Capítulo 2

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El camino de regreso a casa se le hizo muchísimo más rápido incluso cuando se tomó el tiempo para mirar el mar que había odiado por la mañana, con el dolor en su corazón drenándose poco a poco y los sentimientos encontrados al entrar a la antigua oficina de su padre, dejó que la sal se le pegara a la piel y que el sol azotara en su rostro sin clemencia, el sonido de las olas logró relajarla, pero al llegar a casa la poca paz que consiguió en la pequeña excursión desapareció y las lágrimas llegaron.

Lagrimas que no derramaba desde hacía pocas semanas, lagrimas que no se permitía derramar porque no esperaba obtener la derrota tan rápido, tan fácil, las hojas del pequeño proyecto que tenía en mente se burlaron de ella desde la mesa del comedor cuando entro por un vaso de agua para refrescarse. Ni siquiera podía emprender su propio negocio, no tenía el dinero suficiente para comenzar con los trámites legales, los ahorros que tenía se drenaron con los gastos funerarios, porque no había querido aceptar la ayuda de Rafael en ese momento.

El teléfono le vibró en el bolso, con desgana rebuscó dentro del mismo para responder a Verónica, solo deslizo el dedo, pero no tuvo la fuerza para hablar primero — Dímelo todo —. La voz dulce de su mejor amiga le reconfortó el alma como solía hacerlo, no importaba que tan mal estuviera su día, solo con escucharla podía sentir paz, porque Verónica siempre estaba ahí cuando más le necesitaba.

—No lo conseguí. —Su tono de derrota le erizó la piel. Regina Cervantes noqueada por la vida una vez más.

—Lamento escucharlo Sandunga, pero tengo una buena noticia para ti y por increíble que te parezca creo que es una buena oferta y no acepto un no por respuesta.

—Vero, ya hemos hablado de esto yo no creo que deba...

—Escucha, si te consuela saberlo esto lo hago como una acción egoísta, más por mí que por ti, el contrato del alquiler se me ha acabado y la verdad es que no deseo quedarme en un departamento asqueroso donde las cucarachas entran por el drenaje y tengo un vecino adicto a los videojuegos dejando que la basura se le acumule y gritando a las tantas de la madrugada porque un niño de diez años le ha ganado la partida. Tengo un buen empleo, así que ahora puedo pagar la renta, tú tienes un departamento enorme que no estás en posición para mantener y una inquilina te vendría estupendo, así que no importa lo que digas, creo que tienes una nueva compañera de cuarto. Ayúdame, Sandunga, ayúdame, por favor. —Verónica sonaba desesperada y divertida. La opción de buscarse un compañero de renta ya había pasado por su mente idea de su amiga, sin embargo, el hecho de introducir a un desconocido en su pequeño santuario, su hogar y lo único que le quedaba de su madre le parecía aterradora, necesitaba el dinero más que nunca. —Sandunga, jamás has estado sola y la idea de saber que estas en esa casa que te trae tan buenos y malos recuerdos me asusta un poco.

Con un suspiro largo, Regina medito las palabras, todas eran ciertas se estaba volviendo un poco loca cada vez que se encontraba sola en esas paredes blancas con los retratos de su madre que la hacían sentir que se miraba en un espejo. Al verse reflejada en ella comprendía el odio de Marco le tenía. Tampoco tuvo el valor de deshacerse de las pocas fotos que había colocado junto a Sebastián en las mesitas de la sala o su propia habitación.

—Yo creo que eso nos ayudaría a ambas a sobrevivir los próximos días. — El chillido de su amiga provocó que alejara el móvil de su oreja, sin embargo, también se echó a reír. Ahora podía pensar con mayor claridad. Cuando Verónica colgó, se dejó caer en el sofá mullido de la sala, acurrucándose en los suaves cojines, alejó todos los malos pensamientos que se había aferrado en su mente, tranquila de saber que quizás con la ayuda de Verónica no tendría que verse forzada a rentarle a alguien más o peor, vender su hogar para poder pagar la hipoteca y salir de cualquier deuda con el banco.

Quiéreme, Sandunga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora