C a t o r c e

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10 de mayo

Tengo un sobrenombre para cada uno de los chicos. Aunque la mayoría eran muy despectivos y solo uno que otro me llamaba por mi nombre. Además de Kou-kun, Ruki-kun es quien me ha hecho ver más que un animal; y no estaba muy equivocados en algo.

Hace un tiempo cuando vivía con  la familia Sakamakiencontré en el jardín un polluelo bebé herido que decidí cuidar hasta su mejoría.

Reiji-san me lo permitió siempre y cuando no le causara problemas, hasta me escribió en un papel que debería comer.

Él me comparó cuan semejanza compartíamos. Aquel pajarito con olor a humano, tenía la gran probabilidad de que no lo aceptaran más a dónde pertenece.

Y yo, yo soy una chica que ya no podría darle la cara a mi hogar después de vivir con vampiros. Si me liberaran, tampoco tendría dónde volver. Lo pensé bien y era una miserable realidad que azotaba a mi soledad.

Ayer sucedió algo parecido, pero la manera abusiva de Ruki-kun me enfadó mucho. El gatito que salvé de la calle esa día saliendo del colegio fue asesinado por él,  su excusa de que no sufriera era injusta.

Su expresión era de miedo, y su explicación la asimile con Reiji-san.

"Si no puedes morir, tu libertad se ve privada, y tú sufrimiento....¿Querrías estar viva?" No lo entendí desde un inicio, pero siempre le ví el lado alentador, pues él solo guardaba resentimiento.

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—Incluso si eres considerado un adulto para el estado....¡Sigues siendo un niño, Subaru!

No, no echaba de menos para nada los gritos mandones de Reiji. Se veía tan tenso que sus dientes chispeaban de chocarlos tan fuerte.

Apenas lo vió parado cerca de la puerta, estuvo a punto de sonreír  y darle el buen saludo después de mucho tiempo sin verlo, eso notó; más se vió frustrado al mirar con horror sus pies paseando por su impecable piso recién encerado.

¿Por qué se sorprendía? Toda la vida fue así.

—¡Te he dicho que cada vez que vengas a la casa te quites esas botas!

—Y tu nunca vas a dejar de ser un viejo. Te van a salir arrugas antes de tiempo.

No es como si esperara después de tres meses una bienvenida fraternal de besos y abrazos, pero tampoco esperaba un escándalo exagerado. Para él ensuciar con barro el pasillo hacia el vestíbulo era como una madre que recién trapeaba el piso.

—¿Y tú con quién crees que estás hablando? Más te conviene comportarte. No soy el inútil de Shu para que me llames viejo, ni tus soldados para que me hables a tu antojo.

El albedrío del abandono - © Ruki Mukami.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora