II

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Era casi media noche, ya había pasado un rato desde que todas las luces de la hacienda se habían apagado, los guardias nocturnos hicieron su cambio y Thoma estaba recostado en su futón mirando a la nada y pensando en todo el desastre de nervios que fue hoy, lo raro que estaban actuando todos y sobretodo en la llegada repentina de Ayato a casa, realmente estaba acostumbrado a su ausencia. Suspiró dándose la vuelta en la cama y gruñó bajo cuando alguien tocó su puerta.

— ¿Sí?

— Señor, el líder lo espera. — Habló uno de los guardias firme y con una ligera molestia en el tono de voz hacia a Thoma, claro, le tenían cierto rencor, pues todas las lenguas por ahí decían que era el favorito de los Kamisato, cosa que no era total mentira, era alguien más trabajando para ellos en su casa pero los hermanos jamás habían tenido el atrevimiento de llamarlo su subordinado o su criado, Thoma era Thoma y vivía en esa casa compensando la hospitalidad de no haberlo entregado al Shogunato con tareas del hogar, una deuda que va a pagar siempre a costa de su vida, no le molestaba en lo absoluto; sin embargo, era el único de la casa que tenía contacto directo con Ayaka y esta tampoco lo había llamado de alguna otra manera, a veces le decía a todo aquel que hablaba con ella y preguntaba por su presencia que "él es mi cuidador" y agradecía que no lo catalogara como un guardaespaldas, qué, a final de cuentas, si lo era por encargo de Ayato cuando se ausentaba, cosa que era la mayor parte del tiempo.

Ayato lo consideraba su mano derecha, pues los primeros años los pasó pegado al líder quién lo consideraba como un hermano, por eso tenía su total confianza, sin embargo, su trabajo era cada vez más pesado que inevitablemente se formó una brecha entre ellos siendo visitados muy esporádicamente por él, en dónde solo intercambiaba unas cuantas palabras con Ayaka y a él solo una mirada antes de irse, se sintió herido por esa acción constante que al final se acostumbró a permanecer en silencio cuando venía a la hacienda, por supuesto la admiración de Thoma hacia el peliazul se tornó en algo lejano, algo que hacer de lejos sin dirigirle siquiera la mirada, estaba tan lejos de Ayato que no se había dado cuenta de cuando empezó a sentirse incómodo con la presencia de él. Quizás eso sucedió hoy. Ahora su relación era meramente trabajador y jefe, sí.

Sin darse cuenta ya estaba frente a la oficina del mayor, alzó la mirada a la majestuosa puerta para esta ser abierta por los guardias dejando ver a un majestuoso Ayato concentrado en lo que escribía, entró silenciosamente y tosió un poco para llamar la atención ajena que seguro no notó, el pálido alzó la cabeza sonriendo con suavidad hacia Thoma quién le regresó el gesto un tanto incómodo, Ayato notó esto por lo que su sonrisa desapareció mirándolo con una serenidad que en ese momento al pelinaranja le pareció perturbadora, tragó nervioso con las orejas comenzando a enrojecer, desvió la mirada cruzando sus brazos e inflando el pecho aparentando que no se sentía intimidado.

— Thoma. — Su voz era suave y tan firme como siempre. — Mírame.

Como una orden lo hizo y Ayato suspiró.

— ¿Por qué estás tan tenso? — Preguntó dejando la pluma de lado y cruzando sus manos sobre el escritorio.

Otra vez esa mirada perspicaz, sabía que Ayato lo estaba estudiando de pies a cabeza, pero Thoma también era astuto por lo que sonrió como siempre y llevó sus manos a la cadera. — No lo estoy, mírame, mi señor. — Estoy bien, ¿Puedo preguntar para qué me ha llamado?

Ayato crispó la comisura de su boca sabiendo que el pelinaranja se estaba burlando de él, le restó importancia y habló con seguridad. — Tengamos un duelo.

Thoma lo miró confundido, ¿de qué rayos está hablando? ¿Un duelo? ¿Tanto misterio solo para eso? — Perdone, no entiendo de qué habla, mi señor.

Se levantó de su asiento rodeando el escritorio para recargarse en él cruzando los brazos y observó al de ojos verdes. — Quiero que peleemos. — Claro que Thoma ya había entendido eso pero aquí la pregunta era, ¿Por qué? ¿A que venía eso?

— ¿Por qué?

— Quiero probar tu fuerza, qué tan capaz eres y si tienes la habilidad de debilitarme o derrotarme.

Thoma se puso nervioso dejando su anterior posición comenzando a mordisquearse el labio. Mierda.
Hace tiempo que no tomaba un arma, probablemente hasta había olvidado como moverse o empuñarla, aún así, lo consideraba algo peligroso. — ¿Cómo podría ser eso justo si yo uso una lanza y usted una espada? — Se llevó una de las manos hacia la barbilla pensativo.

— No tiene que ver el arma, es quién la empuña. — Tenía razón, pero... probablemente Ayato había venido de una pelea hacia unas horas mientras que Thoma solo había estado jugando ajedrez, ¿acaso era justo? Dudó de aceptar aunque en realidad no tenía otra opción pues su líder estaba determinado a hacerlo.

— ¿Y qué pasa si alguno de los dos gana? — Preguntó volviendo a subir la mirada, Ayato sonrió con un brillo en los ojos que le pareció ligeramente espeluznante.

— Si alguno de los dos gana este podrá mandar al otro. — Parecía una apuesta de niños y algo absurdo pues Thoma ya hacía todo lo que ambos hermanos le pedían, carecía un poco de sentido pero esta era su oportunidad de por primera vez mandar al líder del clan si es que ganaba, ahora quería ganar. — Quién pierda además de eso tendrá un castigo. — Salió de sus pensamientos sobre como podría mandar a Ayato hasta Watatsumi solo por hacerlo enojar.

— ¿Qué? ¿Qué castigo?

— No sé, cada quién idea sus posibilidades si es que gana.

Thoma infló las mejillas sin saber que decir, algo le decía que su líder estaba maquinando un plan para molestarlo y eso le pareció adorable al peliazul, estaba confundiendolo tanto como a sí mismo, en realidad quería pasar tiempo con Thoma pero notando como este lo solía evitar y como se sonrojaba cada vez que Ayaka se le acercaba eso lo hacía molestar y no entendía por qué razón, pues quería alejar a su hermana de él y tener aquellos ojos verdes posados en él con atención como en este preciso instante, aunque estos estaban perdidos en el piso mientras pensaba profundamente, escaneó a Thoma, era un chico bien parecido, era atractivo, determinado y como le gustaba aquella personalidad tan amable, era alto sin rebasarlo a él, era el tipo de persona en quién te apoyarías, confiarías y darías todo por su lealtad, a veces parecía una esposa esperándolo en su hogar, era... perfecto. 

— ... ¿Por favor? — Salió de sus pensamientos alzando las cejas, pues solo escuchó sus últimas palabras.

— ¿Qué cosa?

— Dije que si podría darme una semana para entrenar, hace mucho que no toco un arma, sugiero tiempo para desempolvarme. — Era lo justo, así que asintió cruzándose de brazos.

— Hasta entonces, Thoma. — El ojiverde asintió dando una reverencia cosa que hizo molestar a Ayato, tantas veces le había dicho que no lo hiciera y se empeñaba ahora.

— Nos vemos, mi señor. — Dejó la habitación cerrando ambas puertas y cuando eso sucedió se acercó a ellas para indicarle a los guardias que podían terminar su turno, quería estar a solas.

Y lamentarse por la propuesta que había hecho.

Estaba actuando de forma impulsiva y estúpida, pero de alguna forma u otra quería recuperar todo el tiempo de Thoma que pudiera, ni él ni Ayaka sabían que finalmente sus labores se asentaron en la Isla Narukami, en dónde ahora permanecería mucho más tiempo, se suponía que iba a decirlo en la cena de esa noche pero la actitud nerviosa de Thoma lo tomó por sorpresa preguntándose por qué estaba más callado que de costumbre.

De lejos notaba que Thoma era muy diferente con él y con Ayaka, no sabía el por qué.

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boys like boys too | Ayato x Thoma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora