No supe cuánto tiempo pasó luego de que Arian me explicara que el paso al otro lado estaba bloqueado para mí. Me dediqué a seguirlo, hastiada al inicio e intrigada después.
Su explicación fue breve, pero concisa, y al mismo tiempo bastante ambigua.
Arian había sido un espíritu desde el momento en que pisó el mundo por primera vez; un espíritu creado con el único propósito de llamar a las almas y hacerlas cruzar al otro lado. Él era la muerte misma y no había forma alguna de retarlo... hasta que la llave de sangre había sido creada.
La vida y la muerte habían convivido como una sola por miles de años, siempre persiguiéndose una a la otra hasta que resultó imposible su convivencia. Los dioses decretaron que el caos debía parar, así que nombraron a una diosa para controlarlas.
Sin embargo, el poder que se le confirió fue tan tentador que terminó por corromperla: creó una llave hecha de una noche sin estrellas o luna y con ella aprisionó a la muerte para poder controlarla a su antojo y así dar y quitar vida a su voluntad, hasta que los dioses se dieron cuenta de sus fechorías. La castigaron, entregando la llave a los reyes humanos para que la protegiesen y liberando así a la muerte de su esclavitud..., pero el poder de la vida se perdió.
Nadie sabía qué había sucedido con él. Desapareció de la faz de la tierra, aunque era claro que seguía por ahí, en alguna parte, pero la muerte era solo... la muerte.
—No puedo dar vida —explicó Arian—. Esa parte de mi poder desapareció luego de ser prisionero de la llave.
»Mi sangre fue usada para controlarme, y cuando los dioses me liberaron, olvidaron esa gota ahí, y eso debe ser el poder perdido —dedujo.
—Y si mi sangre se mezcló con la tuya...
—Por eso estás atascada aquí —suspiró e hizo un ademán con la mano que parecía intentar abarcar todo el páramo, que curiosamente había ido desvaneciéndose en la niebla y había dado paso a una hermosa llanura de pasto verde, rodeada por un eterno cielo lleno de estrellas que parecían bailar a nuestro alrededor, como si no hubiese una diferencia clara entre ambos—. Una parte de ti está atada a mí y seguirá así hasta que no encontremos esa llave otra vez y liberemos tu sangre.
Hice una mueca, pero intenté no replicar, a pesar de que tenía mil y un palabras en la punta de la lengua que luchaban por salir a borbotones.
—¿Y qué se supone que haga ahora? —quise saber mientras lo seguía—. ¿Quedarme contigo hasta que resolvamos esto?
Arian hizo una mueca.
—No. Vas a quedarte aquí hasta que yo resuelva esto. Tienes que mantenerte alejada, o no te gustará lo que verás.
Alcé una ceja, desafiante, cosa que pareció molestarlo. Lo noté en la pequeña arruga de fastidio que se formó en su entrecejo y en cómo sus labios se tornaron en una tensa línea.
—No vas a dejarme sola. He visto demasiadas cosas desagradables. No creo que puedas sorprenderme.
Su mirada oscura también se convirtió en un reto.
—Bien —asintió—. Ya lo veremos.
Echamos a andar por esa bella llanura cubierta de noche. Pude ver algunas luciérnagas a nuestro alrededor —o al menos quise creer que de eso se trataba—, con sus pequeñas luces parpadeando como estrellas casi al alcance de mi mano.
Arian llevaba consigo una linterna con una vela encendida en su interior que parecía no consumirse nunca, pero la luz no era necesaria. La llanura estaba iluminada por la luz de una luna que no podía ver en ninguna parte de ese inquietante pero hermoso cielo que se cernía sobre nosotros.
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La puerta de la Noche Eterna
FantasíaUn paraje desolado cubierto por la niebla. Un misterioso objeto custodiado por un grupo de soldados que darían sus vidas por él. Y una alma que está a punto de ser condenada. Cuando a Remy y Gavin, capitanes del servicio, se les confía la misión de...