11. Mi hermana

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Me estoy ahogando. Estoy muriendo.

Extraño a mi hermana. Irónicamente, puedo estar muriendo de la misma manera que ella lo hizo. Solo que ella escogió la muerte.

La muerte me esta escogiendo a mi.

-
Tres meses antes.

Después de que termine mi ultima clase del día, me dirijo a mi casillero. Guardo las cosas que no necesito y cuando lo cierro apoyo mi espalda contra la pared. Saco mi celular y no se que hacer. ¿Debería llamar a un taxi? ¿Nico? ¿Alejandro? Lo único que sé es que no hay manera en la que le pida a Daniel. Igual, probablemente tiene que llevar a esa Mia a su casa. No la conozco y ya la odio.

-¡Paola!- llama una voz. Me reincorporo y mira alrededor para la fuente de voz cuando veo a Miranda caminando apresuradamente hacia mi. Ok, mierda.

Sin pensarlo dos veces, salgo disparada hacia el lado opuesto, causando que vuelva a llamar mi nombre. Se que parezco como una nena de ocho años corriendo de sus problemas. Literalmente corriendo de sus problemas.

Giro la esquina y camino apresuradamente al parqueadero, sabiendo que no hay ningún carruaje esperándome para llevarme a mi castillo. Dios, hasta estoy comenzando a pensar como Daniel. Y solo he hablado con él unas tres veces. No puedo ni imaginarme como me cambiaría si pasara mucho tiempo con el. Por suerte nunca voy a tener que preocuparme por eso.

-Paola, solo quiero hablar contigo.- siento que Miranda esta cerca, demasiado cerca. No quiero hablar con ella ahora. Hoy tuve suficiente con Nico, no tengo ganas de disculparme con dos personas en un dia. No es que vaya a disculparme con ella. No. Si hablo con ella es para mandarla a la mierda. Así que prefiero evitar eso por ahora.

De la nada, un carro se para justo enfrente mío. Es un jeep, negro. Se ve bien mantenido. Las ventanas están blindadas, por lo que no puedo ver quien conduce el carro.

La puerta del conductor se abre y veo la cabeza de Daniel asomarse.

-Entra.- me ordena. Sin pensarlo mucho, abro la puerta de pasajero y entro. Acelera y dejó a una Miranda enojada atrás. Justo en el momento que entro el olor de menta y jabón y simplemente Daniel me invade. Me encuentro a mi misma inhalando el aroma, perdiéndome en el.

-¿Que tanto hueles?- me pregunta Daniel, haciéndome saltar del susto. Siento la sangre fluyendo a mis mejillas y se que mi cara debe estar completamente roja.

-Nada.- digo apresuradamente. Que vergüenza. Seguro que debe pensar que soy como un sabueso.

Se ríe suavemente y sigue un silencio por algunos segundos. Pero no es un silencio incomodo, mas bien... tranquilidad.

-¿No me vas a preguntar nada? Serias una excelente candidata para un secuestro.- Oh, cierto.

-Si, claro. ¿A dónde vamos?- preguntó vagamente. Raramente no me importa. Me siento bien con el... segura en alguna forma. Sacudo mi cabeza, tratando de olvidar mis estupidos sentimientos.

-A ver tu carro.- después de otros minutos en completo silencio, Daniel vuelve a hablar. -¿Estas bien?- pregunta, haciéndome girar la cabeza y mirar su perfil.

-No. No se. Me siento rara.-

-¿Prefieres ir en mi motocicleta?- bromea a mi lado. Una risa débil escapa mis labios, pero es mas triste que alegre. Daniel frunce el ceño y parquea el carro a un lado en la acera.

-¿Que pasó?- Al no responderle, coge suavemente mi barbilla con sus dedos y hace que lo mire directamente en sus ojos claros. -Puedes decírmelo.- Se que puedo. La pregunta es si quiero hacerlo.

Tres meses antes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora