Sin poder superar del todo la muerte de Margaret, había tratado de seguir adelante, y es que a pesar de encontrarme caminando sobre las dagas de mis malditos recuerdos, me había vuelto a levantar...
Margaret, ella era la que me mantenía en pie, no importaba si conmigo ya no estaba, siempre sería alguien importante para mí y la llevaría en mi corazón.Aunque solo sea una persona la que te quiera, ese será el motivo más grande que podrás tener para seguir viviendo sin importar las dificultades.
La recordé así; como mi motivo para seguir viviendo. Recordar eso los últimos días se volvió una tarea, cada vez estaba más cerca de caer y no volverme a levantar. Había pensado seriamente en si eso sería lo mejor.
La cabaña en la que antes me sentía segura con Margaret a mi lado, se sentía como una prisión. Tan llena de recuerdos, tan llena de sufrimiento, tan llena... de su voz.
Salir de ahí con las pocas cosas que iba a necesitar fue como un buen respiro. Con la carta en mi bolsillo, el relicario colgando de mi cuello y una mochila rebotando en mi espalda cada que caminaba.
Era momento de volver a ese lugar. Si Margaret vivió ahí tanto tiempo a lo mejor esa persona debería estar ahí, o era lo que quería creer.
El pueblo se alzaba a lo lejos, estaba tan diferente, todo había cambiado, ella había cambiado, yo había cambiado. El sonido de la risa de los niños se oía por entre los árboles. Miré mis rodillas, estaban raspadas, pequeñas gotas de sangre caían de ellas. Minutos antes me había caído a la orilla de aquel río que siempre traía un recuerdo consigo.
Acomodé mi mochila en mi espalda y salí del escondite. El aire arremolinaba mi cabello a mis espaldas, el pañuelo se balanceaba sobre mi rostro.
Crucé algunas calles abarrotadas de gente, nunca imaginé que después de unos años este lugar estaría así.
Algunos rostros se giraron para verme, otras personas solo cuchicheaban en lo que creían era un tono bajo.Solo buscaba un lugar tranquilo en el que poder observar a las personas y... recuperarme. Subí la capucha de mi abrigo y guardé las manos en los bolsillos.
Al cruzar casi la mitad del pueblo encontré aquel pequeño parque, el único lugar que no había cambiado con el pasar de los años. Unos niños corrían por ahí gritándose "tú la traes". Parecía un juego extraño, más me era de ayuda.
Me senté en una de las bancas esparcidas por el lugar, saqué la carta de mi bolsillo. En el reverso tenía sus dedos marcados con aquel color carmesí. Tragué difícilmente el nudo en mí garganta. No necesitaba eso, solo...encontrar al destinatario de la carta y desaparecer.
Apoyé mi cabeza en el respaldar de la banquita sintiendo como el aire pegaba en mi rostro.
Dejarla ahí fue realmente doloroso. Ver su cuerpo inerte sobre el suelo, su piel pálida y su rostro inexpresivo. Dolió mucho más que el abandono de mis padres.
Ellos me hicieron daño, ella me salvó y ahora estaba...
—Oye, ¿qué haces aquí? Lloverá pronto.
Tenía razón, al abrir mis ojos me choqué con el cielo gris. Volteé a verlo. Complexión delgada, lentes de goma, ojos café, un lindo suéter de lana y... una cicatriz en el rostro.
Me levanté tan abruptamente que el niño pegó un bote y se alejó de mí, sus ojos me veían como si tuviera miedo. Me separé un poco y pareció relajarse. Volví a sentarme en la banqueta soltando un largo suspiro.
—Mi madre dice que si no te protejes de la lluvia puedes enfermarte.
Lo intentó de nuevo.
Lo miré fijamente hasta que mis sienes dolieron y mi cabeza empezó a palpitar.
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Silencio #1 No fue mentira
Ficción General"Un mal día puede dar inicio a un montón de tragedias." Eva Gorner sabía esto muy bien. Lo estaba viviendo en carne propia. ¿Qué sentía al estar en esa situación? Bueno, los sentimientos eran diversos, pero la impotencia sobresalía de entre todos. ...