Capítulo 1

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Dios retuvo las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos ante aquella escena.

­­­—Luzbel —le llamó con la voz más firme que tenía, aquella que siempre usaba, una llena de autoridad; pero, aun así, en su pecho podía sentir sus palabras temblar.

—¡Dios! —exclamó con sorpresa, tirando a un lado a la mujer que tenía entre los brazos.

Una mujer de cabellos rojos y ojos claros, alta y piel pálida.

—Déjame explicártelo, tú sabes que...

—Te estoy viendo. —interrumpió. —No necesito explicaciones. Lo entiendo a la perfección. —después, comenzó a caminar.

El Diablo negó con arrepentimiento por el momento, mientras miraba a Yahvé irse; luego se dio la vuelta y miró a aquella mujer detrás de él.

—Aria, necesito hablar con él. —avisó antes de salir corriendo detrás de su Dios.

Los pasillos largos lo confundían, más que nada en ese día donde al parecer todo era más oscuro de lo normal.

Luego de unos minutos así hasta llegar al reino de los cielos, llamó la atención de todos. Pero eso no le importaba.

Al final, entró en el palacio de Yahvé y lo miró sentado en su escritorio de siempre, bastante serio, y anotando cosas en un gran libro.

—¿Qué haces? —preguntó al reconocer aquellas hojas. —¿Qué estás cambiando?

—Lo que debió cambiar hace mucho tiempo. —mencionó levantando la mirada hasta verlo.

—Explícate.

—Creí que quien quería explicarse eras tú.

Luzbel se acercó hasta quedar a un lado de él. —Ponte de pie. —le ordenó. Dios negó. —¡Ponte de pie, maldita sea!

Yahvé no se intimidó por eso, aunque por dentro estaba rompiéndose; se puso de pie y quedó frente a Luzbel.

—Aria es mi alma gemela. La mujer con la que me viste es mi alma gemela. Nuestras marcas se complementan, y...

—Y entonces me fuiste infiel para liberar tu alma. —completó. —Lo entiendo.

El Diablo lamió sus labios y asintió con más tranquilidad. —Déjame hacerlo. Sabes que es lo que está escrito. Necesito estar con ella para liberar mi alma. —miró a Dios apretar sus labios. —Déjame liberar mi alma, haré lo que tenga que hacer, y entonces... volveré contigo. —se acercó hasta tomarlo por la cintura.

—Suena como un trato. —se soltó del agarre para separarse. —Lástima que no soy pedazo de papel para que puedas firmar.

—Te agradecería si por alguna vez en tu vida fueras claro y directo. No siempre puedo entenderte.

Yahvé no respondió aquellas palabras, y miró unos expedientes, tomando uno de los primeros y abriéndolo lentamente. Luego, lo dejó sobre su escritorio, y caminó frente a Luzbel.

—Aria es una asesina. Mató a muchos hombres, por eso fue al infierno. ¿Estarás con alguien así?

—Es mi alma gemela, Yahvé. Dame la oportunidad de cumplir mi propósito. Tú me creaste, por eso mismo me diste un alma, tengo que cumplir con eso. Si no lo querías, podías haberme dado un alma solitaria.

—Las almas solitarias no existen.

—¡Claro que existen, tú mismo me lo dijiste! ¡Tú más que nadie conoce de las verdaderas leyendas y escritos! —gritó con enojo.

—No deberías venir a gritarme, mucho menos cuando me fuiste infiel.

—Es mi alma gemela.

Dios no retuvo más su llanto. —¡No es excusa! —gritó soltando sus lágrimas acumuladas. —¡Éramos una pareja! Sabes que no tengo alma gemela, sabes que mi marca no es complementaria con nadie. Mi propósito es este, proteger a mi pueblo.

Redeemer || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora