14. Humo (Parte 1)

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Me estoy ahogando. Estoy muriendo.

Voy a nadar. Ya no voy a seguir flotando, esperando a que alguien me salve. No. Voy a decidirme a nadar para una dirección. Solo espero que sea la correcta.

Voy a ir por mi derecha. Y nadar recto. Y seguir nadando. Respiro profundamente y empiezo. Muevo mis brazos y mis piernas. Pataleo, pataleo, pataleo.

Y espero.

-
Tres meses antes.

Me despierto sudando. Puede ser por la pesadilla que he tenido, o por el sol brillando afuera de mi ventana. Son las dos de la tarde. He dormido toda la mañana. Esas son las consecuencias de haber estado despierta toda la madrugada.

Me doy una ducha rápida para quitarme el sudor. Tengo mucha pereza de cambiarme, así que solo me pongo una bata y bajo las escaleras.

No estoy segura si desayunar o almorzar a este punto. Al llegar a la cocina encuentro a mi madre lavando algunas ollas.

Al oír mis pasos, gira la cabeza lentamente, como un gato que se eriza, y me mira de arriba a abajo. Que sutil.

-¿No pudiste haberte cambiado?- me dice condescendientemente. Pongo los ojos en blanco y me acerco al refrigerador. Al abrirlo el frío me invade, y cojo rápidamente una manzana.

-¿Y quien me va a ver? ¿Tu? Creo que tengo la suerte de que ya no me importe lo que pienses de mi, madre.-

-Hay pollo en el microondas. Espero verte cambiada cuando regrese.- dice y comienza a caminar hacia la puerta.

-Y yo espero no verte cuando regreses.- le llamo. Me ignora y hace el ruido de mil gatos siendo torturados al abrir la puerta principal. Jesus, necesitamos arreglar la puerta.

Recaliento el pollo en el microondas y pongo hervir agua para hacer fideo. Me sirvo un vaso de agua helada y lo bajo en menos de cinco segundos. Debo de haberme deshidratado por tanto sudar.

Espero hasta que el agua empieza a hacer burbujas y pongo el fideo en la olla. Cuando ya esta listo, lo sirvo en un plato con el pollo, cojo cubiertos y me siento en la mesa del comedor.

Y me siento sola. Realmente sola. Normalmente, cuando mi madre se iba a trabajar, mi padre se quedaba con mi hermana y yo. Nos sentábamos en la mesa los tres juntos y comíamos, hablábamos, reíamos. Éramos una familia. Y entonces paso el accidente. Y ahora estoy sola.

Saco mi celular y le marco a Alejandro. Responde al segundo tono.

-Hola, bebe. ¿Que pasa?- dice Alejandro al otro lado de la línea.

-No me digas bebe. ¿Estas ocupado?-

-Nunca para ti. ¿Que quieres?-

-¿Puedes venir?-

-Dame diez minutos.- y cuelgo.

En seguida me siento culpable. No debería llamarlo solo cuando me siento sola. Me estoy aprovechando de el. Igual, no me siento muy mal por eso. Se que el también me esta usando. Seguro que el piensa que lo llame para besarnos o porque finalmente decidí abrir mis piernas. No para el.

Quince minutos después, alguien toca la puerta y Alejandro entra. No puedo decirle nada antes de que me coja de la cintura y me bese. Apenas nuestros labios se rozan ligeramente, me pongo para atrás y lo convierto en un abrazo. Puedo hasta sentir como Alejandro frunce el ceño, seguramente confundido de porque no lo bese bien.

-¿Te pasa algo?- pregunta, preocupado. Aunque estoy segura de que lo está fingiendo.

-No. -

-¿Por qué me llamaste? Y ¿por qué estás usando una bata?- dice con diversión en sus ojos.

Tres meses antes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora