Mini Van y una cabaña (Parte 1)

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NOTA: No es nada contra Berth, pero me sirve siempre como el ex tóxico JAJA



-Bájate. -Paré la van justo en el parque central de Stohess, al frente estaba el ayuntamiento y la parada de buses.

-Es solo una opinión, Annie, vamos cariño.

Lo miré seriamente sin aguantarme los pensamientos asesinos que tenía en esos momentos con mi acompañante.

-Te he pedido la opinión todo el año que llevamos juntos, pero estos últimos tres meses al parecer ya no estamos remando al mismo lado... ¿Qué es eso de que mi forma de vivir es inadecuada? -Fruncí el ceño sin apartar mi mirada del más alto.

Bertholt suspiró, casi rodando los ojos.

-¿Crees que es sano ir viajando de un lado a otro en una Van? Annie, tu padre puede pagarte un departamento en Stohess, te graduaste de la universidad hace un año y sigues con la idea de seguir recorriendo la isla en esto -Dijo señalando mi vehículo.-

-Tú sabes perfectamente a lo que te enfrentabas cuando me conociste... ¿Ahora quieres que cambie porque ya te crees lo bastante maduro para asentarte? -Apreté mis manos al volante.

-Te pedí más de tres veces este mes que te vinieras a vivir conmigo si no quieres pedirle nada a tu padre, pero tienes en la cabeza esa estúpida idea de vivir en tu auto. -Berth había elevado un poco la voz.

-¿Por qué tanto afán de pedirle algo a mi padre? -Pregunté irritada.

El moreno negó como si estuviera haciendo una pregunta absurda; sabía perfectamente la respuesta, lo venía venir desde hace meses atrás cuando una noche en su departamento encontré el maldito anillo de compromiso que portaba todas las noches que nos veíamos.

Con Bertholt llevábamos un año de conocernos y salir con algunos derechos, pero hace cinco meses formalizamos las cosas. Una relación casi normal, solo teníamos tiempo de vernos por las noches, salir a beber algo, comer, uno se quedaba en la casa del otro, en mi caso, yo lo invitaba a quedarse conmigo en la van fuera de la ciudad casi siempre para despejarnos un poco. Pero hace tres meses que le presenté a mi padre... Grave error.

Quiso formalizar todo, quería compromiso, quería amarrarme a su lado solamente por apariencias. Berth era ingeniero, trabajaba hace unos meses en una empresa de inversiones, todo para él era el estatus y los ceros que podía tener en su cuenta bancaria. Al principio todo era genial, no hablaba mucho, teníamos una que otra afición en común, pero poco a poco me fue mostrando sus verdaderas intenciones al conocer a mi padre. Agus Leonhardt era dueño de una línea de gimnasios en toda la isla más de una academia de defensa personal que prestaba servicios en la formación de policías y guardaespaldas. ¿Teníamos estatus? Demasiado para mi gusto, desde que mi madre adoptiva había muerto, decidí terminar la carrera de marketing y comprarme una van para adaptarla y viajar con ella por toda la isla, alejándome de ese sentimiento de soledad y ese problema de apego terrible que tuve con ella, por lo cual sufrí cuando no pudo vencerle al cáncer que padecía. Mi padre trató de darme todo hasta ese momento, ese estatus, contención, amor, bienestar, pero yo no quería preocuparlo, menos darle una carga emocional de un padre fracasado.

Me dedique a viajar, a conocer las ciudades, carreteras, montañas, bosques y playas que rodeaban la isla. Un día al visitar a Hitch y Pieck en la ciudad de Stohess, me dijeron que debería encontrar un acompañante en la vida. Recién tenía 25 años, estaba trabajando de manera particular mi carrera y ganando dinero desde cualquier parte de la carretera donde mi van me llevaba. Sin embargo, acepté esa ridícula manera de conocer gente y descargué aquella aplicación en el teléfono que me habían recomendado.

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