Me gustaría que todo esto fuera solo un sueño. Desearía despertarme y encontrarte montado en tu bicicleta azul, recorriendo de un lado a otro, o sentado bajo el árbol de mango, disfrutando de la brisa. Pero los deseos no siempre se cumplen, y me ha tocado enfrentar tu partida. Tomaste un boleto de avión con pasaje solo de ida hacia tu nuevo destino, sin avisarnos, y nunca lograste comprar el boleto de regreso para estar con nosotros. Hoy despierto y sigo esperando tu regreso, con la esperanza viva, en un estado de negación donde me rehúso a enfrentar la realidad.
Ahora estoy dentro de una enorme sala con columnas blancas, mi mente es un caos; recuerdos y momentos juntos se repiten una y otra vez: "Disfruta tu cumpleaños a pesar de no ser lo que querías", "Ahorra, no te gastes todo el dinero", "Ustedes son lo más preciado que tengo". El bajón emocional que tuve cuando recibí la llamada a las cinco y cuarenta y cinco fue más devastador que cualquier golpe en un parque de diversiones, quitándome la diversión y alegría que siempre me brindas.
Un nudo se formó en mi garganta cuando escuché tu llegada. No quería acercarme, no quería aceptar la derrota en tu lucha, no quería estar frente a ti y solo poder llorar, sin tener la valentía de enfrentar la vida. Aún recuerdo aquel veinticinco de diciembre, nuestra última reunión antes de que te internaran. A pesar de tu enfermedad, te notabas alegre. Casi no podías hablar, pero me aseguraste que te internarían al día siguiente. Desde entonces, creí que saldrías victorioso en tu lucha contra el cáncer, pero mi ánimo empezó a desmoronarse conforme las semanas pasaban y tu situación empeoraba. Fue un golpe duro asimilarlo, me sentí impotente al no poder ingresar a la clínica como mis padres y estar contigo durante tu último mes.
Me convertí en una persona sin rumbo al verte detrás del vidrio, con los ojos cerrados e hinchados. Tus labios, tan dañados por los tubos, tu figura no era la misma de hace meses, y no quiero imaginar cómo te veías completamente. Las últimas palabras que te di a través de la pantalla aún resuenan en mi mente: "Por favor, mejórate, quiero que estés conmigo en mi graduación". Me lo prometiste, pero no te culpo por no cumplirlo.
Para evitar más dolor, mamá me alejó del lugar y me ofreció el consuelo que tanto necesitaba con un cálido abrazo. Aun así, las lágrimas seguían fluyendo. Tu voz resonaba una y otra vez en mi mente. Hubiera querido que fueras tú quien me consolara, como en los viejos tiempos. Me pregunto qué hubiera pasado si nunca te hubieran internado. ¿Seguirías conmigo? ¿Podría verte? ¿Qué locuras seguiríamos haciendo? No lo sé, pero seguro habría sido mejor.
No quiero relatar cómo me sentí al día siguiente, pero lo resumiré en una palabra: "devastador". Mi propia existencia comenzó a asfixiarme, deseaba huir a cualquier lugar menos a casa o a ese enorme sitio con una cruz en el pedestal. Las personas entraban y salían, ofreciéndonos consuelo a todos, pero cada llegada solo me destrozaba más. El camino fue largo; cada rincón se sintió como una bala en mi cuerpo, recordándome la ausencia y lo especial que fuiste, eres y serás para mí.
Las semanas pasaron, pero seguía perdido. Intenté escribir y expresar lo que sentía, pero fue imposible. Aunque soy escritor, duele redactar lo que viví en cuestión de minutos. Intento seguir adelante, cumplir con mis responsabilidades, pero aún me siento solo. Me haces falta para ir a la arena y escribir nuestras promesas, nuestros sueños. Ahora estoy solo, enfrentando la vida por mi cuenta. ¿Será así siempre? No sé si soy lo suficientemente fuerte para seguir este camino sin ti. Tengo miedo y ya no estás aquí para apoyarme. No te culpo.
En silencio, entro a la cocina y te veo moverte como una sombra, como un roedor que intenta huir para salvarse, pero que tarde o temprano se pierde en la oscuridad. En silencio, paso por tu lugar favorito para comer y te imagino ahí. En silencio, entro al último lugar donde estuvimos juntos y recuerdo tus palabras: "Estos marcadores están muy caros, mira todo lo que gasté por ayudarte". En silencio, observo la puerta verde por donde solías entrar y salir, formando parte de tu vida. En silencio, guardo mi dolor y trato de mantenerme cuerdo.
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Galaxia
RastgeleLa escritura trasciende más allá de la simple plasmación de pensamientos; es la manifestación de vivencias que han dejado huella, un viaje a través de mundos entrelazados. Cada historia, poema, novela, microrrelato y demás obra literaria es como un...