CAPÍTULO 3

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-Evangeline-

Abrí la puerta de casa con la simple intención de llegar a la facultad y perderme en un sueño profundo hasta la llegada del profesor al aula. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Jamás imaginé que en mi camino me encontraría con Mike, mi mejor amigo de la infancia.

Éramos inseparables, como uña y mugre. Compartíamos pensamientos, sueños y travesuras. Una amistad entrañable que, a mi parecer, duraría para siempre. Aunque la vida tiene sus propios designios, y la posibilidad de que Mike se comprometiera, se mudara lejos y olvidara a su mejor amiga o simplemente perdiéramos contacto, tal como ya había sucedido durante años, siempre rondaba mi mente.

A pesar de la incertidumbre, la idea de tener que decirle adiós a Mike dolía profundamente por tantos años que hemos compartido juntos.

Tras despedirme de él, me dirigí al aula indicada en mi horario. El lugar era agradable, climatizado, con pupitres impecables y paredes recién pintadas. Un ambiente blanco impoluto que, junto a las pizarras del mismo color, creaba un espacio ideal para el estudio, libre de distracciones.

Elegí el primer pupitre de la tercera fila, desde donde podía observar perfectamente el pizarrón y prestar atención al profesor. Siempre me había gustado sentarme en los lugares delanteros, evitando las distracciones de las conversaciones a mi alrededor o las cabezas de mis compañeros bloqueando la vista. Aquí, además de tener una visión clara, podía quitarme los lentes de vez en cuando, ya que estaban un poco flojos y necesitaban un cambio. Además, a esa distancia tan corta podía ver aun bien lo que fuera escrito en el pizarrón.

Mientras mi playlist favorita sonaba en mis auriculares, un grupo de estudiantes de actividades culturales y deportivas irrumpió en el aula. No les presté mucha atención, sumiéndome en un sopor durante su presentación. De pronto, entre el cambio de canciones de mi playlist, algo me llamó la atención: mencionaron una banda de música.

Desde pequeña, soñaba con formar una banda. Recuerdo haberle contado a Mike sobre mi anhelo, y él siempre respondía con un enigmático: "El destino está escrito, tú decides si lo cambias o te conformas". En aquel entonces, su arrogancia me hacía pensar que hablaba de sí mismo, pero ahora comprendo su sabiduría.

Con un nuevo impulso en mi interior, me propuse convertir mi sueño en realidad. Quizás, en algún momento, Mike se uniría a mí en esta aventura musical. La vida nos había separado, pero la música podría volver a unirnos.

Mi vieja guitarra eléctrica aún está en la esquina de la habitación, llena de polvo y olvidada desde hace demasiado tiempo. Aún funcionará, ¿no? Tal vez era una posibilidad. La otra opción era convertirme en vocalista, pero seguramente ya tenían a alguien para ese puesto. O tal vez no. No lo sabía. Quizás hubiera un hueco para una vocalista más.

Siempre fui muy insegura a la hora de tomar decisiones. He perdido tantas oportunidades por pensarlo demasiado, por tardar una eternidad en decidir y dejar que las oportunidades se me escaparan.

No quiero que eso pase esta vez. Al final, la universidad ofrece una beca, y no me gustaría hacerlo sonar mal, pero eso es una gran motivación. La música es parte de mí, y esta podría ser mi oportunidad de entrar al club. Si no me gusta, siempre podré buscar otro en el futuro.

Esta vez, la Evangeline de preparatoria había salido de mi mente y la yo universitaria estaba decidida a sacar lo mejor de mí, aunque me costara trabajo mentalmente. No iba a cambiar mi forma de ser, solo necesitaba ser más valiente.

Tomé los datos de contacto de la banda y me refugié en mi pupitre una vez más. ¿Mike se habría inscrito en algo? Sabía que le gustaba la música, de pequeño cantaba todo el tiempo. Pero una cosa era cantar por placer y otra muy distinta hacerlo por profesión (o por beca).

Sentimientos retraídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora