Instintos

9.1K 1K 681
                                    

El invierno en algunas raras ocasiones tiende a ceder, permitiendo el paso de los rayos cálidos del sol a través de las densas nubes cargadas de escarcha, muchos Rumanos consideran esto como una tregua del gélido espectro invernal hacia el astro solar, un consuelo que les permite calentar sus cuerpos y tomar energía para recargar sus fuerzas. Un regalo que siempre es bien recibido por todos en Valaquia.

Esa mañana Midoriya se había despertado con los intangibles rayos del sol calentando su pecosa nariz. Se retorció entre las colchas gruesas de su cama y sus ojos perezosos se abrieron para apreciar una cálida mañana. Se asomó por la ventana, la nieve reflejaba la luz del sol y algunos pajarillos revoloteaban extendiendo sus alas.

—Un día espléndido, ¿no le parece? —Eijiro acababa de entrar a la habitación con una bandeja en la mano, llevaba un desayuno humeante y bien provisto. El estómago de Midoriya gruñó cuando el aroma llegó hasta sus fosas nasales.

Asintió con una sonrisa mientras se calentaba las manos con la taza de té. Hoy estaba decidido a salir al jardín y disfrutar un poco del aire libre, moría por estirar sus brazos y regocijarse con las bondades del sol. Con ese pensamiento en mente no perdió mucho tiempo y comió con una rapidez que no era la habitual, luego se enfundó en uno de sus trajes ligeros y decidió que ese día en especial podía prescindir de su gruesa capa de invierno.

—¿Has visto a Kacchan? —habló con un panecillo en la boca mientras se terminaba de calzar las botas.

Algo en la risueña expresión del príncipe le enterneció a Eijiro.

—El amo se encuentra en el comedor, creo que si te apresuras podrías alcanzarlo —le informó mientras recogía la bandeja del escritorio.

Con eso dicho Midoriya se dispuso a recorrer con paso afanoso los pasillos del castillo.

Había transcurrido poco más de un mes desde el festival invernal, un mes en el que Kacchan y él habían empezado a compartir mucho más tiempo, solían cenar juntos cada noche y algunas veces se quedaban charlando hasta que sus párpados se sentían pesados y comenzaban a ceder por el cansancio, quizás debido a eso ahora se encontraba como un chiquillo corriendo por los pasillos hacia el comedor. Cuando por fin divisó la melena ceniza del Conde su corazón se estremeció anhelante.

—Buenos días, Kacchan —soltó con entusiasmo y por un segundo se sintió avergonzado de expresar su alegría con tal honestidad.

Bakugou dio un sorbo a su taza y le dio una mirada suave, sus labios subieron formando una ligera sonrisa.

—Buenos días, Deku.

Midoriya pudo sentir la tensión del vínculo y el calor abrumador que se formó en su pecho. Carraspeó un poco y se sentó en una de las sillas del comedor. Bakugou estaba desayunando plácidamente, era algo bastante curioso la verdad, ¿los vampiros necesitan nutrientes al igual que los humanos? ¿O quizás solo comían por el puro placer de hacerlo?

El Conde alzó una ceja y exclamó en tono burlón.

—Estás balbuceando. —Dio otro sorbo y su sonrisa se ensanchó aún más.

Midoriya sintió un cosquilleo subiendo por sus mejillas, al parecer no perdía la vieja costumbre de que sus pensamientos se deslizaran sin permiso por sus labios.

—Lo lamento, yo solo... —Movió sus dedos con cierto nerviosismo. El Conde se puso de pie mirándolo con detenimiento.

—Quieres ir al jardín, por eso has venido, ¿no es así? —su voz salió dulce e hizo estragos en la cabeza del príncipe. No quería admitirlo, pero quizás había bajado un poquito la mirada para detallar la inusual prenda que hoy vestía el Conde. Sus clavículas y parte de su pecho sobresalían a través de un ligero camisón con un corte en V, su piel perlada hacía un contraste casi hipnotizante con los dorados botones que caían uno a uno como gotas. ¿La piel del Conde sería tan suave y tersa cómo se veía? ¿O quizás...?

Valaquia [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora