Había un ligero sonido que atravesaba las gruesas paredes que dividían la habitación, como si una avecilla batiera sus alas de un lado a otro. Era un aleteo sutil, pero constante que lo distraía, este sonido no pertenecía a ninguna ave, era en realidad el bombeo rápido y tentador de un corazón: el corazón del príncipe.
Luego del incidente del gran salón, Bakugou se había recluido en sus aposentos. Sabía que el pequeño teatro que había montado hace un momento había sido una equivocación. En Valaquia las liras y los violines no solían deleitar a nadie en el palacio, los bailes eran considerados molestas reuniones sociales que él no estaba dispuesto a sufrir, pero había hecho una excepción esa noche, y aunque solo fueron ellos dos, fue una excepción que nunca debió hacer.
Quería que el príncipe de Moldavia tuviese una excusa para bajar su guardia. Quizás ofrecerle algo más alegre y parecido a lo que estaba acostumbrado en su tierra natal. Eijiro también había insistido en que sería lo mejor, una manera en que el príncipe se sintiera menos como un prisionero y más como un invitado.
El vínculo atravesó su cabeza y sintió como el fino hilo se tensaba llamándolo con fuerza. Había estado a punto de tomar los labios que lo tentaban como ambrosía, pero, en cambio, el ardor del rechazo fue todo lo que recibió. Sus dedos se hundieron en el escritorio y el sonido hueco de la madera se volvió un crujido cuando este cedió a su agarre.
Un par de astillas salieron volando y trató de acompasar su respiración. Sus instintos estaban al límite; el deseo era demasiado espeso, la sed se volvió cruda, la ofensa del rechazo se afincaba y la tentación de ir y tomar lo que consideraba suyo era excesivamente grande.
No podía, lo sabía y eso lo estaba matando.
Su atención recayó entonces en el escritorio. Abrió el cajón del lado derecho y sacó el pequeño diario de Deku. Estaba tan frustrado que su sien palpitaba.
Era ridículo, no iba a conseguir nada en ese estado de conmoción. Respiró pausadamente y dejó que su ritmo se relentizara.
Bien. Abrió el diario y se adentró en los pensamientos del mocoso. Debía de haber algo sustancial, algo que le permitiera tomar ventaja. Ojeó una a una las páginas, absorbiendo todo, empapándose.
Idealismo y más idealismo fue lo que encontró, plasmado con palabras simples e incluso hasta poéticas. Su cien volvió a palpitar. Odiaba la ingenuidad, y por un demonio, Deku tenía que ser el mocoso más honesto, romántico y exasperante de este mundo.
Suspiró con cansancio. Izuku Midoriya era la clase de persona que antepondría las necesidades de los demás a las propias. Amaba fervientemente a su pueblo, y Bakugou estaba seguro de que su escape de Moldavia respondía a intereses más profundos que solo conocer el mundo. Había un intenso sentido del deber, y entre líneas se podían palpar sus preocupaciones. Era joven, inexperto y a diferencia de muchos otros estaba consciente de eso. Quizás esa fue una de las razones por las que se fue desde un inicio.
Cerró la fuente de esos pensamientos y volvió a guardarlo con llave.
El corazón del príncipe sería su perdición.
«El corazón del príncipe era su debilidad».
Le había jurado a Deku que lo protegería del mundo.
Llamó a Eijiro. Tenía un plan.
**
Midoriya no había podido dormir en toda la noche. El vínculo empezaba a sentirse como si un tizón ardiera constantemente en su pecho. Era una sensación inquietante y no lo dejaba pensar con claridad.
Entreabrió los ojos, la luz amarillenta ya empezaba a colarse por la habitación y se cubrió la cabeza con una gruesa manta para refugiarse de ella.
—Buenos días, su alteza —la voz de Eijiro llegó junto con el aroma de los panecillos y del té dulce.
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Valaquia [KatsuDeku]
Fanfiction❝ Algo dentro de él gritando; mío, mío, mío. Hasta que divisó al objeto de su deseo: un soldado, un sobreviviente, un maldito príncipe❞ [KatsuDeku] Segundo Lugar en los #BakuDekuAwards2022 Personajes pertenecen a Horikoshi-Sama. Historia de mi autor...