- Caída -

53 13 0
                                    



Jungkook

Abro los ojos y hay oscuridad por todas partes. Tan profunda y fría como un aliento que en lugar de ser exhalado pretende absorber todo cuanto hay dentro.

Despierto y estoy cayendo. Siento el cosquilleo en las extremidades y el estómago. Una sensación inconfundible que experimentara en algún momento, difícil de encontrar entre tantas imágenes que empiezan a aparecer en mi mente, vacía hasta hace instantes.

Doy un giro y compruebo que tengo movilidad y que mi cuerpo es ligero, pero consistente.

Voy un paso más allá y descubro que hay fallas, como por ejemplo: no necesito respirar, o que en una atmósfera gravitada no siento el efecto de la presión en los oídos, a pesar de que sigo cayendo.

Hago dos giros en círculo y pongo a prueba las habilidades de mi cuerpo, que se siente como nuevo.

Obedece.

Una extraña sensación de liberación comienza a surgir en algún lugar profundo de mi.

Extiendo mis brazos hacia la oscuridad circundante e invoco a Dios. Carcajeo asombrado por la manera en que mis palabras se han transformado en melodía al salir. Así es que sigo riendo y gritando palabras al azar y más música sale de mi, como si un nuevo lenguaje acabara de ser inventado.

Se me acaba de ocurrir que si soy capaz de encontrar las palabras correctas podría dedicarme a escribir canciones.

Quedo maravillado.

¡Oh! Y aquí está otro descubrimiento: tengo un género aunque no pueda sentir mis órganos.

Recuerdo el miedo como una de las primeras emociones que debí enfrentar. Quiero pretender que no está ahí, pero mi instinto de conservación es fuerte y me pone en alerta. Comprendo que me estoy acercando.

Ahora diviso, como en un caleidoscopio, colores nunca antes vistos, que se nublan en la medida en el temor al impacto crece.

Abajo se han agrupado en cuadrantes perfectos los edificios de una ciudad.

Es momento de cerrar los ojos, lo que significa que volveré a dormir. Han sido muchas las advertencias sobre el trauma que ocasiona experimentar una caída.

Entonces obedezco.

Cierro los ojos y me entrego al vacío, a la oscuridad absoluta, a Dios.

Hay sólo vacío hasta que me despierta el sonido de tu voz, tan agradable y suave que se asemeja a las melodías que salen de mi. Ahí estás, con una mirada curiosa y el rostro embadurnado de algodón de azúcar, apartando él cabello de mis ojos.

Así queda establecida mi primera meta en este nuevo lugar. Tú.

𝙳𝙴𝚂𝚃𝙸𝙽𝙾 ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora