Él la odia. Nunca pensó que todo terminaría así y ahora solo puede odiarla.
El baile de celebración está en su apogeo pero él no puede apartar la vista de la figura con armadura; ahora que la guerra por fin ha acabado el no sabe qué es lo que va a hacer con esa mujer plebeya y bárbara, a su lado el ceño fruncido de su hijo le indica que piensa igual que el.
El pueblo la llama "La salvadora" o como mejor la conocen "La santa", el problema es que la mujer en cuestión no parece ser una santa, de hecho ni siquiera parece mujer, incluso desde el trono en el que está sentado él puede ver las expresiones de asco que los nobles le dirigen no solo por ser plebeya sino por tener el cabello cortado de manera desigual y como lo usaría un hombre, eso sin agregar que en vez de usar un vestido como debería está usando su armadura de batalla aún manchada de sangre; aun así fue ella quien gano la guerra que había durado casi tres siglos, en un solo años, por lo que él como el emperador tiene que darle un título noble, de preferencia alto para que el pueblo se sienta feliz.
Pero el lo único que quiere hacer es mandar a alguien que la mate mientras duerme, sus ojos observan a los nobles que bailan en un intento de dejar de observar a la héroe de guerra, y entonces se le ocurre, que si, a nadie de la nobleza le gusta esa mujer, entonces él no necesita darle un título importante, sino uno que la mantenga alejada de la capital pero que no importe para nada.
O eso es hasta que ve que el Duque Kettenbrecher se acerca a ella y después caminan los dos a un balcón; la ansiedad explota en su pecho y sabe que solo puede esperar lo peor.
Entre la nobleza y la aristocracia es bien sabido que los cuatro Duques del imperio lo odian a él, la razón nadie la sabe con certeza, pero los aristócratas con el tiempo han formado dos bandos; aquellos que apoyan a los cuatro Duques y aquellos que apoyan a la Realeza y al Emperador.
Momentos después tanto el Duque como la Santa regresan y en cuanto ve la sonrisa en el rostro del Duque Kettenbrecher sabe que no se equivocó en esperar lo peor.
El Duque levanta la copa de vidrio que tiene en la mano y toca con un metal tres veces creando un sonido claro que hace que todo se detenga y la gente voltee a ver que sucede.
-Desde el día de hoy anunció que, la Santa Frieda es mi hija y legítima heredera- anuncia el Duque con una gran sonrisa y el salón de baile explota en caos.
A pesar de creer haber estado preparado para lo peor él siente como si lo arrastraran hacia el fondo de unas arenas movedizas y se aferra con fuerza a su trono en un intento de despertar de lo que está empezando a parecer una pesadilla.
Por supuesto no es un sueño y todo esto está sucediendo, ahora el Duque Kettenbrecher tiene de su lado al pueblo.
ESTÁS LEYENDO
La Dama De Hierro
FantastikDespués de tres siglos de guerra, aparece una joven mujer plebeya, su poder puede curar o destruir, y el pueblo la nombra la Santa además de que es ella la que acabo con esa gran guerra, pero mientras el pueblo le reza y la adora, el Emperador y s...