CAPÍTULO 7

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PASADO

La mente de Arissa no dejaba de volar, y le resultó difícil contener la sonrisa, ni siquiera delante de su abuela, quien estaba terminando de arreglar un pantalón que le habían encomendado. Ari se pinchó el dedo con una de sus agujas sin fuerza, inclinando la cabeza, viendo como la piel de hundía muy ligeramente con la presión, pero sin llegar a herirse ni siquiera un poco. Incluso cuando su abuela se la quitó de la mano no logró mirarla con reproche, solo le devolvió una mirada y una sonrisa de feliz cumpleaños. La mujer de pelo corto y blanco frunció el ceño al verla, negando con la cabeza. Arissa deslizó sobre la mesa el cuaderno que tenía a su lado, y buscó la página que tenía señalizada con una nueva novela, y con una lapicera comenzó a hacer anotaciones, tachando, escribiendo por encima. Tal vez luego le costara interpretar sus propias anotaciones, pero no le importó demasiado, sentía que tenía que volcar todo eso que le daba la sensación de que su cabeza explotaría. Se imaginó que su cráneo eran una escollera, y su imaginación el mar rompiendo con violencia contra los bordes de éste al no poder librarse. Esa era la descripción más acertada que Arissa podía tener para explicar la sensación que tenía.

—¿Puedo saber por qué estás tan feliz? —inquirió su abuela, en una pregunta al pasar, sin siquiera mirarla. La anciana ya la conocía, y consideraba a Arissa como la más transparente de los tres hermanos. Apenas levantó la vista unos segundos por encima de sus anteojos de medialuna.

—Siempre estoy feliz —replicó Ari, apoyándose en el respaldo de la silla, levantando la cabeza, y moviendo los dedos en el borde de sus hojas, deslizándolas, mordiéndose el labio, conteniendo un poco esa sonrisa que quería seguir escapándosele.

—Ajá... —suspiró la mujer, y le tocó la cabeza con cariño. Sí, Arissa era una chica que irradiaba felicidad, pero ese día, algo era diferente. Ella estaba distinta, más luminosa, más sonriente, y también más distraída. Y su abuela lo percibió con facilidad, aunque, la verdad era que cualquiera podía ser capaz de darse cuenta.

Arissa miró el teléfono, y la pantalla se encendió solo mostrando la hora. Ninguna notificación, ningún aviso de algún mensaje. Después de que los sacaron a ella y a Willem de las camas elásticas por haber estado demasiado tiempo, él la llevó a su casa, pero antes de que ella se bajara del auto, ella tomó la iniciativa de agarrar el celular de él y agendarse su propio número. Descarada. Pensó en que tal vez él tendría ganas y le escribiría, al menos para que a ella le quedara registrado el número. De haberlo tenido, de seguro ya lo hubiera apabullado con emojis y gifs. Se levantó de donde estaba, acomodó las cosas de costura que dejó su abuela para que tuviera menos que hacer, limpió su espacio de trabajo, y se dirigió a la habitación que era de su madre en su momento, y que en esos momentos tenía que compartir con Aidan, quien en ese instante estaría entrenando, o haciendo sus cursos y capacitaciones. Se sentó en la cama en la que ella dormía, la que estaba pegada contra la pared, apoyó la espalda en ésta, y agarró la notebook que había dejado apagada sobre una bandeja junto a la almohada. La apoyó en sus rodillas, y abrió el cuaderno, en donde había estado trabajando, y lo apoyó a un costado, en una posición que le resultara cómoda para ir echando vistazos de a ratos.

Los dedos de Arissa fluyeron sobre las teclas ya gastadas, deslizándose con velocidad. Su ceño estaba fruncido por la concentración, a la vez que sonaban algunas de sus canciones favoritas en su celular. Justo en ese momento, sonó la canción que le recordaba a Romeo y Julieta, la que Willem la escuchó cantar en la librería la primera vez que se vieron. Era una técnica infalible para disparar su imaginación, aunque también le era difícil, sus pensamientos iban demasiado rápido, y sus manos muy lentas. Volcó una buena cantidad de palabras, hasta que se distrajo cuando la música se detuvo, para darle lugar al timbre de mensaje recibido. Arissa guardó el archivo antes de estirar la mano y echar un vistazo. Sonrió al instante.

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