Resfriado

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-Deja de mirarme así, no me va a pasar nada. -Dije por décima vez en ese día.

-Pero... Tus mejillas siguen rojas, la temperatura no baja, apenas has comido, la medicina-...

-Armin, si sigues así le pediré a Reiner que te saque de la habitación y tendrás que dormir con Connie.

Estaba con una gripe de esas que te tiran a la cama. No sabía que podía llegar a ser tan débil ahora que no teníamos los poderes de regeneración y nuestro sistema inmune era como de cualquier humano corriente. Si bien, antes para recuperarnos debíamos dormir mucho, ahora ni dormir nos mejoraba de los resfriados.

Todo empezó por las lluvias de primavera; habíamos llegado de un almuerzo con unos enviados de Hizuru en el ayuntamiento, pero la lluvia llegó primero que ellos y mi vestimenta formal no era la más abrigada. El fresco viento y la humedad hizo efecto en mí. Comencé a estornudar, luego me dolía la cabeza y sentía los pies muy helados.

Al llegar a la residencia me di un baño con agua caliente y me tomé una bebida caliente para después ir directo a la cama, pero a mitad de la noche Armin me despertó porque estaba respirando con dificultad, estaba ardiendo en fiebre y sudaba frío. En la mañana llamamos a un doctor el cual me dio antibióticos y me colocó vitaminas para fortalecer mi sistema inmune, el cual estaba realmente afectado. Claro, llevaba un año sin los poderes de un titán cambiante, mi cuerpo no era el mismo.

Sin embargo, ese no era el problema principal. Mi problema principal era mi señor novio quién no me dejaba descansar por lo preocupado que estaba por mí.

Lo agradecía con el alma, especialmente viniendo de él, pero estaba llegando a los extremos de ofrecerse a llevarme en brazos al baño y darme de comer a la boca.

-Ann...-Murmuró encogiéndose un poco en la silla que había puesta a mi lado de la cama.

Lo quedé mirando fijamente, al detalle, y sin ser culpa de la fiebre, sentía como toda esa preocupación y tiempo que me dedicaba era mi regalo más preciado.

Saqué mi mano debajo de las mantas para alcanzar la suya y tomarla con cuidado, acariciando con el dedo pulgar la contra palma. El rubio me miró con esos ojos azules que desbordaban un sentimiento tan bonito por mí.

-Tienes que estar tranquilo...-Dije para calmarlo.- No recuerdo si cuando pequeña me resfrié alguna vez, pero tú fuiste cambiante solo cuatro años, yo casi la mitad de mi vida, sabes perfectamente que un resfriado pasará.

-Lo sé, pero también sabemos que tu cuerpo no está del todo bien luego de todos esos años, la fiebre puede llevarse a la gente débil de salud. -Comentó tomando mi mano con ambas suyas levantándola para dejar un pequeño beso encima de mis dedos.- He perdido mucha gente... Mis padres, mi abuelo, mi mejor amigo, mis compañeros... No podría perder a la mujer que amo...

No sabía si era la fiebre, no sabía si era por el resfriado, pero sentía que estaba demasiado sensible, aunque tratase de hacerme la dura, las palabras de Armin siempre tenían un efecto muy fuerte en mi persona, más si eran palabras de tanta carga emocional y amor.

-Ven, recuéstate conmigo, tal vez así mejore más rápido. -Dije moviéndome en la cama para sentarme en ella y así tirar las mantas hacia atrás.

Armin me quedo mirando algo confundido, soltó mi mano cuando se levantó de la silla. Al ver que hablaba en serio, sonrió apenas y se dio la vuelta alrededor de la cama para poder subirse a ella en el espacio libre. Se sacó los zapatos y se recostó, acercándose a mí.

-Te ves demasiado adorable con pijama de verano -Comentó al tiempo que nos acurrucábamos juntos. Nuestros cuerpos se conocían muy bien, encajaban a la perfección. Apoyé mi rostro en su pecho sintiendo lo frío de su camiseta y el latido de su corazón mientras lo abrazaba con posesión, tratando de calmar mi sentir.

-Lo dices porque así me puedes mirar mejor las piernas. -Bromeé cerrando los ojos.

-N-nno, no es eso... -Dijo avergonzado al tiempo que me abrazaba con total cariño.

Estuvimos un tiempo en silencio. No nos tapamos, solo metimos los pies debajo de las mantas, así mi cuerpo recibía el fresco de la habitación y me ayudaba con la fiebre. Me sentía muy cansada, pero la contención que me daba Armin, su respiración, sus caricias en mi cabello y que de vez en cuando apoyaba sus labios en mi frente para ver como iba mi temperatura, hacían que poco a poco me pudiera relajar y así caer en los brazos de un sueño profundo.




- o -



 -Ann... Annie... Hey, cariño.

Abrí los ojos lentamente al escuchar la voz de Armin y como daba pequeños toques a mi brazo.

Estaba amaneciendo, sentía el cuerpo totalmente fatigado, tenía la necesidad de beber más de un litro de agua y algo de comida, pero me encontraba en cama, casi encima de Armin.

-Iré a traer el desayuno -Dijo al tiempo que posaba una de sus manos encima de mi frente.- No hay fiebre, qué alivio.

Sin moverme, lo quede mirando fijamente, apreciando sus expresiones relajadas. Tenía unas pequeñas ojeras, de seguro me vigiló toda la noche.

-Armin ¿Dormiste algo? -Pregunté levantando parte de mi torso con cuidado, apoyando mis brazos a los costados de su cuerpo.

-Si, algo...-Respondió casi apenado, estaba mintiendo.

Subí por su cuerpo para llegar a la misma altura de él. Apoyé mi frente contra la de él, dejando que nuestras miradas se fundieran.

-No debiste preocuparte tanto...

-No me digas eso, estamos juntos, estás bien ahora, es lo que importa. -Agregó firme antes de regalarme una amplia sonrisa, llevando sus manos hasta mis mejillas para acariciarlas.

Este hombre... Lo amaba tanto.

-...tanto. -Dije en voz alta. Me quedo mirando totalmente confundido.- Que te amo tanto, Arlert. -Reiteré ahora por completo antes de abrazarlo con la poca fuerza que tenía y dejaba un pequeño beso en su mejilla.

Una dulce risa me dejó escuchar y sus brazos se movieron para abrazarme con mucha más fuerza, apretujándome contra él.

-Y yo a ti, Annie, no sabes cuánto. -Dijo Armin.- Con más razón, desayuno en la cama, déjame cuidarte.

Sonreí sin remedio alguno.

-Tú... Lo único que quieres es engordarme. -Bromeé.

-Bueno, engordemos juntos, así cuando viajemos a Hizuru no pasaremos frío.

Reí por su ocurrencia, disfrutando de la cercanía y el buen despertar que había tenido gracias a él.

El mejor doctor y la mejor medicina siempre iba a tener por nombre: Armin Arlert. 

Historias Únicas [AruAnnie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora