CAPÍTULO 9

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-¿Qué es todo eso? -preguntó María, mirando desde el helicóptero hacia las torres cuadrangulares que se veían en el pequeño pueblo a sus pies.

María había conseguido superar su miedo a volar en helicóptero poco después de salir de Atenas. En ese momento, estaba embelesada mirando el paisaje. Había esperado que Grecia fuera un país de playas blancas y cielos azules interminables, pero era mucho más que eso.

Esteban se volvió hacia ella. Cuando sus miradas se entrelazaron, ella sintió un excitante cosquilleo en la piel.

-Casas.

-¿Casas? No lo parecen -observó ella. Más bien parecían molinos de viento sin aspas. O torres de vigilancia.

-Bienvenida a Mani -dijo él con una sonrisa-. Es una península del sur de Grecia. Aquí hacemos las cosas de forma diferente.

El piloto comentó algo en griego y Esteban rio.

-¿Por qué viven en torres?

-Porque la gente de aquí es famosa por sus disputas. En los viejos tiempos, podían durar años. Eran conocidos por ser guerreros orgullosos. Cada torre era una parte segura de la casa -indicó él, señalando a una de ellas-. Las ventanas son pequeñas, para que los de dentro puedan disparar a los de fuera.

María se estremeció.

-Qué horrible.

-Hoy ya no disparamos a la gente -aseguró él, sonriendo.

-¿Eres de aquí? -preguntó ella, contemplando las montañas peladas que terminaban en el mar. Algunas tenían estrechas terrazas. Era un paisaje agreste y salvaje, pero majestuoso.

-La familia de mi... padre es de aquí.

María percibió emoción contenida al mencionar a su padre. Se encogió al recordar lo que él le había contado. No sabía quién era su padre biológico.

-Veníamos aquí en verano. Es donde he construido mi propia casa de vacaciones.

El helicóptero comenzó a descender hacia una cala de aguas turquesa. Había un puñado de edificios en el centro y pequeños barcos flotaban en el mar. A un lado, había otro grupo de casas, coronadas por una torre.

Pero fue una de las torres en concreto la que más llamó la atención de María. Estaba construida de piedra, al estilo tradicional. Pero las ventanas eran grandes, tanto que se podía ver al otro lado. Y debajo tenía una terraza hecha de cristal que se colgaba suspendida sobre el acantilado. El resultado era único. Innovador y elegante, sin dejar de ser parte del paisaje.

-¿Esa es tu casa?

-Sí -afirmó él, mirándola a los ojos con expresión indescifrable.

-Es... increíble. Muy original.

Él arqueó las cejas, contemplándola con gesto de aprobación.

-Me alegro de que te guste. No sabía que te interesara la arquitectura.

María giró la cara hacia la ventanilla, mientras el piloto aterrizaba detrás de la casa.

-Hay mucho que no sabemos el uno del otro.

Esas palabras eran más ciertas de lo que María había creído.

Primero, la sorprendió el comité de bienvenida. No eran solo empleados, aunque había algunos. María se fijó en que Esteban los trataba como al resto de la gente, con una sonrisa. También había vecinos del pueblo, que habían ido a saludarlo.

-Es la primera vez que vengo desde que terminamos de construir la casa - le explicó él-. Tienen ganas de ver cómo ha quedado.

Sin embargo, en sus sonrisas, María percibía algo más que curiosidad. Era una bienvenida genuina.

ATADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora