CAPÍTULO 13

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Su supuesta estancia de una noche en Atenas acabó durando una semana. Esteban trabajaba y María exploraba la ciudad. Por la noche, cenaban fuera, disfrutaban de la vida nocturna y volvían a casa para seguir disfrutando el uno del otro, haciendo el amor hasta el amanecer.

María sabía que debía irse, pero no lograba reunir las fuerzas para hacerlo. El horrible tiempo inglés y su pequeño y viejo apartamento le parecían a millones de kilómetros de distancia.

¿Qué tenía de malo aceptar la hospitalidad de Esteban y descansar un poco más? Seguramente, era lo mejor para su salud y para el bebé.

Sin embargo, eso no eran más que excusas. No quería irse porque no quería apartarse de él, reconoció para sus adentros.

Por eso, cuando Esteban le propuso días después que volvieran a su casa de la playa en Mani, ella aceptó.

-Los dos queremos lo mejor para el bebé.

-Claro -dijo María, inspirando el aroma a mar que los rodeaba. Estaban sentados en la terraza, disfrutando del atardecer.

-Será mejor si nos tiene a ambos en su vida, ¿no?

-Sí -dijo María, ladeando la cabeza para observarlo. Parecía nervioso, algo muy poco común en él.

-Estamos de acuerdo en que un niño necesita seguridad.

Ella asintió. Aunque no habían hablado de detalles concretos, habían compartido comentarios ocasionales sobre cómo les gustaría criar al bebé. Los dos coincidían, por suerte, en su punto de vista.

-¿Adónde quieres ir a parar, Esteban? Ya habíamos hablado de eso.

-Paciencia. Esto es importante -dijo él, entrelazando sus manos.

María cerró los ojos, derritiéndose ante su contacto. Iba a echarlo demasiado de menos cuando regresara a Inglaterra. Más que eso, la verdad era que no podía imaginarse la vida sin él.

De pronto, se quedó paralizada, atónita por lo que eso implicaba.

-He pensado en cómo podemos lograr eso, sin que nuestro hijo tenga que estar continuamente cambiando de un sitio a otro. Sobre todo, cuando empiece el colegio, necesitará una estabilidad.

María se incorporó en su asiento, alerta. ¿Qué quería decir? ¿Continuidad?

¿Pensaba luchar por quedarse la custodia única? ¡No era posible!

-Creo que deberíamos criarlo juntos.

-¿Qué quieres decir?

-Que debemos criarlo como una pareja. Como un padre y una madre, a la forma tradicional.

-¿Quieres decir que vivamos juntos? -preguntó ella, atragantándose con las palabras.

-Sí -afirmó él y le tomó la mano para acariciársela con suavidad.

-Esteban -repuso ella, mirándolo a los ojos-. Es mejor que me lo expliques.

Suena como si quisieras que viviéramos juntos como... como...

-Pareja. Padres.

-¿Quieres que nos casemos? -preguntó ella, sin poder creerlo. Sin embargo, sabía que los griegos eran amantes de las tradiciones.

Al instante, él abrió los ojos horrorizado y la soltó de golpe, como si fuera una bomba a punto de estallar.

-¡No, eso no! Nunca he mencionado el matrimonio -explicó él-. Seguro que lo entiendes, teniendo en cuenta mi historia personal.

Aun así, María no pudo evitar sentir un punzante dolor ante su reacción.

¿Pero qué le pasaba?, se preguntó a sí misma. ¿Estaba sufriendo porque Esteban nunca le pediría que se casara con él? Al fin y al cabo, no se amaban. El matrimonio no sería más que una farsa a causa del bebé.

ATADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora