PRESENTE
Felicidad. Sí, eso fue lo que Willem sintió con la reacción de Arissa. Sí, al principio se asustó al ver su cambio de actitud, y su desesperación para que frenara y bajarse del auto. Pero al escuchar el motivo por el que lo hizo, no pudo evitar que su pecho se inflara de felicidad. Era solo un detalle, pero a él le bastó. Era una señal, una muy minúscula, de que su Arissa, esa que tanto recordaba y extrañaba, estaba ahí, en algún lugar, escondida de él y del mundo. Una bocanada de aire fresco, una corriente eléctrica. Willem vio como las manos de Arissa se abrían y cerraban a los costados de su cuerpo. Sí, seguía tensa, y seguramente muy nerviosa. Willem supuso que ella intentaba por todos los medios mantener a su antigua energía dentro, tapada y escondida, pero ésta cada vez cobraba más fuerza para darse a conocer. Le gustó pensar que era por él.
Quiso hablar, decirle algo, pero tuvo la impresión de que, si abría la boca, simplemente lo arruinaría, todo se echaría a perder, y ese gran avance, no era algo que esperaba ni siquiera cuando la invitó a salir. Por su mente pasaron varias ideas, pero ninguna lo convencía, hasta que... sonrió. Arissa lo vio con curiosidad cuando él se alejó un poco de ella, abrió la puerta del auto, la que le quedaba más cerca, se arrodilló en el asiento, sacó su celular del bolsillo, hurgueteó hasta encontrar un cable, y lo conectó. Buscó en una aplicación y subió el volumen.
La música comenzó a sonar al azar, despacio, pero lo suficientemente alto para que ellos desde la vereda pudieran escuchar. Cuando Willem se enderezó y salió del auto, no cerró la puerta, y notó que Arissa se había acercado a él unos pasos más, tal vez por la curiosidad de saber qué es lo que él haría. Él le sonrió, levantando ligeramente los hombros, y continuó acortando las distancias. Temió que ella volviera a retroceder, como un animal asustado, pero no, se mantuvo en su lugar.
—Siento que las palabras no nos ayudan últimamente... Por eso, no hablemos... —extendió las manos hacia ella, despacio—. Mejor bailemos.
Willem vio que ella dudó un momento, y volvió a humedecerse los labios, hasta que finalmente dio otro paso hacia él, y deslizó las manos por las suyas, primero en un contacto despacio, y luego Willem sintió la firmeza de sus manos contra las suyas. Algo en él se removió, y se dio cuenta que, revolvió recuerdos, pero también emociones nuevas. Volvía a brotar ese amor hacia Arissa como una flor marchitada a la que comenzaban a darle un poco de agua para que se recuperara.
Iluminados por las farolas de la calle, por las luces de los autos cada vez que pasaban, Arissa se acercó un poco más, apoyando las manos en sus hombros, y Willem dejó las manos en su cintura. Y entonces comenzaron a moverse, él se ocupó de llevarla a un ritmo lento y cómodo, en el que tuvieran el tiempo y la distancia necesaria para verse a los ojos, algo que él extrañó muchísimo... Ver sus ojos claros, y que éstos se queden viéndolo sin ningún motivo, cristalinos, brillantes y traviesos. Les faltaba un poco de chispa, pero eran los mismos ojos que lo envolvían y lo volvían loco de amor.
Con el paso de los minutos, Willem percibió que ella comenzó a relajarse cada vez más, y eso hacía que él también lo hiciera. Incluso ya se volvió imposible intentar ocultar los amagos de sonrisas que se les escapaban. A ella le costaba más mantenerla, pero Willem no dejó de sonreír en ningún momento, no le importaba que ella viera lo feliz que estaba siendo en ese mismo instante. En el estribillo de la canción que estaba sonando, Willem la hizo girar, y ella se movió, para volver a pegarse contra su pecho otra vez. Sus manos solían agarrarse, o ella las apoyaba en él, eso iba variando, pero era lo de menos, mientras ambos pudieran estar en contacto con el otro.
—Dame un segundo —le dijo Arissa, separándose para irse a sentarse en el asiento con una mueca de dolor. Willem la ayudó sosteniendo su mano, y la observó quitarse los zapatos y tirarlos al suelo del auto. Soltó un suspiro de alivio en cuanto sus pies estuvieron al aire y librados de esos tacos. Sí, ella tenía bastante más altura, pero a Willem le gustaba más la diferencia de altura que ambos tenían. Le gustaba su altura, y todo de ella. Arissa se pasó la mano por la frente—. Qué ganas de una cerveza... —comentó, y entonces se levantó de un salto, con los pies en el borde del auto, agarrándose del techo, para ver a su alrededor. Willem estiró las manos, dudoso de si tenía que sostenerla, o que quizás se tropezaría—. Allá hay un kiosco, ¿no? —preguntó, y Willem tuvo que concentrarse.
—Sí. ¿Querés que vaya a...?
—No —lo cortó Arissa, quien volvió a sentarse en el asiento. Se puso los zapatos con una velocidad impresionante, mascullando para sí misma—. Solo son unos minutos más de esta tortura medieval —miró a Willem, enderezándose, y colgándose su cartera—. Espera acá —lo apuntó con el dedo, y fue más una orden que una petición. Willem la vio alejarse, no tan delicada por el dolor que probablemente tenía en los pies, pero aun así, su pelo negro confundiéndose con la noche y el viento. Tuvo que volver a meterse en el auto para no verla como un acosador. De a ratos podía ver a su antigua Arissa, y eso le encantaba, aunque también algunos rasgos que cambiaron en ella, para su sorpresa, también le estaban gustando.
Willem supo que ella estaba volviendo porque escuchó el sonido de los tacos apurados. Se asomó desde donde estaba sentado, y volvió a dejarle el lugar para que se sentara. Ella le dio un pack de cervezas, y otra vez se quitó los zapatos. Willem se sentó a su lado, en el borde del piso del auto, con las piernas hacia afuera. Apoyó el pack, y lo abrió. Le dio uno, y se abrió otro para él. No dijeron nada, pero miradas fugitivas y tímidas se escapaban entre ambos, sus labios también amenazaban con demostrar sonrisas de complicidad, y Willem no se pudo sentir más feliz. La música siguió sonando, y cuando él quiso llevarse la lata a los labios, Arissa habló, interrumpiéndolo.
— ¿Brindamos? —le preguntó, mirando la lata que ella tenía entre ambas manos. Willem se le quedó viendo la cara, y supuso que si no estuviera oscuro, de seguro la vería sonrojada. Se sentía demasiado bien, con ella a su lado, haciendo algo tan simple como escuchar música, tomar una cerveza, sin ningún lugar caro ni refinado, simplemente sentados en el auto, relajados, así siempre fue lo de ellos, y quizás era lo que a Willem más le gustaba. No había trabajo, no había familia problemática, nada que pudiera interrumpir o arruinar esos momentos que, para él, eran tan importantes. Y también, con Arissa era con la única que podía vivirlo. Sí, salió con otras mujeres, pero a todas les interesa otra cosa, les gusta la ropa de marca, ir a lugares importantes, mostrarse frente a los demás, presumir en redes sociales...
—Sí —dijo Willem, pero cuando acercó la lata a la de ella, se detuvo a medio camino, pensativo—. ¿Y por qué brindamos?
Ambos se quedaron un momento, pensando, hasta que, entre tanta música que ya se estaba reproduciendo, justo sonaba el estribillo de una canción que ambos conocían, pero que a pesar de eso, ninguno se dio cuenta en qué momento comenzó a sonar. Willem pareció sorprendido, y ella también, pero hubo una gran complicidad entre las miradas de ambos en ese momento, justo cuando escucharon la misma frase. Rewrite the stars...
— ¿Por reescribir las estrellas? —ambos lo dijeron a la vez, volvieron a sorprenderse de esa conexión que ambos creyeron que había desaparecido con el paso del tiempo, y finalmente dejaron salir esas risas que tenían atascadas en lo más profundo de su ser, al igual que todos sus sentimientos.
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Anhelos Escritos
RomanceÉl, su inspiración. Ella, su anhelo. Amor a primera vista. Romance. Pasión. Sentimientos. Hasta que todo se tuerce, destrozandolos a ambos... Cinco años después, la vida vuelve a cruzar sus caminos. La pasión vuelve a encenderse, el amor florece...