- Primer amor -

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Jungkook

No consigo desprenderme de los recuerdos de ese verano de 1987; las mejores vacaciones de toda mi vida.

Su imagen ya no es nítida como solía ser antes, porque se han desvanecido los detalles con el paso de los años. Llegué incluso a inscribirme en clases de pintura al volver, con el afán de hacer un retrato de su rostro que me permitiera recordarlo. Sabía que terminaría olvidando su mirada tímida perdida en la mía, sus labios húmedos y suplicantes, sus mejillas ardiendo cada vez que me le acercaba de manera inocente, pero descarada. Ahora sólo mis sentimientos permanecen.

Sabíamos lo que sentíamos, porque un hombre aunque tenga diesisiete sabe lo que siente.

No había a quien culpar sobre lo que nos estaba pasando. No podría decir que fue él quien metió aquellas cosas raras en mi cabeza, porque era yo quien lo perseguía, aunque él tampoco dio muestras de querer que me detuviera. Ese atardecer en que casi nos besamos quema mi alma como una llama perenne. No me permite vivir la vida que tengo a plenitud. No me deja ser feliz.

He pensado tanto en lo que habría sucedido de habernos besado aquella tarde, en lo que habría pasado con nosotros si su padre no nos hubiera sorprendido y lo hubiera arrastrado lejos de allí.

Aquella playa se volvió un lugar innombrable el resto del verano. No volví a salir de la casa en los días siguientes hasta que finalizaron nuestras vacaciones y volvíamos a la ciudad. Pasé el último de los días frente a su casa, esperando que se abriera una puerta y alguien entrara o saliera, alguna señal de que seguía allí.

Necesitaba despedirme de él. Necesitaba decirle que vendría el próximo verano, que mis sentimientos eran reales. Me habría atrevido a decirle que jamás me había sentido así por nadie, que nunca más mis manos se pondrían así de heladas, que nadie volvería a acelerar mi corazón de esa manera, que jamás tendría tanto miedo a no volver a ver a alguien otra vez.



No era mi primer amor, ni siquiera el tercero. Tenía una lista de novias en la escuela que sobrepasaba las veinte. Los inicios de curso eran los mejores, pero ese año llegué a la escuela apático y solitario, malhumorado con mis amigos que no dejaban de hablar de sus vacaciones en Grecia. Allí estuve y no estuve todos los días de ese curso, en una orilla del bullicioso grupo con un nudo en la garganta, sin poder contarle a nadie que me moría de amor. Nada era comparable a él, al sonido de su risa cuando era yo quien le contaba chistes.

—¿Por qué eres tan lindo? —me atreví a preguntarle un día de forma repentina. Él se encogió apenado y dejó de reír al instante.

Esa tarde caminamos por la orilla de la playa hasta que anocheció y los mosquitos nos hicieron echar a correr. Hablamos de tantas cosas que jamás había podido hablar con otros. Nos dimos cuenta de que teníamos tanto en común que parecía imposible. Éramos como dos gotas de la misma agua.





Hoy es uno de esos días críticos en que me cuestiono si vale la pena la vida que elegí. Me convertí en profesor de arte de la escuela donde acabé la preparatoria. Me casé con la mujer que mis padres escogieron para mí. Tuve dos hijos preciosos a los que amo más que a nada, sin embargo, no dejo de cuestionar.



Después de diez años he decidido volver a ese lugar donde mi vida se detuvo. No soy más un niño asustado que se deja manipular por los prejuicios. Ahora también son otros los tiempos y la gente es más tolerante. Creo ser el hombre que sabe lo que quiere y que está dispuesto a renunciar a todo por él.

Estoy de pie frente a su puerta sin atreverme a tocar, poniendo atención a su plática con alguien a través del teléfono desde hace tres cuartos de hora. La persona al otro lado de la línea lo hace reír demasiado y tal cosa me llena de celos, que apenas logro confundir con el arrepentimiento de haber llegado tan tarde. Es ridículo aparecerme aquí después de tanto. Quizás tiene una familia también. Mis oídos han empezado a zumbar y la cabeza a darme vueltas ante la idea de que quizás ni siquiera me recuerda.

Quiero meterme en el mar y dejar que sus aguas me devoren. Sería más fácil que aparecer ante él después de diez años y decirle que es el amor de mi vida, porque jamás logré dejarlo ir.

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𝙳𝙴𝚂𝚃𝙸𝙽𝙾 ••𝗄𝗈𝗈𝗄𝗆𝗂𝗇••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora