El viento alboroto su pelo castaño claro mientras en sus ojos de color avellana se reflejaba el cielo completamente azul y nubes tan perfectas que parecían trazadas sobre un lienzo por el más hábil artista.
El sol cubría la piel que estaba al descubierto y el viento frio envolvía su cuerpo.
Ese día, cuando las flores danzaban en el viento y traía un intenso olor a primavera, desde la azotea del edificio el pequeño divisó a un chico con el pelo de color castaño oscuro y de tez morena entrar a la universidad junto con un par de individuos peculiares que ya conocía desde hace tiempo, no eran personas que pasara desapercibido, ni eran conocidos por tener buenos resultados académicos.
Gilbert, el albino que caminaba junto al moreno era conocido por su egocentrismo y Francis, el rubio que tenia su brazo izquierdo enredado en los hombros del chico estaba más salido que una tacha. Aún rodeado por un dúo tan peculiar el chico esbozaba una preciosa sonrisa.
Lovino abrió los ojos como platos al encontrar que el mayor le estaba mirando también y retrocedió un par de pasos tropezando y cayendo.
Un dolor horrible recorrió su coxis y buena parte de sus piernas.
Antonio por su lado vio como el menor se caía y no corrió, voló a la azotea dejando a sus amigos atrás sin tan siquiera un adiós y subió las escaleras sin tener ni mínima idea de a donde se dirigía, solo sabia una cosa, si subía terminaría encontrando la azotea.
Vio una pequeña puerta de color azul marino con un cuadrado de plástico transparente que presentaba varios arañazos lo que indicaba que la puerta no era exactamente nueva.
Abrió la puerta con la suficiente fuerza como para haber partido el viejo pomo de color metálico y camino por la azotea observando al chico tumbado en el suelo de hormigón.
-¿Estas bien? - pregunto el español arrodillandose al lado del chico y levantando su cabeza con cuidado examinando si tenia algún hematoma.
-Quita tus putas manos de mi- gruño
Lovino apartandose de la forma más brusca que su adolorido cuerpo le permitió mientras trataba de esconder su cara sonrojada.Normalmente, un muggle normal con tres dedos de frente se habría enfadado y marchado y, con suerte, no le habría pegado una buena bofetada. Pero por lo que parecía el no era "otra persona" él era "él" y Lovino lo supo cuando escuchó su dulce risa zumbar en sus oídos como una ráfaga de aire primaveral cargado de alegría y un olor suave a flores, pero Lovino no iba a caer en la artimaña del "chico simpático que se preocupaba por el chico patético" eso era un cliché ya muy visto.
-¿Estas bien?- volvió a preguntar sonriendo divertido, no se reía de Lovino, solo que , de alguna manera, le parecía adorable la forma en la que había reaccionado.
-¡Por supuesto que no estoy bien pedazo de imbecil!- grito Lovino mientras los colores se acentuaban más sobre sus mejillas blancas.
Antonio extendió la mano y tiro de él agarrandolo por la cintura con cuidado.
-¿Necesitas que te lleve al medico?- pregunto soltando su mano pero agarrando su cintura con tanto cuidado que parecía que Lovino estaba hecho del cristal más fino y frágil del mundo.
Esta vez Lovino retrocedió un par de pasos zafandose del agarre del español.
-Qué no esté bien no significa que quiera la ayuda de un estúpido bastardo-.
Lovino frunció el ceño y se cruzó de brazos gruñendo por lo bajo. Antonio se agachó y agarro la mochila de Lovino.
-Asegúrate de ir por lo menos a los practicantes de enfermeros, podrías tener alguna herida seria- sonrio Antonio.
-¿Me vas a dejar en paz ya?- pregunto Lovino rezando por que ese chico desapareciera de su vista y su cara volviera a un color natural.
-Ahora si, pero no prometo nada- sonrió divertido Antonio levantándose.
Lovino gruño por lo bajo mientras se movía sintiendo como sus huesos se quejaban de cada pequeño movimiento.
Antonio le miró durante un par de segundos sonriendo y resistiendo la idea de agarrarlo como una princesa y recorrer los pasillos de la universidad hasta llegar a la otra punta de este donde estaban los practicantes.
-¿Bien?-.
-¡Perfectamente!-.
Antonio se río ante la reacción del pequeño italiano mientras el otro no parecía querer bajarse de su tono de ira.
-¿Sabes? Creo que voy a dejar lo de dejarte en paz para mañana- Antonio agarro a Lovino como una princesa y dio una vuelta sobre sus talones para bajar las escaleras y empezar su fascinante recorrido por el instituto lleno de patadas y gritos y muchas miradas interrogantes.
-Sí no gritara no llamarías tanto la atención-.