6 - Dolores

2.7K 162 17
                                    

El día empezó muy temprano, al menos para Úrsula Neyra quien tuvo que adelantar la alarma de su despertador una hora para poder llegar a tiempo a casa de su compañera y amiga, Cecilia Adler. Cuando tomó las cortinas y separó la una de la otra vio como la noche, agonizante, la miraba de vuelta. El cielo no aclaraba aun y la gente se daba el lujo de no despertar aun, envueltos en sábanas y mantas tibias, esperando que el sonido de su despertador los sacase de sus camas.

Era necesario madrugar, la casa de Cecilia y de Úrsula estaban bastante lejos. Cada quien debía viajar casi una hora para llegar a la escuela en donde trabajaban y, aunque esta vez ninguna pasaría por la escuela, la distancia entre ambos departamentos era bastante amplio.

Subió quince pisos y mientras lo hacía agradeció a la mujer que había inventado los elevadores. Ya en el piso, y luego de ubicar la puerta tocó el timbre. Tras la puerta apareció la figura de Cecilia Adler. La enfermera no pudo verlo de inmediato porque Cecilia se escondía tras la puerta pero ella había salido de la ducha hacía muy poco tiempo. Solo vio que su cabello estaba húmedo que caía como una cascada sobre su rostro y hombros.

—Hola, Úrsula —Saludó Cecilia con una sonrisa —, pasa, pasa.

Y se hizo a un lado para dejar paso a su amiga y compañera de trabajo. Úrsula sonrió y saludó agitando la mano mientras entraba en el departamento.

Cecilia vivía en un departamento muy bonito y amplio, vivir en un piso tan alto tenía sus ventajas y una de ellas era la buena vista de la calle que se tenía (aunque eso fuese muy irónico tomando en cuenta los problemas de visión de la dueña del departamento). Las paredes pintadas de blanco, con una decoración bastante minimalista (apenas unos estantes con unos libros y adornitos de cristal y cerámica) y los muebles con el tapiz más oscuro, seguramente para que el contraste ayude a ubicarse si alguna vez perdía sus anteojos.

Úrsula se había quedado de pie un par de segundos observando, no el departamento en sí, el desorden en que vivía. Siempre pensó que Cecilia sería de esas maniáticas del orden que no pueden ver algo fuera de su sitio y eso la hizo sonreír un poco.

—Bueno, pasa y siéntate mientras me visto.

—¿Eh?

Cecilia había cogido por los hombros a Úrsula y sentir las manos de su amiga sobre sus hombros, tan de repente, la había sobresaltado y por poco opone resistencia de ser conducida hasta un sofá de tres cuerpos y color negro en donde reposaban unos cuantos calcetines dispares, un bol que la noche anterior había contenido palomitas de maíz y un libro de tapa dura que Ursula no quiso ni tocar.

—En realidad no pensé que vendrías. —se sinceró Cecilia.

Ursula por poco no reconoce a Cecilia. Vestida solo con una bata de baño rosa y el cabello cayendo en cascada no era una imagen típica de aquella mujer siempre bien vestida, casi siempre de rojo, y con el cabello estrictamente ordenado.

—¿Por quién me tomas?

Cecilia rio, dio media vuelta y me dirigió a su habitación.

—La verdad no sé porque te lo tomas tan en serio. Estoy bien.

—No, no lo estás. —Ursula tuvo que hablar más alto para que su amiga la pudiera oír desde su recámara.

—No, en serio...

Pero un sonido fuerte y seco interrumpió a Cecilia. Úrsula se puso de pie inmediatamente y corrió en dirección al sonido. Cuando entró en la habitación, encontró a su amiga bajo un montón de prendas de diversos colores, aunque predominaba el rojo.

Crónicas de una AfroditeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora