Te persigo...

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El olor a madera podrida inundó sus fosas nasales. Mientras caminaba, el sonido de las ramas secas resonaba en el bosque. No sentía miedo, o al menos eso intentaba mostrar. Uno, dos, tres, cuatro pasos daba con precisión por ese ancho y largo camino que parecía infinito.

—¡Agh! ¡Apesta a animal muerto! ¿A quién se le habrá ocurrido esta magnífica idea? —pensó Niamh cuando vio que los rayos de luz comenzaban a desaparecer entre las grandes hojas de los árboles altos que abundaban en el bosque.

"Tu vida es un hermoso regalo de tus padres. Por favor, piensa en tus padres, hermanos e hijos. No te lo guardes. Habla de tus problemas" decía el cartel en japonés en la entrada del bosque. Lástima que no entendía el idioma y no lo pudo comprender. Ojalá se hubiese detenido. Siendo ella, habría buscado información respecto al bosque. Ante un lugar desconocido, es mejor estar informado, ¿verdad?

—Continúa, continúa caminando... Vas por muy buen rumbo. ¡Espera! ¡Hacia ese lado no es! —grité mientras la veía caminar desconcertada. Creo que alguien más caerá, pensé. —Si gira, encontrará el punto rojo... —señalé el camino que debería tomar. —Se nota agotada, me pregunto desde hace cuánto ha estado caminando. —Busquemos al resto de almas para empezar —lo miré fijamente para luego desaparecer de esa parte del bosque.

¿Derecha o izquierda? pensó ella mientras observaba los dos caminos. No estaba segura de sí misma en ese momento; los rayos de luz eran cada vez menos y el frío empezaba a asomarse. Estaba abrumada; la señal de su teléfono había fallado horas atrás, por lo que no había tenido comunicación desde hace un tiempo.

—Iré por acá —se dirigió hacia la izquierda, hasta observar un lugar en el que creía que podría acampar, pero del que se arrepentiría más tarde.

Horas más tarde, Niamh se estaba preparando para dormir, confirmando que no había ningún animal o algo que podría atacar mientras dormía en medio de la nada. Tuvo un visaje de una figura un poco blanca. Llevó sus manos a sus ojos para rascarlos un poco y volver a abrirlos, viendo si fue una ilusión. No había nada. Decidió dar diez pasos acercándose al lugar. Mala idea.

—¡Rodeen su figura! ¡Hagan que siga dirigiéndose hacia el centro del bosque! —grité mientras los demás se movían constantemente. —¡Daichi, llama su atención!

"Condenado sea el momento en el que por equivocación terminé dentro de este bosque." Fueron las últimas palabras que dijo antes de desaparecer por tres años, pero... ¿por qué?

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