Ahora dudo si alguna vez la atraparé

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Bria tenía su oficina más o menos como usualmente lo estaría. Planos enrollados, muestras de suelos, taladros, accesorios para caños de hierro fundido, clavijas, la correspondencia recibida, llaves inglesas y francesas, y tazas de café usadas... el conjunto creaba un montón casual de restos rara vez ordenado o desempolvado, pues Bria se irritaba especialmente si alguien interfería en su desorden especial. Cuando Willow se había incorporado a la empresa de la alfa, Bria estaba en uno de sus períodos esporádicos de abstinencia, en esos momentos se mostraba menos abusiva y más razonable.

Pero ahora, aquella alfa ya llevaba varios meses bebiendo bastante. La nariz le brillaba como un faro, y las mejillas exhibían las manchas rojizas.

Aquella mañana Willow no tuvo más remedio que enfrentarse a Bria sobre la maraña de objetos que ocupaba el escritorio.

—¿Cómo dices, Park? —rugió la alfa.

Willow retrocedió un paso. La segunda copa que estaba bebiendo Bria originaba un olor demasiado intenso.

—Se apoderó por error de mi maleta, dentro encontró la oferta y la presentó al mismo tiempo que la suya.

—¡Y se adueñó de la licitación, como si hubiera sido una barra de caramelo arrancada de las manos de un cachorro! —Bria estaba irritada y se paseaba por el lugar; por fin, se apoderó de un recipiente de papel y escupió en su interior. Willow clavó la mirada en un pedazo de tubo de PVC depositado sobre un cajón, detrás de su jefa, en lugar de observar el desagradable espectáculo de la espuma marrón—. ¡Y por unos cuatro mil dólares! —La alfa descargó el puño sobre el centro del escritorio, levantando polvo y consiguiendo que el teléfono bailoteara. Se acomodó en su sillón, frente al escritorio, y miró hostil a Willow. De pronto, adoptó una expresión pensativa—. Es el sobrino del viejo Belos Wittebane, ¿verdad? Mierda... parece que el sobrino tiene más inteligencia que Belos. —Bria entrecerró los ojos con un gesto de astucia, y emitió un sonido regocijado. Después volvió a clavar en Willow sus ojos—. Espero que esto le haya enseñado una lección. En este mundo cada uno trata de destruir al resto, y Hunter Wittebane así lo ha demostrado. —Con un rápido movimiento de cuerpo se acomodó mejor en su sillón—. ¿Ha vuelto a pensar en la vicepresidencia que le propuse?

—Lo siento, prefiero dedicarme a los concursos.

Otra vez la alfa descargó un puñetazo sobre el escritorio.

—Maldita sea, Park, he soportado muchas cosas de ti, omega... entre ellas que lleve sus ofertas en una maleta como si fueras una novata, o que te equivoques de tal modo que pierdas una obra por valor de más de cuatro millones de dólares. ¿Cuánto tiempo crees que podremos soportar errores de esta clase? Quiero que tu nombre aparezca en los documentos de la empresa. Es lo menos que puedes hacer después del error que has cometido con este asunto.

—Lamento haber perdido la maleta, pero el resto del asunto no fue culpa mía. Si Hunter Wittebane comparó mi oferta con la suya, no lo va a reconocer.

—¡Por supuesto! ¿Quién lo haría? Te diré una cosa, omega, te concederé hasta el viernes para pensarlo. O me ayudas a salir adelante con este asunto de los omegas, y aceptas ocupar el cargo de vicepresidenta, o puedes buscarte otro lugar para trabajar. Estás costándome dinero, y, a menos que me ayudes a recuperar una parte, llegaré a la conclusión de que no me sirves más.

De regreso a su oficina, Willow se acercó irritada a su sillón, se acomodó muy deprimida, maldijo por lo bajo, y contempló la posibilidad de volver al despacho de Bria para decirle dónde podía guardarse su vicepresidencia.

No habría nada tan dulce como entrar allí y demostrarle a esa alfa prepotente que no necesitaba ni un momento más su precioso empleo ni su mente calculadora.

SI TE LLEVO EN MI CORAZÓN... -HUNTLOW ADAPTACIÓN - OMEGAVERSE-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora