13: Arian

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Había sacrificado su humanidad. Aquello que la llave le robó, aquello que se mezcló con mi propia sangre, Remy lo sacrificó sin darse cuenta.

Y, a cambio, había obtenido un poder divino que creí perdido hacía eones.

—No puedo —había dicho llorosa cuando los ojos del hombre se cerraron y la luz en su pecho brilló con fuerza. Aferraba con fuerza la daga de cristal y, al mismo tiempo, seguía sujetando la mano de Gavin—. Por favor... No puedo... no quiero...

El vendaval se había calmado cuando los dioses encontraron su camino hasta Irina. Me había asegurado de abrir el paso para ellos. Ella por fin pagaría y el equilibro entre la vida y la muerte estaría restaurado.

Sin embargo, esa calma solo pareció hacer más difícil el momento. Intenté decirle a Remy que no había remedio, que debía dejarlo marchar, pero al tocar su hombro pude sentirlo.

Noté entonces que su mano estaba manchada con la sangre que había escapado de la llave y que mi poder atrapado ahí se había unido a eso que la llave había robado de ella.

Se había complementado con eso que la llave había robado de ella, y por eso su vela había cambiado.

Y ahora...

—Entonces no lo hagas —sonreí—. Suelta la daga. Presiona tu mano contra su pecho y ordénale que viva.

Remy me miró con sus ojos muy abiertos, luciendo en extremo frágil ahora que la llave la había liberado también.

—¿Cómo puedo hacer algo así?

—Solo confía —pedí, y ella obedeció.




Ella era mi igual en todos los sentidos ahora. Mi compañera. Fue por eso que cuando hubo terminado de sanar a su antiguo compañero, le ofrecí mi mano y la llevé de vuelta al páramo de las almas.

—Creí que cruzaría a la Noche Eterna cuando terminara —murmuró—. ¿O al final no lo haré? ¿Me convertiré en una cosa como lo que era Jair?

Negué con la cabeza.

—No, Remy. No vas a convertirte en un demonio ni en una sombra. Eres libre. Somos libres.

»Pero también tu sangre liberó a mi magia, y tengo... estoy casi seguro de algo. Quiero corroborarlo antes de que te marches.

Ella asintió, dócil, y me siguió hasta donde el caldero con la cera esperaba pacientemente.

—¿Qué hacemos aquí?

Por respuesta, le ofrecí una vela.

—Quiero que intentes encenderla.

—¿Yo? Nunca me dijiste cómo hacerlo... Y si tú no puedes...

—Solo inténtalo, Remy. Por favor —pedí.

—¿Qué probará esto? —quiso saber, cruzándose de brazos y testaruda como siempre.

Pero estaba de buen humor. Ni siquiera algo así podría exasperarme.

—Creo que tienes una elección, Remy. Tres, en realidad.

—¿Tres?

Asentí.

—Puedes seguir adelante, como debiste haber hecho, y nada te lo impediría. Pero también puedes volver: mi poder está completo otra vez, y puedo dejarte ir.

Noté que una chispa parecía morir en el fondo de sus ojos.

—¿Y cuál es la tercera opción?

Sonreí.

—Te dije que el poder de tu humanidad, el poder de tu vida, ha completado mi propio poder. Pero también mi poder se ha unido a ti gracias a la forma en que la sangre se mezcló.

»Tu tercera opción... sería quedarte conmigo, Remy.

Sus ojos azul medianoche se abrieron con sorpresa, al igual que sus labios, y luego vagaron hacia la vela que aún le ofrecía.

—Quieres comprobar esa teoría —murmuró.

—Sí. Puedo fabricar más cera ahora. Puedo encender las velas. La vida y la muerte tendrán un equilibrio, y las cosas en el mundo humano volverán a estar en paz; sé que incluso la guerra terminará...

Remy alzó una mano para callarme, pero sus ojos volvieron a fijarse en los míos cuando su mano buscó la vela y sus dedos se entrelazaron alrededor de mi mano.

—¿Y yo puedo decidir qué haré luego? —dijo de forma ahogada.

Asentí sin dudar.

—La elección será tuya.

Sin dejar de verme a los ojos y sin soltar mi mano, Remy se paró de puntitas hasta que sus labios rozaron los míos.

Noté que mi propio poder se removía en mi interior, reaccionando a su cercanía, pero no fui yo quien encendió la vela entre nuestras manos aún entrelazadas.

Y, muy lejos de ahí, en algún lugar de ese mundo humano al que ella ya no pertenecía, una luz se encendió cuando el llanto de un recién nacido se hizo escuchar acompañado por el primer rayo de sol.

La puerta de la Noche EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora