Cicatriz

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El vaso se llenaba día tras día de lágrimas,
sin que nadie lo notara.
Las paredes de cristal las mantenían intactas,
hasta que un golpe las hizo añicos.

Las grietas se abrieron como la piel cuando es cortada.
Las lágrimas recorrieron el cristal mientras lo observaban sin ofrecer consuelo.
No ayudaron, solo lo juzgaron.

Era demasiado tarde,
no podían hacer nada.
Se había desmoronado en el suelo.
Lo habían destrozado.

Intentaron unir los fragmentos,
pero el filo los cortaba.

El dolor se impregnaba en sus manos.
Gritos ahogados suplicaban ser liberados.

Allí, en silencio,
intentaron reconstruir lo que una vez fue.
Pero, ¿para qué?
¿Para qué reconstruir lo que ya está roto?
¿Para qué aferrarse a lo que ya se ha ido?
Si cuando intentaba sanar,
solo lo dañabas más.

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