CAPÍTULO 7

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Era mentira. Parecía cansada, pero sus ojos verdes brillaban como esmeraldas y sus mejillas sonrosadas enfatizaban la delicadeza de sus rasgos y su piel cremosa. En cuanto a su precioso cuerpo...

Pero había ido a verla en busca de respuestas, nada más.

-Es mejor que te sientes, María. No pienso irme a ninguna parte.

-Dame mi llave -exigió ella.

Despacio, Esteban se la sacó del bolsillo. Le agarró la mano con suavidad. Ella tembló ante su contacto. Parecían saltar chispas allí donde se rozaban. Él sintió como su deseo renacía con más fuerza que nunca.

Le puso la llave en la mano con sus miradas entrelazadas. Los ojos de ella estaban llenos de confusión y ansiedad. Era como si no comprendiera o no pudiera aceptar la poderosa química que había entre los dos. Como si la asustara.

Esteban sentía lástima por ella. Aunque todavía no la creía del todo. Podía ser inocente y honesta o una experta mentirosa. Desde luego, no le gustaban sus jueguecitos. Primero, le anunciaba el embarazo por sorpresa. Después, desaparecía.

¿Por qué? ¿Se había arrepentido de su plan de timarlo?

El sonido del agua hirviendo lo sacó de sus pensamientos y se giró a la cocina, que ocupaba el mismo espacio que el diminuto salón.

-¿Leche? ¿Azúcar?

-Leche, por favor.

Cuando abrió la pequeña nevera, Esteban revisó un momento su contenido. Leche, mantequilla, dos huevos, un tarro de yogur. Y, sobre la pequeña encimera de la cocina, dos piezas de fruta. Al parecer, ella comía sano, pero no tenía mucho de nada.

Frunciendo el ceño, miró a su alrededor. Todo parecía escaso en la casa. La mesa era pequeña y los armarios estaban medio vacíos. Lo único que rebosaba eran las estanterías llenas de libros. Había una colección de delicados dibujos botánicos en la pared.

Abrió otro armario. Pasta y arroz. Una lata de pescado. Galletas saladas.

-¿Qué estás buscando? No tomo azúcar.

Él se giró hacia ella y la recorrió con la mirada. Parecía más delgada que la última vez que la había visto. ¿No se suponía que las embarazadas debían ganar peso?

Se acercó a ella y le tendió la taza de té.

María la tomó con cuidado de que sus dedos no se rozaran.

Él clavó los ojos en su mano. La noche que habían pasado juntos, el contraste entre los dos colores de piel no había hecho más que añadir erotismo a la experiencia. Solo con mirar la mano de ella se excitaba.

Entonces, se dio cuenta de que María agarraba la taza con ambas manos y se la pegaba al cuerpo, como si tuviera frío.

-¿Has ido al médico?

-Ya te he dicho que sí. Me confirmó el embarazo.

-Quiero decir después. Has perdido peso.

Ella se encogió de hombros y le dio un trago a su taza.

-Es por las náuseas mañaneras. Estoy segura de que empezaré a engordar cuando hayan pasado.

Esteban estuvo a punto de seguir preguntando, pero se contuvo. Necesitaba centrarse en la razón que lo había llevado allí.

-Acordaste hacerte una prueba de paternidad. ¿Por qué has cambiado de opinión? Si te asusta el riesgo para el bebé, me han informado de que hay una nueva prueba no invasiva que no lo afecta en absoluto.

ATADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora