CAPÍTULO 8

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PRESENTE

Un tiempo atrás Willem solía tomar decisiones impulsivas, sin siquiera pensarlas un poco. Imprudente, confiado, seguro. Ningún paso era en falso, a pesar de que a veces las consecuencias no eran las ideales. Pero aquel hombre de treinta y un años era muy diferente. Intentaba pensar cada paso a seguir meticulosamente, tanto en decisiones del trabajo, como de su vida personal. Su mente se había vuelto minuciosa con qué pensamientos dejar entrar, y evaluar todas las posibilidades según la decisión tomada.

Willem se encontraba en su oficina, sentado en uno de los sillones que había antes de llegar al escritorio, inclinado hacia adelante, con los codos en las rodillas, con una taza de café entre las manos. Había intentado utilizar la excusa de tener ganas de tomar uno para que Arissa se acercara otra vez a él, tener la oportunidad de seguir con la conversación en la que ella lo dejó con la palabra en la boca. Pero ella ignoró el llamado, y cuando él se acercó a pedírselo en persona, ella hizo de cuenta que alguien la llamaba, y se alejó de él rapidísimo. Sí, él estuvo destrozado por ella, pero en el fondo quería y necesitaba saber qué es lo que había pasado en el medio, eso que solo ella lo sabía, la angustiaba, y a él lo confundía.

Cuando se decidió, con una idea y un plan fijo en su mente, salió, pero ella ya no estaba en su escritorio. Ya se había marchado, lo supuso al ver que no había papeles ni nada a la vista sobre el escritorio, y la computadora estaba apagada. No se molestó, sabía que era su culpa tomarse tanto tiempo para pensar. Al día siguiente lo haría. Ahora sabía dónde ella trabajaba, y no era ni más ni menos que para él, tenía más de una chance para acercarse.

Al día siguiente, Arissa no se presentó a la oficina. Cuando Willem preguntó al respecto, le informaron que se había pedido el día por no sentirse bien. Willem se pasó la mano por la cara, frustrado, y volvió a encerrarse en su oficina. No quería ver a nadie si no era estrictamente necesario. Para su gran suerte, siempre había asuntos para él que no podían esperar ni un poco. Responsabilidades. Genial.

Otro día de oficina, y Willem volvió a notar que Arissa no se apareció. Ésta vez se incomodó, y tuvo miedo. ¿Y si ella presentaba la renuncia? Por el momento venía teniendo suerte de que solo eran ausencias justificadas, pero... no podía permitirse perderla de vista otra vez, mucho menos con tantas incógnitas, o al menos no sin haberlo intentado. Cuando Willem terminó de firmar los papeles más importantes, y resolver los asuntos más urgentes, se dirigió a recursos humanos, a la computadora. Nadie le dijo nada, ya todos sabían quién era él, y esa era una ventaja en ese momento. Buscó a Arissa en los expedientes de los empleados, y memorizó la dirección. No se le iba a escapar más.

Cuando llegó la hora del almuerzo para los empleados, Willem aprovechó y salió apurado del edificio, sin dar ninguna explicación a nadie, ni siquiera a Judith que más de una vez intentó arrinconarlo en la oficina con excusas triviales. Bajó a la cochera, buscó su auto, y comenzó a manejar. Tenía el corazón en la garganta, pero estaba más que seguro de lo que iba a hacer. Las calles estaban algo transitadas, por lo que optó por seguir calles paralelas en las que el tráfico no estaba tan colapsado. Estacionó, se quitó el saco, y al bajar, se aseguró que el edificio tuviera el número que había leído en el expediente. Lo corroboró dos veces.

Willem tomó aire, respiró profundo, e intentó hacer que su cabeza se detuviera, que no empezara a reproducir todas las escenas que podían o no pasar con aquel asunto. Podía ser un desastre, podría arruinar todo para siempre, podría perderla una vez más, podría no tener respuestas... Se refregó los ojos con una mano, e intentó pensar en el ahora, que aún no pasaba nada, que solamente estaba entrando, que aún no la vio. Como le dijo una psicóloga una vez, no debía adelantarse a cosas que aún no ocurren. Sí, puede pasar lo que él imaginaba, por lo general todo negativo, pero también existía la posibilidad de que pasara algo totalmente diferente, bueno, y que valiera la pena.

Subió por el ascensor, bastante deplorable, pensó, al notar los traqueteos constantes que tenía. Caminó por el pasillo despacio, aunque su corazón latió muy rápido. Llegó a la puerta, y se detuvo. Tomó aire, tragó saliva en más de una oportunidad, hasta que levantó la mano, y sin pensarlo, golpeó. Apretó los labios. Escuchó que en el interior había ruidos. Ella estaba. Arissa estaba ahí, y estaban a solo una puerta de distancia.

Entonces la puerta se abrió, y Willem tuvo la vista perfecta de Arissa, descalza y con medias, con un pijama de lunares rosas, con los auriculares fucsias a modo de vincha sobre su pelo despeinado, y ojos curiosos. Ella dio un salto, como si se hubiera asustado de verlo, y lo primero que atinó, fue a cerrar la puerta. Willem fue más rápido, y la detuvo con la palma de la mano. Le costó, y pensó en que ella había ganado fuerza en el último tiempo.

—No sabía que era tan feo como para que te asustes así —Willem intentó romper con el momento de tensión al notarla a ella nerviosa, tensa, y con los ojos bien abiertos al tenerlo ahí, en la puerta de su departamento. Ella no respondió, se humedeció los labios, e intentó volver a cerrar la puerta. Willem mantuvo la mano firme y no se lo permitió—. No, espera...

—Creí que había sido clara... Además pareces un acosador viniendo a mi departamento—replicó ella, tenía la mandíbula tensa. Willem recordó cuando él deslizaba los dedos por su cara, y la relajaba, también se preguntó si la tocaba en ese momento tendría el mismo efecto. Lo dudó, de seguro acabaría con algún dedo roto—. ¿Cómo supiste donde era? —entrecerró los ojos, y a Willem no le resultó difícil adivinar que ella estaría pensando en cuál de sus amigos había abierto la boca.

—Nadie. Fui a recursos humanos y busqué tu expediente —Arissa frunció el ceño y los labios.

—Acosador —repitió, y Willem sintió un ligero forcejeo con la puerta, pero él no aflojó en ningún momento. Sus dedos se pusieron blancos por la fuerza que hacía contra la madera, y su brazo tembló apenas—. No quiero hablar. Repito: creí que había sido lo suficientemente clara.

—Yo sí. Y solo tengo algo para decir... —Willem se preparó para otro intento de portazo, pero la presión que ella ejercía no se incrementó. Arissa se mantuvo alerta, y atenta a lo que él le decía—. Una cena. Quiero cenar con vos. Hoy mismo. Te paso a buscar —Arissa abrió la boca para responderle, pero antes de que hablara, Willem dio un paso hacia ella, y apoyó los dedos en sus labios, impidiéndolo. Sintió los labios de Arissa cálidos contra la yema de sus dedos, y se esforzó en seguir con el hilo de palabras que tanto había practicado y planificado—. No quiero que me digas nada, no te quiero preguntar nada. Solo quiero que cenemos. Y si en algún momento sin querer toco un tema del que no querés hablar porque no tenes ganas, o por lo que sea... lo entiendo. No te voy a mentir, no es que no me importa, me encantaría saber cada detalle... Pero también voy a respetar tu decisión de no hablar. Asique mi ofrecimiento es, que cenes conmigo, en nombre de los viejos tiempos, y si no te gusta recordarlos, que sea una nueva primera cita. Volver a conocernos... Me doy cuenta que no sos la de antes, por eso quiero conocer a ésta nueva Arissa, a pesar de no saber qué pasó en el medio —Willem tomó aire, estaba expulsando las palabras como una catarata, tenía pánico de una negativa por parte de ella—. No digas que no enseguida, por favor...

El silencio que se extendió entre ambos fue bastante largo. Willem alejó la mano de la cara de ella, con lentitud, pero su otra mano se mantenía contra la puerta, por si acaso. Los ojos de Arissa brillaron, y Willem temió haberse pasado, y que ella se pusiera a llorar delante de él. El nudo en su estómago trepó por su pecho hasta detenerse en su garganta. Y entonces, ella miró hacia abajo, se acomodó un mechón, parpadeando varias veces hacia abajo. Respondió sin mirarlo a los ojos.

—Está bien. Acepto —volvió a mirarlo a los ojos, y él ya tenía una sonrisa esparciéndose por su cara. 

Anhelos EscritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora