Capítulo 12

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Regina se dejó caer en el asiento tras su pequeño escritorio, la computadora traqueteo cuando presionó el botón de encendido y un bostezo se escapó de ella. Las cosas con Rafael no habían cambiado mucho desde el día en que habían compartido esa intensa intimidad en el baño dentro de su oficina, ni si quiera cuando ya habían notado que ambos podían hacer frente a un enemigo en común con toda la rabia que había en su interior.

Los días transcurrieron tranquilos, ella apenas podía acercarse a el más de dos metros, así que cuando entraba a su oficina a dejarle papeles y más papeles o una que otra taza de café y de vez en cuando comida, lo hacía tan rápido que le dolía la pierna cuando intentaba huir.

No se creía capaz de soportar estar cerca de él, no cuando él parecía también estar distante por las mismas razones.

Un nuevo bostezo le abrió los labios.

En algún tiempo de su pasado Rafael representaba una pesadilla constante, no una que tenía durante sus largas horas de sueño, esas pesadillas estaban reservadas para revivir una y otra vez en bucle los gritos de su madre para rogarle que los dejase, que se salvara ella. Para revivir el terror entre las llamas, los muertos, los gritos de dolor.

No, Rafael era una pesadilla fuera del sueño. Lo había mantenido tan lejos como podía, herida tras herida.

Llegaba a casa y se olvidaba de todo, se olvidaba de él y de su padre.

Ahora, ya no estaba segura en su propio hogar.

Cada día después de un largo día en la oficina, Regina tenía que tomar una ducha con agua helada para quitarse la sensación de fuego en la piel. Podía percibir su aroma, su sabor todavía impregnado en la boca y tan pronto como lo sentía las imágenes de ella metiéndolo en su boca, arrodillada para él, haciéndolo gemir y derramarse en ella llegaban con tanta fuerza que no podía controlarlas ni siquiera en sus horas de sueño.

Las pesadillas habían cesado años atrás, pero ahora sentía que estaba enfrentándose a un monstruo nuevo que se cernía sobre ella a cada hora del día.

No importaba si Rafael era amable con ella o si peleaban hasta que uno de los dos salía de la oficina para alejarse del otro.

Cada vez que ella si quiera percibía su presencia cerca, todo su cuerpo parecía reaccionar de una manera en la que ya no le pertenecía a ella.

Se dijo que era solo por la falta de actividad sexual, desde que se había divorciado se negó a acceder a citas y proposiciones informales, cuando era joven las hubiera aceptado todas. Había tenido una saludable vida sexual antes de que Sebastián por fin le pidiese matrimonio, esa historia para ella había representado un cuento de hadas.

Conocía a Sebastián desde que tenía diez años, recordaba la primera vez que lo había visto cuando ella llegó al rancho de su abuela en Oaxaca, mismo Rancho que colindaba con el de su propio padre y él, no era más que el hijo del capataz de la Hacienda que su padre había contratado y que su abuela también requería. Sebastián tenía veinte años y había llegado a su vez para las vacaciones ayudando a su padre para llevar a flote tantas hectáreas de terreno.

Fue el sueño de una niña prendada de él, pero cuando ella cumplió dieciocho y recibió el castigo de su padre por una travesura cometida en un bar de la ciudad, Sebastián se convirtió en su verdugo todo un verano haciéndola trabajar con él en el campo y el amor que ella sentía por él había quedado en el aire cuando Sebastián había tomado su virginidad y habían compartido juntos muchas más aventuras, escondiéndose en las caballerizas, nadando en el río cerca de la casona. La había tomado en todos los lugares posibles en los que podían ocultarse y se escabullían a la habitación del otro cuando las noches mas oscuras les servían de manto.

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⏰ Última actualización: Oct 13, 2022 ⏰

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