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Capítulo 10:         ~Rosas negras~

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~Alanna

La noche fue demasiado buena para mi sorpresa. Normalmente no es de mi agrado salir con mis amigos de fiesta y suelo quedarme sola en el rincón más lejano del club con tal de pasar desapercibida. Pero, debo admitir que en este nuevo lugar me lo pasé bastante bien, y me lo habría pasado mejor si no hubiese sido por la intervención de mi hermano mayor.

Estaba siendo una gran noche con los chicos, aunque la que más me sorprendió fue Luce. Parecía otra completamente distinta a cuando llegó, no dejaba de insistir en bailar juntas y fue así como empezó todo. Tras las súplicas de Luce terminé cediendo y no tardó más de un minuto en llevarnos a la pista de baile con los demás, todo iba bien al principio. No acostumbro a bailar pero los chicos procuraron que no me sintiese tan incómoda entre tanta gente. Jorge, el primo de mi amiga Tania, agarró a Luce por la cintura pegándose a ella y Luce al no reconocer a Jorge, empujó a este demasiado incómoda por tanta cercanía, pero para cuando lo reconoció el caos ya se había desatado.

Nadie sabe cuándo, ni cómo, ni de dónde salió Dillan, pero, de un segundo a otro, nuestro amigo estaba en el suelo con la bestia de mi hermano encima de él. Y así es como hemos pasado de estar en la pista de baile a estar sentados en el coche de Dillan de camino a casa, sumidos en el más incómodo silencio.

Dillan aparca el coche delante de nuestra casa, quedándonos todos en silencio sin hacer ninguna clase de movimiento y así no romper la tensión. Conozco bien a mi hermano, estando molesto es como una bomba de relojería, y ahora mismo juraría que quiere matar a alguien.

Sus manos no dejan de apretar el volante con gran fuerza y todo su cuerpo está tenso, sin embargo, quien más llama mi atención es Luce. No deja de temblar contra el asiento y se acongoja al máximo contra el asiento, intentando pasar desapercibida, tiene miedo.

Resoplo irritada por la actitud de ambos e intento salir del coche para no tener que oír la charla innecesaria de mi hermano, pero este es más rápido que yo y bloquea las puertas.

- ¿Qué narices haces Dillan? - escupo irritada- Abre la puerta.

- La próxima vez que queráis jugar a ser mayores- dice con voz completamente calmada, a diferencia de su cuerpo- hacerlo bien- termina la frase con un tono demasiado gélido, mi cuerpo se congela en su sitio cuando Dillan mira a Luce – es siempre lo mismo- dice en un susurro casi imperceptible, aunque eso no evita que yo lo oiga y juraría que no me lo dice exactamente a mi.

Su mirada es fría como el hielo, hay tanta ira en sus ojos que lo único que me deja tranquila, es saber que su ira no es hacia mí por muy mal que suene. Luce no sube la mirada de sus piernas, como si ya supiese lo que encontrará al hacerlo, como si supiera que algo pasará si lo mira.

Tras unos segundos que se convierten en horas en un silencio tan incómodo, Dillan quita el seguro al coche y Luce sale corriendo como una cobarde en el instante en el que Dillan deja de mirarla. Mi hermano, en cambio, agarra su móvil completamente tranquilo, como si nada hubiera pasado.

- ¿Quién se cree que es? - maldigo irritada.

Salgo del coche molesta y azoto la puerta para dejarle claro que esta discusión no la ha ganado él. El coche de Dillan arranca dejándome sola en medio de la calle, una calle demasiado oscura y solitaria a decir verdad, le resto importancia a eso centrando mi atención en esos dos.

La maldición del deseo, Angelo Caduto. [ 1º Trilogía Caduto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora