CAPÍTULO 9

20 7 0
                                    


PASADO

Willem escuchó el portazo que dio Violeta desde la cocina, y supo que ella se encerraría ahí por las siguientes horas. Cuando la puerta se volviera a abrir, la mesa, la mesada, y los muebles estarían repletos de fuentes con comida, cosas dulces, y quien sabe qué más se le ocurriría intentar hacer. A Willem no le molestaba, porque sabía que ese era el escape que su hermana tenía para cuando estaba triste, enojada, angustiada, o quizás todo eso. Pero Willem no tenía algo así más que intentar trabajar cuando quería escapar del mundo. Quería ignorar a Charles, pero se le hacía difícil, no dejaba de tener ganas de estrangularlo y golpearlo contra una pared para que entrara en razón. Un sentimiento constante dentro suyo.

—Si vas a consumir porquerías, por lo menos ten la decencia de no hacerlo frente a ella. Sabes que no le gusta ver cómo te arruinas la vida —le dijo Willem a su hermano más chico, cuando éste comenzó a intentar golpear la puerta de la cocina luego de que Violeta le dijera unas cuantas verdades en la cara, verdades que a Charles no le gustaba escuchar. Charles se giró para verlo, furioso. Caminó hacia él, y de un manotazo le tiró la carpeta que Willem traía entre las manos. Willem apretó los dientes y contó hasta mil mentalmente para evitar darle un puñetazo en la nariz y rompérsela, o tal vez golpearlo hasta partirle algún hueso. No lo hacía, porque era consciente que no quería convertirse en la misma escoria que su hermano.

—¿Y qué te metes? No es asunto tuyo —Willem apretó las manos a los costados de su cuerpo, tomó aire, y lo soltó despacio por la nariz, buscando serenarse.

—Me meto porque, a diferencia de vos, yo sí quiero a Violeta, y nunca se me cruzaría algo por la cabeza que pudiera herirla —Willem se agachó, y, mascullando algunos insultos, juntó del piso la carpeta de papeles que tenía que presentar—. Y otra diferencia, es que, a mí, la familia me importa, al igual que trabajar para que la empresa salga adelante.

Charles hizo un gesto con la boca, chasqueando la lengua, antes de caminar junto a él, chocar el hombro de su hermano con fuerza, y seguir de largo hacia la puerta. Willem soltó un bufido, se negaba a mostrarle a Violeta que en realidad le afectaba y dolían las actitudes de Charles, aunque no debía sorprenderle. Charles al terminar el secundario, había comenzado a dar sus primeros pasos en la empresa, junto a sus hermanos y su padre, pero al poco tiempo al comenzar a tener su propia plata, comenzó a despilfarrarla en cualquier cosa, como en mujeres, en la noche, en la bebida, y un par de cosas más. La que casi logró sacarlo de todo eso, fue su madre, pero cuando falleció, Charles pareció desbarrancar por completo. Violeta había intentado en más de una ocasión ayudarle, más de lo que Willem y su padre hicieron, pero Charles estaba negado a recibir ayuda alguna. No les había quedado más remedio que apartarlo de la empresa para que ésta continuara su rumbo y no se viera manchada con las cosas que Charles hacía.

Willem se sentó en uno de los sillones de la casa, pasándose la mano por la cara. No le molestaba tener a su hermana ahí, aunque era algo temporal, no le importaría si fuera permanente, pero Charles se instaló en el lugar como si se tratara también de su lugar, y todo porque su padre tampoco lo quería tener cerca por todas las malas decisiones que tomó. Willem solía sentirse un estúpido por no tener los pantalones puestos como para echarlo de una patada, pero en el fondo, no dejaba de tener la esperanza de que algún día, él recapacitara, y le diera un giro a su vida. Tal vez estaba a tiempo. Tal vez.

Comenzó a sentir olor a quemado proveniente de la cocina, y tuvo que contener una sonrisa. Por suerte Willem era experto en pedir comida a domicilio. Apoyó la carpeta sobre la mesita ratona, y le echó un vistazo, para que todo estuviera en orden, que nada se haya salido de su lugar después del gesto infantil de Charles, y revisó todo, una vez más, para asegurarse de que todo lo que él hizo estaba correcto. Cerró la carpeta, y miró el celular que estaba a un lado. Lo desbloqueó, y entró en el chat con el que había estado mensajeándose en el último tiempo. No había podido verla, pero Arissa no hacía otra cosa que hacerle compañía a través de mensajes, de audios, y de fotos graciosas. Entró en los archivos del chat, y abrió la foto que ella sacó antes de entrar en la bendita pista de kartings. Ni en un millón de años Willem se hubiera imaginado que él era tan blando para que lo convencieran de ciertas cosas. Tal vez en el fondo, quería rememorar ciertos momentos de su vida en los que había sido feliz, y no había encontrado mejor compañía para eso que Arissa. En pocos días, se había vuelto importante, ella aparecía en sus pensamientos en los momentos más inoportunos, en el trabajo, mientras manejaba, y hasta en la ducha.

Anhelos EscritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora