CAPÍTULO 6

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María sonrió a la pareja de abuelitos que tenía delante.

-Claro que puedo cambiarles el pedido -dijo ella con una sonrisa, a pesar de que era la tercera vez que cambiaban de opinión-. Iré a la cocina para solucionarlo.

Se dio media vuelta y se dirigió a la cocina de la cafetería a toda prisa, antes de que comenzaran a preparar sus platos. Le dolía todo el cuerpo y se sentía ridículamente pesada. Se miró el reloj. Una hora más. Solo necesitaba aguantar una hora más para terminar su turno.

Se había alegrado cuando una de las otras camareras no había podido ir ese día, pues eso suponía más trabajo para ella y más propinas, un poco de dinero extra para cuando llegara el bebé. Aunque se sentía demasiado cansada. Y, a pesar de su agotamiento, no lograba dormir bien.

¿Era lo correcto limitar su contacto con Esteban? ¿Hacía bien en no someterse a la prueba de paternidad que él le había pedido?

Era un gran paso, algo que ella no podía tomarse a la ligera. No estaba segura de que quisiera que aquel hombre cínico y desconfiado la ayudara a criar a su hijo.

Aunque igual él tampoco pensaba hacerlo. Para Esteban, la idea de ser padre se limitaba a pasar dinero. Pagaría a niñeras de élite y caros internados, pero no le ofrecería amor ni tiempo.

Él le había dejado claro que no tenía ningún interés en el niño. Solo lo veía como una carga económica o como una herramienta de chantaje.

María se estremeció, preguntándose a qué clase de mundo estaba acostumbrado para creer que el engaño era lo natural.

Cabizbaja, abrió la puerta de la cocina y avisó del cambio de pedido.

Luego, agarró un vaso de agua y se apoyó en la pared. Necesitaba recuperar el aliento para poder continuar en pie.

Cerró los ojos y bebió despacio. ¿Había hecho bien al decirle que había cambiado de idea a la secretaria de Esteban, cuando la había llamado para fijar la cita para el test de paternidad? No pensaba someterse a esa prueba.

Esteban pensaría que el niño no era suyo.

El problema era que, de ese modo, le negaría al bebé la oportunidad de conocer a su padre. Si se hacía la prueba, por otra parte, Esteban se involucraría en la educación del niño. Aunque María temía lo que eso podía significar para su hijo.

Y para ella. Porque, a pesar de las terribles acusaciones que le había lanzado, María ansiaba su contacto, la seguridad de estar entre sus brazos. Cuando había estado a punto de vomitar, en vez de dejarla sola, él la había cuidado. Eso hacía que casi lo perdonara por sus acusaciones.

Era algo demasiado peligroso.

No quería ser la clase de mujer que se vendaba los ojos y justificaba el mal comportamiento de un hombre. Eso no podía conducirle a nada bueno.

-María, aquí estás -dijo Olivia, su jefa-. Oye, ¿estás bien? María se enderezó y abrió los ojos.

-Solo necesitaba beber agua. Estaba muerta de sed. Pero no te preocupes, ya voy...

Olivia meneó la mano.

-He venido a hablarte de eso. Tienes aspecto de estar derrotada. He llamado a Vivian y viene ahora mismo a sustituirte. En cuanto llegue, puedes irte.

María se quedó boquiabierta. Olivia era una buena jefa, pero nunca antes se había fijado en su cansancio, algo que había sufrido a diario en las últimas semanas. Ni siquiera se había percatado de sus mareos mañaneros.

-Vamos, ¿a qué esperas? -la azuzó Olivia con una sonrisa-. Yo no perdería un segundo, si tuviera a alguien tan guapo esperándome para llevarme a casa.

ATADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora