Capítulo 12

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Muchas veces perdemos cosas y por más que las busquemos, no las encontramos; sin embargo, estas aparecen como por arte de magia cuando menos las necesitamos.

Tensé tanto la mandíbula aque creí que mis dientes se romperían. Una extraña sensación me invadió y las ganas de alejarme de ahí eran cada vez más fuertes.

—¿Te sientes bien?

La mirada de esa mujer me resultaba repulsiva, aún así mi cuerpo era incapaz de captar alguna orden.

—Eva.

La mente bloquea recuerdos que tienes de personas que te hicieron daño, es por eso que con el pasar del tiempo, recuerdas que te hicieron algo que te lastimó pero no qué exactamente o porqué. Es como un mecanismo de defensa, si él recuerdo vívido no está ahí no te acechará. Tenía la sensación de que algo similar me pasaba.

—Oye, ven conmigo.

Oliver tiró de mí para llevarme a la zona más alejada del bullicio y apretó mi mano con sus dedos.

—Tranquila, solo respira.

Me hizo demostraciones de cómo hacerlo para hacer que la presión en mi pecho disminuyera pero el sonido de unos tacones chocando contra el piso no ayudaba. Se detuvieron justo a mi lado, subí la mirada desde los tacones color carmesí hasta su rostro, sus ojos estaban llenos de lágrimas.

—Oh, mi niña.

Llevó su mano hasta mi rostro para acariciarlo pero me aparté de inmediato, Oliver al notar mi actitud evasiva adoptó una posición defensiva cubriéndome disimuladamente con su cuerpo.

—Lena, este no es el mejor momento.

Un señor de unos 45 años aproximadamente, la tomó por los hombros para hacerla volver con él.

—Solo mírala, Jou. Sigue aquí...

La mujer intentó acercarse a mí de nuevo pero el hombre que se hacía llamar Jou la detuvo.

Era un día inusualmente soleado, Tobías y yo habíamos ido a comer helado a la plaza y después volvimos a casa. Al abrir la puerta todo estaba a oscuras pero en el momento en que entramos todo se iluminó y mis padres salieron de su escondite gritando "sorpresa". Era mi cumpleaños. Habían decorado el salón de casa y me habían preparado un pastel, el cual tenía una velita con el número cuatro.

Ese día me divertí y reí tanto con mis padres y mi hermano. Y luego también me había emocionado por los regalos que me habían preparado. Estaba segura de que el recuerdo de mi cumpleaños número cuatro sería muy atesorado.

—Solo déjame explicarle la situación, Jou. Por favor.

Los lamentos de la mujer me hicieron volver a la realidad. Ella ahora lloraba desconsoladamente y fuí incapaz de soportar ver esa escena porque sentía que había algo mal.

Corrí por los pasillos buscando la salida hasta que por fin la encontré. Agradecí el aire fresco que chocó contra mi cara. Seguí corriendo fuera de los jardines de la escuela y seguí corriendo aún cuando sentía mis músculos desfallecer. Necesitaba un momento de calma y soledad para poder procesar todo lo que me había estado pasando. Todas aquellas cosas que me habían estado acechando desde el pueblo en el que vivía Margaret.

Los monstruos, el chico de la fiesta o más bien él y su copia, había dicho, saber que hay muchas más personas con habilidades de las que pensé pero que están siendo cazadas, y ahora esto. Era demasiado.

Silencio #1 No fue mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora