Epílogo

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Cuando yo tenía nueve años intenté entrar a una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad, la Academia Werth. ¡Estaba más que preparada! Recitaba con mi madre de memoria todo lo que debía decirles a los jurados de ingreso para sorprenderlos y cómo debía comportarme.

-La espalda recta, pones atención. Escuchas. No parpadees demasiado. Escuchas. Alabanza inesperada, das las gracias, y es todo...

Había planeado con muchas ansias este momento, mi madre estaba orgullosa de llegar hasta donde estábamos, me había preparado con sumo cuidado. Pero no salió como queríamos. Según las estadísticas si mis documentos eran perfectos, en la selección final solo iban a realizar una pregunta, la pregunta definitiva que me daría el campo libre para ingresar a la academia de manera exitosa. Estaba lista para recitar lo que había practicado por meses, lista para llegar a la cima.

¿Eres digna de esta academia, pequeña? retuve esa pregunta en mi mente al igual que la respuesta. Cuando subí al escenario espere el momento indicado para decir mi respuesta ganadora y debido a que estaba tan concentrada, no escuché correctamente. No escuche la pregunta en absoluto...

-Si lo soy. Tres cosas me hacen digna de la academia Werth. Una, igual que Werth soy sensible, dos igual que Werth soy seria...tres, igual que Werth... soy...soy...

Una vergüenza completa. Recite y recite, y cuando vi el rostro de mi madre angustiado... todo se derrumbó. Al final la pregunta era.. ¿Qué es lo que esperas ser cuando seas mayor? Y bueno... no era algo que hubiera pensado con claridad antes.

Era obvio que el camino que iba a tomar era el mismo que mi madre, sería una mujer de negocios importante, organizada y perfecta, o así se suponía que fuera... En fin, con aquel fracaso de mi entrevista al haber respondido incorrectamente y seguido a ello haberme desamayado, el plan se A se había esfumado, así que mi madre tomó cartas en el asunto. Nuestro plan B, que ahora se había convertido en el plan A, nos llevó a comprar una casa y mudarnos cerca del rango de la academia para que me aceptaran de forma inminente, mi madre no estaba dispuesta a rendirse. Había organizado una rutina perfecta de estudios para que cuando el verano llegará, no volviera a fallar.

El vecindario era silencioso. Las casas de alrededor eran todas iguales. Blancas y cuadradas, con estructuras uniformes y jardines perfectamente podados. Todas a excepción de una. Era diferente en tanto a forma y color, totalmente un desastre, nada que ver con las demás. Mi madre decía que gracias a esa casa fue posible vivir cerca de la academia, así que no era algo completamente negativo. Pero no sabía que mi vida cambiaría drásticamente.

Gracias a que falle en primer lugar y que tuvimos que mudarnos, es que conocí a un hombre maravilloso, ¡el hombre con la mente más loca que había conocido en mi vida! O más bien, creativa. Alguna vez me contó una historia sobre el espacio, las estrellas, asteroides, rosas, corderos, atardeceres y un Principito. Todo parecía posible, y mi perspectiva sobre el mundo cambió completamente. 

Si, él era un soñador, un artista, un sabio que hablaba desde su experiencia, desde sus vivencias, ideas y anhelos. Le llamaban el Aviador, un piloto de aeroplano que ya se había retirado, pero que conservaba su nave en el patio de su casa.

Gracias a él, aprendí a volar desde las palabras, los relatos y las historias que contaba. Comprendí que la vida, más que una rutina maquinada por relojes y organigramas, es una orquesta dirigida por movimientos libres y poderosos, una mezcla de momentos de diferentes sabores, olores y colores inimaginables y sobre todo, posibles.

Me encantaban nuestras conversaciones, sobre todo su inconformidad por las personas inmersas en una adultez monótona. Cada vez que hablábamos al respecto, su cabeza demostraba desaprobación a las acciones sistemáticas y calculadoras, además de los comportamientos fríos y desinteresados.

El mundo y la sociedad están tan sumergidos en sí mismos que olvidan que son seres humanos, que necesitan reír, llorar, cantar o jugar. Si pudieran recordar cómo era ser niños, quizás la situación sería distinta. Para ello se necesita de una voluntad fuerte que derribe los muros de los adultos que tienen atrapados a los niños y niñas en su interior, un mundo de sentimientos, de comprensión, de corazones que laten como un solo.

Cada vez que cierro los ojos y pienso en él, lo imagino montado montado en su aeroplano, surcando en el basto cielo azul, contemplando el horizonte lleno de nubes blancas que están de paso, manchadas de colores cálidos por el sol radiante del atardecer. Si, lo imagino sentado mirando con serenidad el paisaje, con un viento fresco que golpea su rostro de mejillas rosadas. Lo imagino con una mirada relajada, tranquila y llena de vida, con una sonrisa sincera, agradeciendo estar con tan hermoso paraíso.

Imaginarlo me ayuda a aclarar mi mente. Cada vez que tengo dudas o siento que estoy perdida, acudo a su imagen en mi mente. Me lo imagino aterrizando en su casa e invitándome a comer un sándwich. Seguramente nos sentaríamos en el jardín mirando el hermoso cielo y me contaría sobre su vida, sobre la de él y el principito, me llevaría a otro mundo lleno de maravillas y probabilidades infinitas y con ello encontraría una solución a mis problemas.

-El mundo solo necesita de una perspectiva diferente. Imagina que toda tu vida debes ver el suelo gris, pero cuando alzas la mirada hay un paisaje totalmente diferente. Solo hay que decidir cuándo levantar la cabeza.

Yo quiero creer profundamente en su teoría, pero no solo para los adultos, sino también para los niños, niñas y jóvenes que nos enfocamos tanto en complacer a nuestras madres y padres que olvidamos dónde está nuestra verdadera naturaleza. Creo de igual forma que no es culpa de los padres y madres totalmente, sino que el mundo en sí ha olvidado lo que era soñar y ha replicado este modelo tan robótico por muchos años, por lo que los adultos solo han copiado un patrón.

Yo creo, no, estoy completamente segura de querer cambiar este mundo, para que todos y todas vuelvan a sonreír, para que regresen el tiempo y respiren el aire de la libertad, el aire de la rebeldía y vuelvan a experimentar esas sensaciones de felicidad que les inundaban cuando eran pequeños y pequeñas. Quiero recuperar esos momentos fugaces que alguna vez le sacaron una sonrisa. Quiero cumplir tu sueño... aunque ya no es solo tuyo.

Por eso ahora, desde la academia Werth, espero con ansias la batalla que se aproxima. Los rumores se expanden de manera veloz, cada niño y niña susurra en los salones o pasillos, incluso los baños no dejan de murmurar. Le dicen una pelea desigual de un administrativo a una estudiante, otros dicen que es una situación sin cambios, le llaman una discusión innecesaria... Bueno, de todas las palabras que dicen, de todos los nombres que he escuchado, ninguno ha llegado a complacerme tanto como el que mencionaron en mi presencia. Sin duda alguna esta era...

-La gran apuesta de la Academia Werth. Veamos si ganamos. Pero antes, caería muy bien comprender quienes están entre bambalinas... ¿No lo creen?

ALGUNA VEZ EL AVIADOR Y EL PRINCIPITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora