II

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...

- ¿Por qué una rosa? Pues es algo muy sencillo de responder– dijo el Principito. Había vuelto a mí misma.

-Ah sí, eso...-dije totalmente confundida, que raro, hace poco estaba en un espacio totalmente oscuro... ¿De qué estábamos hablando el principito y yo hace rato?- ¿Por qué una rosa?

- ¿Y por qué no? – arqueo los hombros – las rosas son realmente cautivadoras.

-Son comunes, puedes ver muchas en las florerías y jardines ¿Cómo sabes cuál es especial?

-Las rosas son hermosas, hay tantas que contarlas sería eterno, pueden provenir de distintos planetas o galaxias, pero solo las más importantes son dignas de adorar. Por eso amo a mi rosa, hace que sienta cosas que no logro comprender- suspiro con una sonrisa- Nuestro lazo hace que sea única en su especie - comencé a arrancar el pasto que tenía a mis costados.

- ¿A qué te refieres con que solo las más importantes son dignas de adorar?

-Es como tú dices, hay muchas rosas, pero si prestas atención puede que encuentres una que sea especial y diferente a las demás. Yo cuide y vi crecer a mi rosa, hablamos y vimos atardeceres juntos. En algún momento tuve que dejarla en mi asteroide, y la distancia era algo difícil, pero siempre la llevaba en mi corazón, ese sentimiento era nada más y nada menos que amor, el anhelo de estar junto a ella- dijo muy feliz- ¿Tú tienes alguna rosa? - preguntó– Deberías encontrar una pronto – dijo con una mirada que no lograba descifrar. – se te acaba el tiempo.

-¿Tiempo?- Si, tiempo, se me acaba el tiempo. Abrí los ojos lentamente y observé el pésimo estado en el que me había dormido; encima de un escritorio, con la cabeza incómodamente girada a la izquierda, mi mano aún con el lápiz en el cuaderno, y mis pies cruzados por el frío.

- ¿Qué hora es? - me incorporé con un dolor punzante en el cuello, tomé mi celular e intenté encenderlo, -apagado- la batería de mi celular estaba muerta, mi alarma lo había descargado de tanto sonar. Abrí la ventana y el frío viento golpeó mis mejillas, expulsé el aire caliente de mis pulmones y observé las calles desiertas, todo estaba oscuro, debían ser las cuatro o cinco de la madrugada. Organicé y recogí los cuadernos de mi escritorio, debajo de ellos había una pequeña caja de madera. ¿Por qué la había sacado de su lugar? La observé distante, cerré la ventana, me senté sobre la cama y la revise una vez mas. Dentro de ella había una hoja arrugada, amarillenta y desgastada en las orillas, toque con suavidad los finos trazos del tierno dibujo.

Era realmente extraño este apego que me había generado la simple imagen de un niño pequeño con cabello de oro y una mente y pensamiento inimaginable. El sentimiento que tenía hacia el principito era algo que ni yo entendía, pero sin duda era tan profundo que era muy difícil de explicar. Siempre me pregunto ¿Qué tendrá esa rosa? De alguna forma sentía algo de envidia, esa rosa, su rosa, aquella que ocupaba sus pensamientos... ¿Qué la hacía tan especial? Solo tenía cuatro espinas para defenderse, ¿Pero de quién? si no había nadie en aquel asteroide desierto más que mi principito y aquellos volcanes, dos activos y uno apagado. Desvanecí esos pensamientos y entré en razón. Si llegara a contarle a alguien sobre mis pensamientos, dirían que estoy loca opinando sobre un personaje ficticio, hablando de él como si en verdad fuera de carne y hueso, pero desde que lo leí por primera vez, el principito ha aparecido en mis sueños cada día sin falta. Cuando hablaba, me observaba con esos grandes ojos azules, tan bellos, tan profundos, tan extraños, tan curiosos; solo pensar en ellos me hacía sentir feliz, cada día me llenaba de paz y adormilaba mis intranquilos pensamientos, pero a pesar de que siempre sonreía, en su rostro habitaba nostalgia, seguramente pensando en su rosa, esa caprichosa rosa a quien anhelaba.

Hoy el principito habló sobre tener una rosa, una especial para mí, pero era dificil determinarla.

- ¿Qué estoy haciendo? -Cerré la caja y la guardé con llave en el cajón de mi mueble -Definitivamente estoy loca- dije mirándome al espejo. -Es absurdo pensar en él, cuando debería preocuparme por mi apariencia, luzco terrible- Después de asearme y arreglarme bajé las escaleras en silencio. En la cocina se escuchaba el sonido de la llave y los platos chocando con el escurridor.

ALGUNA VEZ EL AVIADOR Y EL PRINCIPITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora