«Izuku, despierta»
Izuku abrió los ojos completamente desorientado, su visión era borrosa y una punzada lo hizo llevar una mano directo a su pecho. Era un dolor profundo, como si un enorme pedazo de hielo se hubiese incrustado justo en el centro de su corazón, apenas conseguía respirar y sus manos temblaban con violencia.
«Kacchan», fue el primer pensamiento que sobrevino a la ráfaga de confusión. Izuku se apoyó como pudo para sentarse, estaba en una especie de carreta y el movimiento inestable agitaba su cuerpo de un lado a otro. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba?
Miró a su alrededor aturdido, había una gran cantidad de personas, la mayoría avanzaban a pie y algunos pocos contaban con caballos, todos parecían llevar algo a cuestas. Niños lloraban mientras eran cargados por sus madres y otros de mayor edad apenas conseguían seguir el paso, varios tenían el rostro manchado de hollín y caminaban con la mirada perdida. Estaba realmente oscuro, pero el flujo de antorchas y lámparas de aceite alumbraba el camino como una fúnebre procesión que se mezclaba entre las sombras del bosque a su alrededor. Olía a sangre y olía a miedo. El corazón de Izuku se estremeció.
—¿Alteza? —Eijiro hizo que Izuku girara la cabeza en dirección a su voz. El vampiro estaba delante guiando la carreta junto a un par de caballos, su vestimenta era sencilla: un traje de dos piezas color gris y un gorro que cubría sus mechones rojizos. Estaba vestido como cualquier hombre del pueblo, incluso su rostro parecía menos solemne, aunque el brillo antinatural de sus ojos era un rasgo difícil de ocultar.
El cambio tan drástico en la apariencia de Eijiro, provocó que Izuku se mirara a sí mismo. Él también estaba vestido de una manera similar, tenía una camisa de algodón y un chaleco de piel gastado, al igual que un pantalón sencillo y unas botas que apenas lo protegían del frío. Estaba cubierto con una frazada de lana, Izuku la empujó e intentó ponerse de pie, pero el balanceo de la carreta solo lo hizo tropezar hacia un costado.
—Permanezca sentado, el camino es muy irregular —le advirtió Eijiro con voz tensa.
Izuku arrugó el ceño.
—¿Dónde estamos? ¿Dónde está Kacchan? —Sabía que no hace mucho había estado en el castillo, lo último que recordaba era la capilla, él y Kacchan estaban a punto de... El vínculo.
Izuku llevó una mano a su cuello, estaba buscando alguna marca, algún indicio, pero lo único que palpó fue la cadenilla de plata que Kacchan le había obsequiado.
«Perdóname, Deku», el recuerdo de aquella voz le estremeció el corazón. Todo su cuerpo empezó a temblar y cualquier niebla que quedara en el fondo de su mente se disipó por completo. Izuku llevó ambas manos a su cabeza; algo estaba mal, apenas podía sentir el vínculo entre ellos, lo que antes se había sentido como una cuerda, ahora era solo un frágil hilo, también estaban aquellos pequeños destellos de sensaciones: ira, frustración. La desesperación empezó a subir por todo su cuerpo.
Izuku se bajó de la carreta de un salto, necesitaba volver, ¡no podía perder más tiempo! Al verlo bajar, Eijiro detuvo los caballos, haciendo que las pocas carretas que venían detrás de ellos también se detuvieran. Algunos hombres se bajaron de sus caballos y empezaron a alzar la voz, estaban nerviosos y molestos, gritaban improperios y movían sus manos con brusquedad. Eijiro les devolvió una mirada fría y ninguno pareció querer tentar a su suerte. Eijiro podía parecer un campesino, pero sus ojos desprendían un destello que haría que cualquiera se volviera cauteloso. Las carretas muy pronto empezaron a rodearlos y la gente siguió avanzando sin prestarles mayor atención, solo algunos niños fijaban sus miradas curiosas ante el par de desconocidos que entorpecían el paso.
—Suba, alteza, tengo órdenes de llevarlo de vuelta a Moldavia —el tono de Eijiro fue inflexible.
Izuku no se dejó intimidar. Conocía a Kacchan lo suficiente como para sospechar qué tipo de órdenes le había dado a Eijiro. Era evidente que Kacchan lo había apartado en un intento de protegerlo, pero Izuku estaba convencido de que aquello fue un error. No era estúpido; sabía que el Conde estaba débil y sabía también que lo necesitaba, incluso aunque este se convenciera de lo contrario. Era cierto, quizás él no podría pelear contra vampiros, ni ser tampoco una fuerza decisiva contra el ejército húngaro, pero Izuku tenía algo que ningún otro poseía: su sangre. Kacchan la necesitaba, aunque no la quisiera, incluso si tomarla implicaba la posibilidad de no completar el vínculo y ser convertido en algo más. Su corazón latía acelerado y el miedo y la frustración le ahogaban el pecho. Comprendía que lo que estaba a punto de hacer era un riesgo, pero no podía permitir que Kacchan luchara solo.
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Valaquia [KatsuDeku]
Fanfiction❝ Algo dentro de él gritando; mío, mío, mío. Hasta que divisó al objeto de su deseo: un soldado, un sobreviviente, un maldito príncipe❞ [KatsuDeku] Segundo Lugar en los #BakuDekuAwards2022 Personajes pertenecen a Horikoshi-Sama. Historia de mi autor...