III

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Pulcra, silenciosa y calurosa. Así se hallaba su casa, tal como la recordaba. Entrar al sitio me llenó el cuerpo de una electricidad agobiante. El bochorno de saber que aquí tuvimos sexo me tenía atrapado. El saber que a solo unos pasos de distancia me había dado la cojida de mi vida…

No. Me obligué a detener el rumbo de mis pensamientos ¿El recuerdo del placer estaba volviéndome loco? No vine hasta acá por eso, sino porque quería respuestas y averiguar aquello que lo tenía tan avergonzado. No podía siquiera imaginar la magnitud de lo que me diría. Hyukjae siempre se mostró muy seguro de sí mismo. Esta actitud solo me desconcertaba.

—Siéntate —me pidió señalando el sofá en el living. Lo vi alejarse hacia la cocina y regresar cargando un par de copas con vino tinto. 

Dejó una frente a mí y se sentó a mi lado.

—¿Y bien? —pregunté dándole un trago. La intención era lucir maduro, así que reprimí la mueca de asco ante el sabor agrio del vino.

—¿Te gustó lo que hicimos aquella tarde? —me preguntó desinhibido luego de un suspiro. Ignoré mis mejillas enrojecidas y crucé una pierna sobre la otra, echándome el cabello hacia atrás.

—Si no fuera así ten por seguro que no te hubiera dejado tocarme —tajé sin tartamudear —¿Cuál es el problema?

—No soy bueno en los compromisos formales —me dijo quedo, como si estuviera haciéndome una gran confesión—. Me aburren ¿entiendes? Y creo que matan todo sentimiento pasional. A las relaciones cerradas les veo más contras que pros. —Hizo una pausa, bebió de su copa y continuó—. Dime, Donghae ¿has tenido novio antes?

—Uno —respondí intentando no sonar muy ridículo. A mis diecinueve años haber estado en una sola relación solía atraer las burlas.

—¿Y por qué terminaron?

—¿Es relevante en la conversación? —cuestioné poniéndome nervioso ¿Por qué de repente estábamos hablando de mi escasa vida amorosa?

—Venga, dime, quiero demostrar un punto.

—Él me engañó —confesé avergonzado. No era algo que iba diciendo a los cuatro vientos. En aquel entonces representó una verdadera humillación y, aunque lo superé hacía mucho tiempo, hablar de ello seguía molestándome. Aún me preguntaba él por qué.

—Ahí está, el problema es que confías en alguien a quien le entregas todo de ti. Lo doloroso es saberte traicionado, comprender que no le importó lo que le diste ¿cierto?

—Supongo ¿qué importa eso?

—¿No lo ves? Mantenerse en una relación exclusiva es difícil, porque no puedes evitar que tus ojos se desvíen hacia otras personas, por más que estés enamorado de una. Es natural, somos seres sexuales; luego vienen los celos, la posesión, esas cosas de mierda, y las dos partes sufren. Soy fiel creyente de que uno no necesita más sufrimiento del estrictamente necesario. 

—Si amas lo suficiente a una persona no tienes ojos para otra —sentencié ¿Cómo es que alguien podía tenerle tan poca fe al amor?

—Eso es un cuento más. Pura ficción. —Volvió a detenerse. Pasó una mano por mis hombros y me acarició los cabellos de la nuca.

—¿Entonces no crees en el amor?

—Claro que creo, pero no en el amor posesivo y egoísta. Somos seres complejos, podemos amar demasiado y encontrar placer a través de nuestros actos. El tipo de amor que la sociedad nos ha impuesto no es más que una trampa, un mecanismo: te enamoras, pasas la fase de luna de miel y las cosas comienzan a tornarse aburridas. Por supuesto no terminas la relación porque, bueno, todos a tu alrededor te han hecho creer que quedarte con esa persona es tu destino; sin darte cuenta te vuelves dependiente, te casas, tienes hijos y aportas más ladrillos a este muro llamado humanidad.

DIONISIO (Eunhae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora