Espejos

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Dos horas, dos malditas horas encerrada en una habitación, sin un solo rayo de luz. Las personas piensan que si no hablo con nadie todo estará bien.

—¿Qué les pasa?

—¿Qué se supone que haré aquí?

Mis pensamientos me están consumiendo, estoy volviéndome loca. Siento que las paredes se achican, a veces me falta la respiración, oigo voces...

Escuché el sonido de la cerradura moverse. Probablemente me saquen de aquí. Una persona entró, sentí el movimiento de la sombra presente. Tuve un presentimiento de que algo malo iba a pasar. De repente, algo tomó bruscamente mi muñeca. Logré salir. Al cerrar los ojos rápidamente, la luz era tan fuerte que me produjo jaqueca.

—Por fin logré sacarte —sentí sus brazos rodearme y su melodiosa voz junto a mí.

No alcancé a decirle nada. El sonido de un gatillo es el único recuerdo que tengo. "La mataron" fue lo poco que escuché antes de caer al suelo con su cuerpo ya muerto.

—Despertará dentro de unos minutos, lleva una hora durmiendo —una voz masculina invadió la habitación.

—¿Se supone que debería estar durmiendo?

Me mantendré callada para poder saber lo que dirán.

—Considero que deben mantenerla así.

El silencio ocupó por completo la habitación. ¡Carajo! ¿Qué está pasando? ¿Por qué nadie dice nada? De seguro están pensando que me encuentro despierta, lo cual es totalmente cierto. Deseo saber qué tengo y por qué me mantuvieron cautiva dos horas.

No, no, no, no, no... ¡No! Al estar despierta, la inyección ha dejado de tener efecto en mí. Un horrible dolor en mi brazo se hizo presente, junto a un cosquilleo en la rodilla, como si las hormigas recorrieran mi pierna y bailaran en ella.

Abrí un poco el ojo derecho, observé una diminuta parte de la habitación.

—Parece que no hay nadie —me dije a mí misma.

Decidí abrir ambos ojos. ¡Vaya sorpresa que me llevé! ¡Casi me mata de un susto! Solo a él se le ocurre mirarme de esa forma, tan seria y fría. Se encontraba frente a mí, con un gesto de seriedad. Mi plan no podrá llevarse a cabo; se han enterado de que estoy despierta por culpa de la curiosidad.

—Al parecer resucitaste de tu sueño, bella durmiente.

—¿Qué hacía él ahí? —dejó de mirarme fijamente e inició a dar largos pasos alrededor de la cama, donde me encontraba.

—¿Cómo te sientes? —agregó de una manera tan cortante, para luego sentarse en un sillón cuyo color no lograba distinguir bien.

—Mmm... —murmuré ante la poca fuerza que tenía. Deseaba hablar pero era difícil; las palabras no salían de mis labios, como si tuviera algo pegado a ellos.

Ding Dong Aquella resonancia de un timbre terminó siendo la cereza del pastel, dándome una pista sobre mi tiempo. Había llegado el momento de sufrir.

—Mamá, papá, ¿dónde se encuentran? ¿Por qué no se han dignado en buscarme?

Nuevamente en el mismo sitio encerrada, pero las paredes las sentía más pequeñas, y ese sentimiento de locura era cada vez más fuerte. Las voces más frecuentes, y el sonido del disparo se repetía consecutivamente, junto a la última palabra que escuché: "La mataron".

—¡¿A quién mataron?! ¡¿Cómo saben que estuve pensando eso?! ¡¿Quién estuvo presente?!

—Ja, ja, ja, ja. —Parecía un eco, ¿acaso era ella? ¿He escuchado bien?

—¿Hay alguien ahí?

—Tal vez sí, tal vez no... ¿y si eres tú misma?

—¿Cómo voy a serlo? Estoy aquí, solo hay una yo.

—¿Estás segura de eso? —susurró en mi oído. Un escalofrío invadió rápidamente mi cuerpo, todos los cabellos de mis brazos y piernas se pusieron de punta.

—¡Cállate! —grité, aturdida por todo lo sucedido.

—No, ¿por qué debería hacerlo?

"La mataron", "la mataron", "la mataron" —una y otra vez se repetía.

Cubrí mis oídos con mis manos, dando círculos consecutivos mientras me agachaba un poco. El mareo se hizo presente en mí. Vomité varias veces en pocos minutos. Mis piernas flaquearon, por lo que caí al suelo. De la nada, las luces titilaban. Logré ver a alguien en varios movimientos producidos por este. ¿Acaso era yo?

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