Kaoru estaba ansioso; sus manos sudaban y sus piernas las sentía como mantequilla derretida. El recorrido de casi dos horas en su convertible BMW lo había distraído un poco de todo este incidente, pero aún así seguía sintiéndose ansioso e inquieto.
—¡M-Maldita sea! —exclamó Kaoru.
Aún estaba en el convertible y no había podido salir de este.
Sin embargo, se armó de valor y abrió la puerta del vehículo.
Miró al cielo; estaba nublado y en cualquier momento llovería.
—Espero que solo sea una pequeña llovizna... —suspiró y se puso en marcha.
Un bloque de apartamentos sencillos era donde se suponía que vivía su guardaespaldas. Kaoru al llegar le pareció muy modesto y lo que esperaría de alguien como Kojiro.
Se paró enfrente del apartamento y, antes de tocar el timbre, respiró profundo.
"¡Un momento!" —se escuchó del otro lado de la puerta.
Kaoru estaba nervioso, sí. Estaba hecho un lío y todos sus nervios estaban al tope. Y no ayudó de a mucho ver salir a Kojiro con una pequeña toalla blanca cubriendo su parte baja y con el torso expuesto con góticas de agua escurriendo por todo su cuerpo.
El rostro de Kaoru se puso rojo, demasiado rojo, y ardió con intensidad.
—¿Cherry? —preguntó Kojiro con sorpresa al verlo —¿Q-Qué estás haciendo aquí?
—Y-Yo... b-bueno...
Mierda.
La lengua de Kaoru se había trabado y no podía articular ni una sola palabra sin sonar como un idiota. El clima tampoco estuvo de su lado, ya que al momento de escuchar un trueno, Kaoru se asustó y se lanzó contra Kojiro.
Ambos cayeron en el frío suelo, ocasionando que la toalla que cubría las partes nobles de Kojiro se zafara.
Era una escena bastante comprometedora, sin duda alguna.
—C-Cherry... —Kojiro se quejó e intentó levantarse, pero Kaoru, al escuchar otro trueno, pegó un pequeño chillido y se ocultó en el pecho de Kojiro.
Kojiro no entendía lo que estaba sucediendo, pero aun así no lo apartó.
Duraron así un buen rato, acostados y sin moverse, hasta que Kaoru se percató de lo que había hecho.
Y su cara ardió aún más al ver el miembro de Kojiro sin la toalla que lo cubría anteriormente. Era grande, incluso estando en reposo y sin una erección de por medio.
—Oh mi... ¡cúbrete! —Kaoru volteó su rostro. Él también era hombre, pero seguía siendo una situación vergonzosa. Incluso más si él la había ocasionado.
Kojiro tomó la toalla y se la acomodó nuevamente en su cintura.
—¿Qué estás haciendo aquí? —volvió a preguntar Kojiro.
Kaoru se levantó y se sacudió los pantalones que tenía puestos.
—¿No me invitarás a pasar primero a tu casa? Está lloviendo y...
—No veo por qué tendría que hacerlo —respondió Kojiro, cruzándose de brazos.
Okey, Kaoru era muy consciente de que se lo merecía. Y Kojiro estaba en todo su derecho al no querer que entrara en su hogar.
No obstante, se sintió desanimado y triste.
Se sintió... patético...
Frotó su brazo y le dedicó una pequeña sonrisa
—T-Tienes razón... No tienes que dejarme entrar solo porque yo te lo pida. A-Así que me iré.
Dio la vuelta y se dispuso a irse.
Sin embargo, la mano de Kojiro sobre su muñeca le impidió continuar con su andar.
—Está lloviendo —mencionó Kojiro —Así que te dejaré pasar hasta que la lluvia se detenga.
—D-De acuerdo.
Mientras Kojiro estaba en su habitación vistiéndose, Kaoru esperaba ansiosamente en el sofá. El apartamento era pequeño, pero transmitía calidez y comodidad. A Kaoru le gustó aquello.
Y un olor agradable invadió sus fosas nasales. Kaoru se sintió muy atraído por este; guiándolo a la pequeña estufa de la pequeña cocina.
—E-Esto es...
—Carbonara —dijo Kojiro mientras salía de su habitación ya cambiado. Vestía unos pantalones de chandal gris y una camiseta blanca.
—L-Luce deliciosa —respondió Kaoru, y su estómago también. Había gruñido y Kaoru no podía estar más avergonzado.
—¿No has comido todavía?
—Mmm... no. Solo probé un poco de lo que me había hecho Daiki antes de venir aquí.
Kojiro soltó un suspiro y sacó un plato extra de la alacena.
—Siéntate. En un momento te llevaré una porción para que comas.
—¿Ah? ¿P-Por qué tú...
—Tienes hambre, ¿no? —Kojiro se movió por la cocina y sacó una botella de vino blanco —Así que debes comer.
Cálido.
Su corazón se sintió cálido y feliz.
Lleno de vigor y paz.
Era esa sensación que había sentido tantas veces... Esa sensación a la cual no le podía hallar un nombre en particular.
Entonces, sus ojos se aguaron y las lágrimas fluyeron.
—¿Cherry? ¿Qué sucede? ¿Por qué estás...
—L-Lo lamento —se quebró —L-Lamento haber actuado cómo actué. L-Lamento haberte hecho eso en el baño de mi habitación... L-Lamento que...
—Daiki habló contigo, ¿no es así?
Kaoru asintió suavemente.
—Y viniste aquí para disculparte —afirmó.
—S-Sí... Y en verdad lo lamento. No debí reaccionar así, no debí tratarte de esa manera... Es solo que...
—Comamos —Kojiro lo interrumpió —Comamos antes de que se enfríe.
Kaoru se quedó atónito, pero no objetó. Se moría de hambre y su estómago pedía comida con urgencia.
Y comieron en silencio.
Kojiro calmadamente y Kaoru con gana y sorprendido de lo buena que estaba la carbonara.
—¿Te gustó? —preguntó Kojiro, observando cómo se lo había comido todo.
—¿Qué sí me gustó? ¡Gustar es poco! ¡Estaba demasiado buena!
Kojiro sonrió suavemente y se le quedó viendo enternecido. Kaoru tenía salsa esparcida por su rostro, justo en la comisura de sus labios. Kojiro, por impulso, retiró los restos de salsa que tenía el otro con su pulgar.
Kaoru abrió sus ojos cuando sintió ese suave roce contra su piel.
Contra sus labios...
Y sus miradas se encontraron, brillando chispeantemente como las estrellas.
Corazones acelerados y palpitando como si fueran uno solo.
Kaoru acunó con su mano derecha el rostro de Kojiro, y Kojiro acunó con su mano izquierda el rostro de Kaoru.
Fue inesperado.
Fue intenso.
Fue inigualable.
Fue... increíble.
Sus lenguas chocaban y danzaban. Sus labios eran mordidos por el otro con entusiasmo.
Kaoru envolvió su cuello, y Kojiro lo levantó del sofá; sin dejar de besarse y encaminándose a su habitación.
Continuará...
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The bodyguard and the pink rich boy
Fiksi PenggemarY entonces Kojiro, al escucharlo decir esas palabras, sintió cómo todas sus preocupaciones se resolvían de la manera más fácil y poco convencional de todas. Sin duda se había ganado la lotería. Sus buenas acciones por fin estaban siendo recompensad...