CAPITULO III

99 13 10
                                    

Me encontraba en el cuarto de baño, sentada en un pequeño banco que el joven Haddock me había dejado al lado de aquella rustica tina, retirar las ajenas prendas de mi fue difícil pero no imposible, sin embargo, las vendas fueron la excepción, me dolió más de lo que costo, y fue imposible no sentir un poco de pánico al ver las heridas debajo de estas, este aumento cuando mis ojos presenciaron aquella lesión que estaba por arriba de mi rodilla.

-¡Joven Haddock! - grite con claro temor.

Escuche sus pasos apresurados correr por la habitación, tropezando con algunas cosas para finalmente detenerse en seco al otro lado de la puerta.

- ¿Qué pasa?,¿Esta todo bien? ¿Necesitas que entre? – hablo con rapidez.

-!NO! – si bien estaba alarmada no podía dejarlo entrar. - Es la herida de la pierna, se ve muy mal. - replique.

- ¿Qué? ¿Cómo luce?

-!Esta verde! - conteste aun en tono de pánico.

Un gran suspiro se escucho del otro lado de la puerta.

-Es musgo, no te asustes. Es lo que usamos para detener sangrados y cerrar heridas.

Seguía intranquila a pesar de su respuesta ¿a qué lugar me vine a meter?

-Entonces, ¿lo dejo así? - conteste dudosa.

-Vuelve a vendarlo y entra a la tina así, no quiero arriesgar a que la herida se vuelva a abrir, cuando salgas cambiare las vendas.

-De acuerdo- dije finalmente, pues no me quedaba de otra que hacerle caso, confiando plenamente en lo que hacía.

Los pasos del joven se alejaron y pude escuchar como la madera de la cama crujía, por lo que supuse que este se había sentado en ella.

Me demore un poco en la tina, pues las heridas hacían el proceso tardado y un tanto doloroso, por lo que mis movimientos eran cuidadosos. Lavar mi cabello fue bastante placentero, ya que el mar lo había maltratado por completo, volver a sentirlo liviano y para nada áspero fue un alivio.

Al salir de la tina, volví a sentarme en aquel banco para comenzar a secarme con el pedazo de tela que el ojiverde me había dado especialmente para realizar aquello.

Me logre vestir sintiendo un dolor menor al de antes y con toda la fuerza que en ese momento poseía, me puse de pie, sujetándome de lo que tuviera enfrente para salir del cuarto de baño. Justo al abrir la puerta, el crujir de la cama se hizo presente de nuevo y en el momento que mi mirada se dirigió al frente, me percate de que aquel joven ya se encontraba extendiéndome una mano.

-Es un alivio que la ropa no te quedara tan holgada – dijo él, mientras pasaba mi brazo por sus hombros, volviendo a la misma posición de hace un rato.

-Le agradezco todo lo que está haciendo – respondí seriamente al momento de sentarme en su cama- Usted nos salvó, nos acogió y cuido- el joven se sentó en una silla justo en frente de mí, observándome con una calidez indescriptible- Estoy en deuda con usted.

Sus ojos se abrieron debido a la sorpresa que seguro mis palabras le causaron y con rapidez comenzó a negar con la cabeza y a hacer ademanes con las manos.

-No,no,no. Por favor no digas eso. No me debes absolutamente nada, cualquiera hubiera hecho lo mismo- se inclino levemente hacia un baúl que estaba a sus pies y comenzó a sacar algunos frascos y vendas nuevas.

Sonreí levemente y con decisión respondí- No me retractare de mis palabras, así que tendrá que aceptarlas.

Me dirigió la mirada y con una pequeña sonrisa, negó con la cabeza levemente. Para después destapar la venda de la rodilla y comenzar a limpiar la herida.

DEAR NIGTH...Where stories live. Discover now