C i n c o

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24 de abril.

Es inevitable. Kou-kun se acerca muy a menudo a mi. La conversación en ocasiones continúa al tope de la  normalidad como tambien están las que lo hacen desde un inicio.

Pero de alguna u otra manera, Ruki-kun se las ingeniaba para intervenir. Era mi salvación y mi ruina al mismo tiempo si culminaba con castigos de todas formas. Me apresa el temor acercarme a sus hermanos.

Aunque Azusa-kun no es tan malo, me trae consecuencias si Ruki-kun malinterpreta todo.

Este hombre no era tan posesivo como Ayato-kun a pesar de que sus palabras sean similares.

Era muy raro, muy raro cuando me defendía y no dictaba ninguna sentencia, tanto que desorientan mis propias emociones.

No hay día que no deba ser cuidadosa hasta para respirar fuera del jardín. Ese chico de cara llamativa de revistas era razón para ser la víctima de su hermano, e incluso de sus seguidoras en el instituto que me molestan con constancia.

No me sorprende en nada los calumnias repetitivas. Yo soy.... "Una prostituta con buena racha."  Chicos de estatus social reconocidos, jóvenes guapos, con dinero; eso era para ellos la buena racha. Y si Kou Mukami se incluía, entonces se multiplicaba por diez.

Es fácil denigrar a la gente a sus espaldas.

Desde el día en que Kou-kun me pidió meterme a su cama por el ramo de flores que llevó, lo supe: Sería una de mis mayores alarmas en esta casa. Fui muy ilusa creer que lo hacía sin ningún lucro, que su acción era sincera.

Su actitud cambiante es espeluznante. ¿Cómo puede sonreír así? Siento envia.

¿Desde cuándo no he vuelto yo a sonreír como antes? Si tan solo, Ruki-kun comprendiera que no tengo ninguna aspiración de acabar con su impaciencia, o provocarle arranques de cólera.

¿Cómo explicarle que no soy yo?

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—¡Basta Ruki, Suéltalo!

El tirón de Yuma porfin había liberado a su víctima de agresión.

Con los dientes apretados, sacudiéndose violentamente de la presión de su saco. Se deleitaba como su hermano menor procuraba recobrar el aire de sus pulmones, sosteniendo su cuerpo tiritando contra la pared y el auxilio de Azusa.

—¿Kou, estás bien?

—S-si no es nada. —Respondió el chico sobando su maltratada nuca.

Fue una costumbre de que Ruki ya no cocinara más seguido para todos. Ni tiempo, ni voluntad tenían para hacerlo, así que a Kou se le ocurrió pedirla por domicilio, tomándose la libertad de escoger los platillos favoritos de sus hermanos que ya conocía.

El albedrío del abandono - © Ruki Mukami.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora