La huidaNo recuerdo haber corrido tanto como esa noche. Desfallecía mientras intentaba alejarme de los gritos de mi padre y del llanto de mi madre. Un mes. Treinta días peleando sin parar hasta que mi padre nos llevó a esa cabaña en medio de la nada y confesó lo que ya mi madre sabía desde el día uno de iniciada la contienda.
—Estoy con Beth. Está embarazada y quiero criar a mi hijo a su lado.
Mi madre cortaba frutas para el ponche de después de la cena y el cuchillo se resbaló de su mano y fue a parar de punta en la pared de enfrente, pasando a dos centímetros de la oreja de mi padre. Comprensible cuando Beth ha sido su mejor amiga desde la universidad.
Si pienso a la ligera esta es la única navidad que no nos acompañó. No pregunté por qué estábamos viajando sin ella porque son asuntos que a los niños no le cuentan aunque pregunten. Beth me caía bien. Siempre fue amable y se ocupó de mi cuando mi madre tuvo aquella crisis post parto. Decía que debí ser su bebé, por lo lindo que era. Quién sabe si desde esa época ya ambicionaba el matrimonio de otros y por eso tantas atenciones.
Cuando se trata de huir uno no se detiene a calcular lo que le espera al otro lado de esa puerta que acaba de cerrarse a espaldas. Sólo piensa en escapar de la vida que lleva, de los errores cometidos o del pasado. Mi padre estaba escapando de nosotros. Resumió su abandono en una frase que nos dejaría a mi madre y a mi condenados a una familia rota, dos huérfanos sin rumbo. Ella no es nada sin él, lo sé yo que sólo tengo trece años, lo saben ellos y quien lo sabía mejor que todos nosotros era Beth.
Nos abandona y yo decidí abandonarlos a ambos antes. Me alejé de la cabaña al oscurecer corriendo como un hereje perseguido por la Inquisición. Un ser que corre por su vida y que la nieve a la altura de las rodillas no logra detener. El viento helado propio de la estación y de estas montañas a donde la gente viene a esquiar en invierno, azota mi cuerpo desprovisto de las capas de ropa apropiadas para soportar tal inclemencia. Adentro ardía la chimenea con madera olorosa. Habíamos decorado con villancicos y mi madre había colgado muérdago en la sala para besarnos a la media noche. Todo un montaje que mi padre presenció sin rezago de culpa en el rostro. Todo un día fingiendo que las cosas podrían volver a estar bien, hasta que al oscurecer no pudo soportarlo más y resumió el motivo de aquella navidad solos. Una despedida.
No me detuve a pensar en lo oscuro que es un bosque montañoso o lo frío que puede llegar a ser un invierno. Huí del dolor. Un padre que te deshecha como el envoltorio de dulce que acabas de echarte a la boca, no puede ser peor que ser mordido por una trampa para osos. Mi tobillo sangrando y el ardor de los hierros oxidados que se cerraron en mis huesos no son comparables aún a la herida que causaron sus palabras. Quiere criar a su hijo. Al otro, a ese que aún no ha nacido. Nos está abandonando por alguien que aún no ha llegado al mundo.
La trampa debió cerrarse en mi cuello. Debió ser uno de esos lazos que cuelgan de los árboles para atrapar ladrones. Habría muerto y no estaría pensando en consolar a la pobre de mi madre o en todas esas palabras que no le dije a él porque fui cobarde y huí antes de encararlo, antes de pedirle que se quedara.
"No quiero perderte, papá". Una frase como esa habría funcionado para que al menos se encogiera a mi altura y me dirigiera una mirada llena de lástima. Quizás eso habría retrasado su plan o quien sabe si hasta lo habría hecho desistir. No derramé una sola lágrima, sólo le di una mirada llena de odio antes de irme, que ni siquiera advirtió porque su atención estaba puesta en esquivar todo cuanto mi madre alcanzó a lanzar por los aires.
Temo por mi vida. No por esta que me mantiene preso en una trampa para animales salvajes, sino la que me espera sin él. Mi madre...ella...sé que no lo soportará. Mis ojos se cierran a la oscuridad. Es mejor morir ahora de una vez, que esperar una muerte lenta que nos llevará pedazo a pedazo. Cada competencia sin él ahí para animarme, cada cumpleaños soplando las velas solo y ni mencionar las navidades. Mi madre apagará las luces de toda la casa y ese día no cenaremos. Apuesto a que tampoco me permitirá visitar a los abuelos, aunque ellos nada tienen que ver con que su hijo sea un cabeza hueca, que no fue capaz de mantener dos familias, como hizo el abuelo.

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𝙳𝙴𝚂𝚃𝙸𝙽𝙾 ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••
Ficção Científica"13 r𝚎𝚕𝚊𝚝𝚘𝚜 𝚕𝚘𝚌𝚘𝚜... 𝚙𝚘𝚛𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚊𝚍𝚊 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘 𝚙𝚘𝚍𝚛𝚒́𝚊 𝚜𝚊𝚕𝚒𝚛 𝚍𝚎 𝚖𝚒́"