Florecimiento

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Sus propios pensamientos lo habían llevado a recluirse en una de las almenas del castillo, la torre era lo suficientemente alta como para ofrecer el aislamiento que sus desbordados sentidos requerían. La cercanía con el príncipe ya no era una posibilidad, el miedo por primera vez en mucho tiempo empezaba a hacer mella en su cuerpo.

Exhaló con resignación dejando que su mirada vagara por el contorno del bosque y el horizonte que se desperdigaba en una neblina que lo envolvía todo. El manto nocturno se desnudaba ante las constelaciones que resplandecían al igual que delicadas perlas perfectamente entretejidas en el firmamento, mientras los últimos retazos del invierno se sentían en el aire.

Bakugou apoyó sus codos en la almena y una sonrisa dolorosa se formó al encontrar un pequeño capullo creciendo entre los surcos de la rugosa piedra. Incluso tan alto, incluso con la inclemencia de los elementos, un pequeño botón de romenia había encontrado el camino para florecer justo en frente de sus narices. Jugó con los pétalos de la delicada flor mientras la melancolía recorría su cuerpo.

Su propia inmortalidad no lo había exento de los caprichos del tiempo. Al parecer aún podía compartir algo con el resto de los mortales. Cerró sus ojos, sus pensamientos iban y venían y todos terminaban convergiendo en el mismo punto. Tenía que tomar una decisión, era demasiado peligroso seguir manteniendo a Deku en el castillo, no cuando se sentía incapaz de protegerlo de sí mismo.

Suspiró.

¿Cómo podría desprenderse de lo que más deseaba en este mundo? ¿Desear? La palabra se sentía insuficiente en su boca, lo que sentía por Deku iba mucho más allá de un burdo deseo. Lo amaba, cada pequeño fragmento, incluso su exasperante romanticismo y su terrible ingenuidad. No cambiaría nada del mocoso. Sonrió, el amor si era capaz de enceguecer a las personas después de todo.

Repentinamente el sonido de pasos captaron su atención. Su vista quedó fija en la entrada cuando el causante de sus preocupaciones cruzó el umbral, sus ojos verdes y profundos resplandecían de tal forma que por un momento se sintió incapaz de apartar la mirada.

—¿Deku? —su voz salió ansiosa y el vínculo pareció vibrar tensando todo su cuerpo—. ¿Qué haces aquí?

Midoriya avanzó hacia él.

—Kacchan… Te estaba buscando, ¿podríamos hablar?

Bakugou alzó una ceja en señal de incredulidad. El mocoso se veía realmente nervioso. Sus manos temblaban ligeramente y su vista ahora estaba fija en el suelo.

—¿Qué ocurre? —su tono de voz fue cauteloso al igual que su distancia. El aroma del príncipe embriagaba sus sentidos y estaba ejerciendo todo su maldito autocontrol para no dejarse dominar por sus instintos.

El mocoso titubeó por un momento, pero luego alzó su rostro. Sus facciones suaves habían sido reemplazadas por una dureza que no era propia de su personalidad jovial y apacible, sus hombros también se observaban rígidos como si el peso de algo intangible lo agobiara.

—Kacchan, ¿confías en mí?

—¿Qué? —La pregunta lo dejó perplejo.

Deku acortó el espacio que los separaba y algo dudoso extendió su mano hasta entrelazar sus dedos con los suyos. Bakugou dejó de respirar incapaz de reaccionar al calor que la piel de Midoriya emanaba. Aquel simple gesto tan íntimo lo desarmó por completo. Carraspeó un poco y trató de fijar su atención nuevamente en la conversación.

—Por supuesto que confío en ti ¿Qué clase de pregunta es esa? —La separación era mínima y sus dedos cosquilleaban por acariciar aquellos pómulos que ahora estaban ligeramente enrojecidos a causa del frío.

Valaquia [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora