Esta vez no se refugió en el cuarto de baño como lo había hecho todas las veces anteriores, Cristina ya no estaba ahí para protegerla y animarla o para darle uno de esos abrazos suyos que le reparaban el alma poco a poco y calmaban la tormenta de emociones. Regina había regresado a su cubículo fuera de la oficina de Rafael, él mandó a colocarlo ahí cerca de su puerta para que ella fungiera como un jodido perro guardián esperando a que su amo le lanzara la pelota o le diera una orden para acatarla sin rechistar. Darse cuenta de ello no le importó demasiado su sangre hervía por la manera en que Pedro le había acusado de ser una puta, de insinuarse a él cuando ni siquiera le había lanzado una sola mirada seductora.
Fue buena con todo el mundo, fue amable, comprensiva, apoyó a sus compañeros con cosas que ella sabía y ellos no, también, había creído en el trabajo en equipo. La única persona que recibía su despreció era Rafael. ¿Cómo podían echarle en cara algo así? Él regresó de la sala antes de que ella pudiera tomar asiento, permanecieron de pie. Pedro fue escoltado por los guardias de seguridad, había armado un escándalo tal que ella había temido que todo llegase a los golpes y ni siquiera le habría importado ver a Pedro contra el suelo.
—¿Estás bien?
La pregunta la tomó por sorpresa. Después de todo lo que vivieron juntos y la manera en que él recalcaba lo mucho que quería hacerla sufrir, que se tomara tantas molestias la confundía. Asintió, ahora que la adrenalina disminuía en su cuerpo los temblores de sus nervios afectados se hicieron notorios.
—¿Regresaste al hotel para conseguir todo?
—Sí.
—¿Por qué? —ya no pudo más, tuvo que tomar asiento — no lo entiendo. ¿Cómo será todo esto, Rafael? Vas a hacer que baile, corra y salte a tu antojo, eso ya lo sé me queda bien clarito. ¿Por qué te tomaste la molestia de cuidarme así el viernes y ahora?
Rafael que parecía cansado como si hubiera tenido un mal fin de semana y pocas horas de sueño se puso recto, no la miró a los ojos. Ella no se perdió ni por un segundo cada gesto, sus labios apretados en una firme línea, el ceño fruncido y la duda alumbrando cada uno de sus rasgos.
—No lo sé, simplemente actué por instinto o qué sé yo. Probablemente tú me hubieras dejado ahí tirado, pero no yo. Creo que es mi forma de decirte que soy mejor que tú después de todo. No te acostumbres. Solo limítate a hacer tu trabajo y a no volver a ponerte en problemas.
Se quiso reír de sus palabras, aunque le dolían un poco, ni siquiera podía admitir que lo había hecho por fines no egoístas, la estúpida luz de esperanza en él que había germinado sin que ella se diese cuenta desde que le había hecho vomitar el viernes para despojarla de cualquier residuo que hubiera en su estómago y pudiera causarle más daño murió en ese instante. Ahí estaba el Rafael que ella conocía, distante y serio.
—Entonces debo de ser una mejor persona y agradecerte. Si no me hubieras llevado a casa quizás Pedro hubiera tenido la tonta venganza que quería. —Ella se echó a reír moviendo la cabeza en negación.
—¿Qué?
—Parece que no he tenido suficiente en la vida, pierdo a toda mi familia, y ahora es momento de todos para vengarse de mí. ¿No es una locura? Que me jodan —se relamió los labios mirándose las manos aun temblorosas, respiró una y otra vez, profundo llenó sus pulmones hasta que sintió la presión en su pecho y liberó el aire. —Como sea, hoy tienes demasiado trabajo por hacer.
Pasar del ataque al trabajo tan rápido era lo que ella hacía. Rafael se mordió el labio cuando supo que ella no le prestaba atención, ya había tomado lugar dignamente detrás de su cubículo improvisado, miraba la pantalla del computador buscando información.
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Quiéreme, Sandunga.
Storie d'amoreExiste una serie de eventos desafortunados que no han dado tregua a sus vidas, la tragedia parece formar parte de todo lo que tocan y aunque ambos intentan nadar a tierra firme pronto se darán cuenta que ellos mismos son las olas que arrastran al ot...