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Ambos durmieron, no sin antes preocuparse mutuamente por el bienestar del contrario. Podían ser un par de imbéciles que se acostaban con extraños en el mismo día que los conocían, pero no tan idiotas como para no ocupar de las necesidades de tales extraños, inteligencia emocional.

Dieron las 6:15 AM y la alarma en el teléfono de Denis empezó a sonar, sacándole del trance de los sueños y (con dificultad) movió sus caderas para tratar de alcanzar su móvil encimado en el buró al lado de la cama, soltando un par de leves quejidos.

— Ni loco pienso ir, no en este estado — Se dijo así mismo para proceder a apagar su alarma y volver a tomar una posición de reposo

Pasaron las horas y ahora Denis miró la hora en su celular nuevamente, esta vez eran las 11:27 AM, volteó de reojo al lado contrario de la cama pero Mr. K no se encontraba ahí, por el olor que inundaba la casa intuía que este estaba tratando de encontrar la receta que tanto estaba buscando.
Bajó las escaleras del segundo piso para encontrarse con el mayor en la cocina, teniendo bowls varios con especias que no lograba distinguir a primera vista, en la barra observaba paquetes de harina, huevo, un moledor de pimienta, alguna que otra fruta y semillas de cacao.

— ¿Qué planeas hacer con esto? — Recitó curioso

— Solo espera al resultado y me dices qué tal — La esperanza se veía en los ojos de Mr. K, manteniendo aún el brillo que emergió de él durante la rígida madrugada.

La salsa que estaba preparando Mr. K contenía un sin fin de condimentos, incluso una persona podía cuestionarse si la mezcla de sabores podría saber mínimamente bien.
Esta salsa eran cebollas caramelizadas bañadas en vino tinto junto a un poco de remolacha para más picmento, dándole así a las finas rodajas un color carmesí intenso.
Para el pollo decidió darle un sabor ahumado haciéndolo a las brasas, marinandolo con anterioridad en una salsa con especias picantes.
Para la cobertura crujiente hizo la receta clásica, harina, huevo y tal, pero esta vez agregó un poco de chocolate amargo en polvo.
Finalmente la salsa que le daría un baño al conjunto de sabores era una salsa dulce y picante, lo suficiente como para activar los sentidos de cualquiera que la probara pero no lo necesario para que alguien necesitara agua, esta salsa era lo que tenía cautivado a Mr. K, dejando con intriga a Denis.

— ¿Por qué tanta pasión por esa salsa? Entiendo que te guste la cocina, más aún cuando se trata de tu negocio pero — Denis fué interrumpido

— Me recuerda a tí — Denis se quedó en silencio unos segundos, tratando de analizar lo que quería decir con ello

— ¿A qué te refieres exactamente con que te recuerda a mí? — dijo dudoso

— Cuando te corriste probé un poco de tu semen accidentalmente, pero me volvió loco la dulzura, calidez y acidez que este abarcaba, esa era la escencia que me faltaba.

Denis no sabía qué decir, ¿Eso significaba que miles (o sino millones) de personas estarían probando indirectamente el sabor de su semen? ¡Suena a un plan asquerosamente maquiavélico por parte de una corporación del gobierno! Lo único que le quedaba era sentarse frente a la barra de cocina y encogerse de hombros ante tal vergonzosa idea, no podía hacer nada más que deleitar su sentido del olfato con cada movimiento de Mr. K

Embobado en su mundo hambriento no se dió cuenta de que Mr. K le estaba hablando, teniendo el platillo que preparó frente a su nariz.

— Pruébalo — Dijo el mayor con cautela hacia la respuesta del menor

Denis solo se precipitó a devorar cada centímetro de comida que veía, estaba extasiado.

— ¿Te gusta?

— ¡Mhe emhcantha!

Mr. KFCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora