese atrevido a dejarla en ridículo.
Las chicas se pusieron a caminar, en dirección a la estación. Dejaron de hablar de Alzama y de las otras alumnas, en realidad dejaron de hablar en general. Ariel pensaba en la suerte que tuvo de no ser golpeada, recordaba como su amiga se escabulló sin ser notada por nadie, llegando por la espalda de la gorila y como en menos de un segundo había levantado su falda y bajado sus bragas, exactamente hasta la altura de sus rodillas. Erin, luego, le dio una soberana y sonora nalgada y corrió, tomando a Ariel de la muñeca y escaparon, sin voltear a ver como la abusona caía al suelo porque quiso correr tras ellas, aún con la ropa interior abajo.
Por otro lado, Erin parecía pensativa, muy diferente a como era normalmente.
El viaje en tren fue casi igual de silencioso, apenas intercambiaron algunos comentarios sobre las tareas que tenían y sobre planes que podrían hacer llegado el fin de semana. Erin bajó primera del tren, Ariel tenía que bajar una parada después.
Antes que las puertas se cerraran, ambas amigas se dedicaron una mirada y movieron la mano en señal de despedida, habían quedado para jugar en línea más tarde. El tren partió y mientras Erin giraba para encaminarse a casa, susurró aquello que tanto se repitió en su mente y no pudo articular hasta ese momento:
—Como si fuera a permitir que algo malo te pasara.
En el momento en que escuchó su propia voz pronunciar esas palabras, una lágrima brotó y su sonrisa volvió a ensancharse.
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de una Afrodite
ComédieEn un mundo donde los hombres no existen, algunas mujeres poseen genitales masculinos y femeninos (Afrodites). Ariel, una muchacha afrodite, empezará a descubrir lo complicado que puede ser una, más aun si lo que deseas es que ese aspecto de tu vida...