XI

8 0 0
                                    

-Entonces...

-Si... eso creo...

-Me esta doliendo el estomago...

-No te rindas ahora por favor... no será tan malo como la última vez. Estos días he pasado mucho tiempo por aquí, así que me sé los horarios de memoria, no te preocupes.- asegure.

-Sabes que si nos atrapan, perjudicara nuestra hoja de vida en la academia...

-Lo se... por eso agradezco que me acompañes aun sabiendo las consecuencias.

Mi Rosa y yo atravesamos los jardines de las casa y llegamos a aquel misterioso y fantástico lugar. Era muy temprano en la mañana, apenas había salido el sol y mi Rosa y yo nos escabullimos entre calles para infiltrarnos nuevamente en el lugar, en aquel aposento que parecía un árbol y que desprendía un aura mágica. Debido al cambio de guardia, había una hora en la que no había nadie, por lo que pudimos pasear y ver con más tranquilidad la entrada principal.

-Es sorprendente que te hayas tomado la molestia de vigilar todo un día este lugar, de verdad que tu, no se si me das miedo o... oye, mira esto- mi Rosa señaló la puerta. Era una hoja de papel con unas letras rojas en grande.-¿En proceso de embargo...?

-¿Como...?- Me acerque rápidamente.- Esta propiedad se encuentra en proceso de embargo, no está en venta ni en arrendamiento, debido a problemas legales entre dos partes que constan son dueños, no se realizará ninguna acción como las anteriores dichas ni se permitirá su uso o entrada a ninguna persona que no tenga el permiso del juez.

-Vaya... entonces este lugar está en un proceso legal, ¿Me pregunto por qué?

-Eso es porque una persona quiere convertir este lugar en patrimonio del sector y otra lo quiere demoler y vender.- mi Rosa y yo nos miramos como si hubiéramos visto un fantasma. Giramos lentamente y nos topamos con una anciana no muy alta, erguida y sosteniendo un pequeño bastón, sus cabellos ya eran completamente blancos y no había lugar en su rostro en el que no hubiera una arruga.

-Nosotras...

-No se preocupen- me interrumpió- no las voy a acusar- se escabulló entre las dos y con una llave abrió la puerta- Esta casa debería ser accesible para cualquier persona.- Entro y dejo la puerta de par en par, ambas nos miramos y le seguimos de cerca. La entrada era mucho mas hermosa, había un gabinete sin puertas para colocar los abrigos, paraguas y zapatos, así como un espejo encima de una mesa que tenía un frasco de vidrio con dulces rancios, lo que más llamaba la atención era el tapiz, que a pesar de los años, el polvo y la humedad, lucía simplemente encantador.

-¿A que se refiere con que alguien la quiere demoler? si este lugar es muy hermoso...- le pregunte algo triste. La anciana cruzó los pasillos entre las estanterías y se fue directo a las escaleras.- Ah... Déjeme ayudarle.

-Gracias linda...- le entregó el bastón a mi Rosa y me agarró del brazo mientras con cuidado subimos cada escalón- Pues veras... este lugar perteneció a un hombre maravilloso, todo lo que ves aquí... Cada mesa, silla, espejo o candelabro, todo eso fue fabricado por esta persona. Esta casa la ha montado él desde que su abuelo sembró una pequeña semilla de roble.

-¿Qué cosa? Entonces... ¿Este es un árbol de verdad?- la mujer asintió. Al llegar al segundo piso, nos dirigimos hacia la ventana donde estaban aquellas canicas y se sentó en un sillón que al parecer, encajaba perfectamente a su figura. Suspiró y sonrió con dulzura.

-Lo recuerdo muy bien, el día en el que aquel caballero de extrañas vestimentas y una imaginación alocada regresó a su pueblo...- mi Rosa y yo nos sentamos en el piso y la escuchamos atentamente.

...

Había sido una tarde de primavera, donde pétalos y flores caían de los árboles, el viento soplaba tranquilamente y el pueblo convivía en paz. Todo hasta que a lo lejos el ruido de un motor se escuchó en el aire. Al inicio todos se habían preocupado, pero borraron su rostro de angustia cuando vieron a un pequeño aeroplano color rojo surcar las nubes como si de un barco se tratara al atravesar las furiosas olas. Las mujeres levantaron sus pañuelos saludando a aquel apuesto muchacho y los hombres alzaban sus brazos recibiéndolo con alegría, los niños en cambio, corrían y saltaban intentando alcanzar a aquella nave que aterrizaba sobre el abundante y próspero pastizal junto al campo de trigo. Una vez se había detenido con el tiempo, lo primero que hizo fue salir de un salto y recibir con un abrazo a su padre y a su abuelo, quienes apurados habían llegado al lugar para preguntarle como había sido su viaje.

ALGUNA VEZ EL AVIADOR Y EL PRINCIPITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora