VIII

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Las cosas a veces no son lo que parecen, desde que empecé a tener estos sueños con el Principito sólo podía pensar en él, en nuestro mundo, en nuestra vida alejada de la realidad. Incluso llegué a pensar en jamás despertar. Pero ese pensamiento se disipó con muchos otros que llegaron. ¿Estás segura que quieres desaparecer? ¿Qué pasará con tu sueño? Y si se cumple... ¿Qué harás después? ¿Qué ocurrirá con las personas que amas? de alguna manera había cosas en esta realidad que añoraba conservar. Tenía a mi preciada Rosa, a ese fiel Zorro y a mi amada Orquídea, además de mi dulce familia, mi tío y tía quienes hacían lo posible por hacerme feliz como podían. Pero sentía que algo me faltaba, un sentimiento que no podía sacar tan fácilmente de mi pecho y que me había consumido por mucho tiempo.

-Es bueno que hayas aceptado que necesitas ayuda- dijo el Principito con una sonrisa. Ambos estábamos acostados sobre el enorme pastizal de aquella casa abandonada.- Hundirse está bien, pero no puedes salir sin intentar patalear ¿No crees?

-Eso creo...- aunque no se nadar, pensé- Principito... He cometido muchos errores en mi vida, le he escondido la verdad de como me siento a mi familia, la verdad de lo que pasó a mi mejor amiga, la verdad de cómo veo a esa persona que amo. Todo es muy complicado, ni siquiera sé si yo misma me estoy escondiendo cosas para no poder avanzar. Es como si me auto saboteara. Quiero luchar, quiero intentarlo pero hay miedos en mi que no me dejan avanzar y preferiría quedarme aquí en este mundo para siempre. Sin dolor o sufrimiento. Pero también estar aquí para refugiarme me causa dolor... No se que hacer.

-Deberías buscarlo- me miro a los ojos.

-¿Buscar? ¿A quién...?

-Ya sabes, ¡al doctor del corazón!

-¿No sería de la mente? No, eso no importa... no puedo buscarlo- dije rápidamente- tendría que ir a hablar con él de esas cosas que...- suspire y mire al cielo- es difícil...

-Abrirse a los demás siempre lo es, pero si es por tu bien ¿No es la mejor salida a qué seguir sufriendo?

-Tal vez...

-Bien. ¡Está decidido!- dijo muy contento, se incorporó y sonrió- Espero que te pueda ayudar.

-¿Qué? Espera ¡Principito!- me levante con la mano estirada, como si hubiera podido alcanzarlo, pero esta era la vida real.

-¿Principito?- preguntó mi Orquídea quien estaba leyendo un libro.

-¿Qué? ¿Dónde...?

-Estás en la enfermería, te trajimos aquí después de que te quedaras dormida en la biblioteca. Parece que no era un resfriado cualquiera, tenias una gripe muy fuerte que no pudiste cuidar, te dieron suero y te dejaron unas pastillas para el dolor. La enfermera dijo que ya habías venido antes pero solo a solicitar medicamento, pero parece que era más grave de lo que parecía.

-Ya veo...- cerró su libro y lo miró seriamente, lucía algo molesto.

-¿Por qué cuando te duele algo no pides ayuda? Es peligroso, si te hubieras desmayado en otro lugar que no fuera la academia ¿Qué habría pasado? No todas las personas son buenas en este mundo- si, estaba enojado.- Además nos tienes a nosotros a quienes conoces desde hace bastante tiempo, creí que éramos lo suficientemente cercanos para apoyarnos, pero parece como si cada vez te alejaras más- dijo apretando el libro.- Dime, ¿yo no soy lo suficientemente importante para ayudar en este tipo de situaciones?- No sabia que decir, baje la mirada y apretaba las sabanas. Aun así él tenía razón, no había sido sincera con ninguno de ellos. Siempre escondía cualquier rastro de imperfección, dolor o duda. De esa manera no preocuparía a los demás. No quería molestarlos...

-Yo... lo siento- dije finalmente.- mi Orquídea frunció el ceño y suspiró.

-Ya notificaron a tu familia, no deben tardar en llegar, así que me retiro.- se levantó.

ALGUNA VEZ EL AVIADOR Y EL PRINCIPITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora